Plan de choque para sortear la crisis

María Puerto PEKÍN / LA VOZ

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El Gobierno chino activa una batería de medidas, como una bajada de impuestos, ayudas a las empresas y la flexibilización de su política monetaria, para contener la desaceleración

20 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El Gobierno chino ha iniciado el 2019 plantando cara a la desaceleración de su economía con una amplia batería de estímulos. Bajada de impuestos, reducción de las tasas administrativas, ayudas a las empresas y flexibilización de la política monetaria son las armas que ha desplegado Pekín, de momento, para hacer frente a la ralentización. Y es que, aunque no se reconoce abiertamente, el 2018 finalizó con claras señales de alerta para la segunda economía del mundo.

Las cifras de exportaciones e importaciones cayeron en diciembre mucho más de lo esperado, toda una señal del impacto de la guerra comercial con Estados Unidos. Según los datos de la Administración General de Aduanas, las ventas al exterior en diciembre registraron la peor caída de los últimos dos años, un 4,4 % interanual, mientras que las importaciones retrocedieron un 7,6 %.

Aunque en el balance total el comercio exterior creció un 9,7 % interanual y alcanzó los 3,93 billones de euros, lo cierto es que representa un 4,4 % menos respecto al crecimiento del año anterior. A estos datos hay que sumar que las ventas de automóviles han caído por primera vez en casi tres décadas. El consumo interno sigue sin despegar y el negocio minorista se ha reducido, al igual que las ganancias industriales.

Diferentes fuentes especulan con que el Gobierno fijará un objetivo de crecimiento de entre el 6 y el 6,5 % para este año. China necesita mantener un repunte de su economía por encima del 6,2 % para cumplir el objetivo marcado en su último plan quinquenal de duplicar su PIB per cápita en el 2020 respecto al 2010, y convertirse en una sociedad «moderadamente desarrollada».

Las expectativas podrían empeorar este año si China y Estados Unidos no consiguen reconducir su batalla comercial. De momento, las negociaciones prosiguen con la fecha límite para alcanzar acuerdos puesta en el mes de marzo. La presión sobre las exportaciones ha llegado en un mal momento para Pekín, que hace frente a ajustes estructurales. El Gobierno intenta implementar un cambio de modelo económico, dejando atrás la dependencia de las exportaciones y la inversión extranjera, para apostar por el desarrollo del comercio interior y el I+D.

Pero se enfrenta a grandes retos ya que debe llevar a cabo una gran reconversión de su obsoleto sector industrial público, fuertemente endeudado, lo que implicará millones de despidos. También debe intentar controlar la deuda de las administraciones regionales, acostumbradas a vivir dopadas con inversiones en cuestionables infraestructuras, y evitar que aumente el endeudamiento privado. Paralelamente, el consumo no se activará si no suben los salarios y se invierte en servicios públicos, como educación y sanidad. En la actualidad, siguen representando un alto coste para los ciudadanos, ya que les obligan a usar sus ahorros o a recurrir a préstamos.

Ante un incierto 2019, el Ministerio de Finanzas ha anunciado medidas selectivas de estímulo, apoyando sobre todo a las pequeñas y medianas empresas y a sectores seleccionados. Por ejemplo, se aumentarán las deducciones fiscales para gastos en investigación y desarrollo. Se apoyará al sector manufacturero, víctima de la guerra comercial con Estados Unidos, y a los exportadores, ampliando las reducciones de impuestos y tasas. También se jugará con la política monetaria. El Banco Popular de China ya ha reducido cinco veces en un año la cantidad de dinero que obliga a los bancos a mantener de reserva para impulsar los créditos. En el futuro, además, no se descarta una rebaja de los tipos de interés. El Gobierno ha dejado claro que no se apuesta por una campaña masiva de estímulos como la que se utilizó para combatir la crisis financiera del 2008 o la implementada en el 2015 para impulsar el consumo con préstamos.

En un mundo globalizado, no se puede esperar que la desaceleración de la segunda economía mundial solo tenga efectos locales. Los datos publicados el 14 de enero en China provocaron la caída de las bolsas asiáticas, que a su vez arrastraron a las europeas. El precio del petróleo también bajó alrededor de un 2 %, ya que el gigante asiático es uno de los principales compradores de petróleo.