El gasoducto de la discordia

Pablo L. Barbero

MERCADOS

Anton Vaganov

La obra geopolítica más controvertida de Europa, el Nord Stream 2, y que unirá al país con Rusia para el transporte de hidrocarburos, ha desatado enormes tensiones con EE.UU.

21 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La obra geopolítica más controvertida de Europa está cerca de su finalización. El gasoducto submarino Nord Stream 2, que unirá Rusia y Alemania para el transporte de hidrocarburos, está completado al 90 %, según medios alemanes. Sin embargo, el próximo fin de la obra difícilmente apaciguará una sonada disputa geopolítica que amenaza con fracturar las relaciones entre Alemania y Estados Unidos. El Nord Stream 2 es la segunda fase de un megaproyecto energético que pretende aumentar la capacidad de Europa para importar gas ruso. El gasoducto unirá la localidad de Ust Luga, cercana a San Petersburgo, con Greifswald, en el norte de Alemania, y se estima que por sus tuberías circulará una cantidad suficiente de gas como para abastecer a unos 26 millones de hogares europeos.

El proyecto despertó el recelo de Estados Unidos desde el principio. El principal socio comercial de la UE considera que esta iniciativa generará una dependencia hacia Moscú tanto económica como políticamente, y ha amenazado con aplicar sanciones a las empresas que colaboren en el proyecto. Los argumentos de Washington se entremezclan con intereses comerciales propios, pues Estados Unidos busca abrir el mercado europeo a su gas natural licuado.

A pesar de las amenazas de EE.UU. y de que las relaciones entre la UE y Rusia no pasan por su mejor momento, el Gobierno alemán ha rechazado en todo momento cancelar el proyecto. El presidente, Frank-Walter Steinmeier, ha asegurado que las relaciones energéticas con Moscú son «casi el último puente entre Rusia y Europa» y ha advertido que «destruir puentes no es señal de fortaleza». Como es lógico, también Vladimir Putin ha defendido un gasoducto «absolutamente beneficioso para la economía de Europa», en sus propias palabras.

No obstante, la oposición al proyecto es cada vez más sonada. El caso del envenenamiento del líder opositor ruso Alexei Navalni y su posterior sentencia a tres años y medio de prisión tensó la cuerda entre Bruselas y Moscú. La reacción del Kremlin al reprimir las protestas contra Putin llevaron a la UE a imponer sanciones a funcionarios rusos. Moscú, que niega cualquier responsabilidad en el envenenamiento, expulsó a varios diplomáticos europeos en represalia. Pero la sangre no llegó al río. Alemania sigue defendiendo el proyecto, a pesar de que incluso Francia, país que suele actuar en tándem con Alemania en temas de la UE, pidió su paralización. También lo exige la oposición alemana en señal de protesta hacia Rusia por su trato hacia Navalni. Y también medios de referencia, como Der Spiegel, alertaron de que «los costes políticos serían demasiado altos» si Alemania completa el proyecto. La revista mencionó un punto que en el país ha resultado especialmente problemático: el hecho de que el predecesor de Angela Merkel en la cancillería, Gerhard Schroeder, no solo era amigo personal de Putin, sino también del presidente de la junta de accionistas de Nord Stream 2. El gasoducto está financiado por seis compañías, principalmente la estatal rusa Gazprom, pero también por cinco sociedades europeas: OMV, Wintershall Dea, Engie, Uniper y Shell. Al conocerse la amenaza de EE.UU. de imponer sanciones, varias compañías han decidido bajarse del carro. Es el caso de AXA, que recientemente ha dicho que no aseguraría esta aventura geopolítica. Para esta y otras grandes empresas, el coste de participar en esta iniciativa puede resultar demasiado caro.