«Quedarme en la bodega fue mi mejor decisión»

MERCADOS

LOLITA VÁZQUEZ

Tiene el apoyo de su familia y de su enólogo, pero lo cierto es que más de cinco hectáreas de viñedos de la subzona Quiroga-Bibei de la Ribeira Sacra, una bodega y dos marcas de vino dependen del trabajo de una bodeguera y viticultora, Xiana Domínguez, que a sus 35 años se maneja con soltura en el sector. Sus caldos no dejan de recibir reconocimientos, y ella no puede estar más satisfecha.

29 oct 2018 . Actualizado a las 19:53 h.

Xiana Domínguez (A Pobra de Trives, 1983) se crio en una familia de bodegueros y, aunque estudió Ingeniería Agrícola en Lugo y después trabajó para una bodega en Valencia, siempre tuvo claro que volvería a casa para hacerse cargo del negocio familiar. El hogar, el terruño, los viñedos, el paisaje, la familia y los amigos siempre tiraron. Ella cree que es un privilegio vivir en la Ribeira Sacra.

-¿Cómo echó a andar la bodega Chao do Couso?

-Este año se cumple el veinte aniversario de la bodega, que está en la parroquia de Piñeiro, en A Pobra de Trives. Mis padres tenían sus trabajos, pero los dos debían superar unas oposiciones, y como no sabían cuál iba a ser el resultado y mi hermana y yo éramos pequeñas, decidieron hacer un negocio del vino y de las viñas que ya tenía mi abuelo. Montaron una bodega, al principio pequeña, y fueron ampliando el viñedo. Afortunadamente los dos aprobaron, pero siguieron compatibilizando las dos cosas.

-¿Y usted en qué momento se incorporó?

-Yo me fui a Lugo a estudiar Ingeniería Agrícola y al acabar estuve una temporada en Valencia trabajando en una cooperativa en la que era técnica de calidad, pero ya a los seis meses decidí venirme, pensé que en ningún sitio iba a estar como en casa. Hice esa carrera pensando en hacerme cargo algún día de la bodega, pero tampoco sé muy bien en qué momento lo decidí. Supongo que al acabar los estudios me fui por conocer un poco de mundo y saber lo que se hacía fuera, pero ya va a hacer diez años que estoy aquí.

-¿Nada más volver ya se puso al frente de la bodega?

-A los pocos meses de volver, a mi padre le diagnosticaron esclerosis múltiple, y entonces ya me quedé yo. Mi padre está bien, afortunadamente, pero se jubiló en ese momento y me puse yo al frente.

-¿Cómo llevó esa responsabilidad, así de repente?

-Estaba preocupada por mi padre, porque fue un golpe duro para todos. Pero yo ya volví con la intención de hacerme cargo de esto. Puede que al principio verme sola me agobiase un poco, pero mi padre me ayudó mucho, y lo mismo el enólogo que tengo, Luis Buitrón, que me conoce desde que era niña. Es el que tenía mi padre y lleva veinte años con nosotros.

-¿Jugaba ya usted entre viñedos de pequeña?

-Tengo muchos recuerdos de esa época. El trabajo entonces se hacía de otra forma, me acuerdo de arar las viñas con el burro o de apañar cántaros de agua para dar sulfato. Y de ir a vendimiar, que antes iba toda la familia y luego se hacía una fiesta, comíamos todos en la viña... Yo ya me crie entre los bancales. A veces me caían unas reprimendas tremendas si no atendía el trabajo y me iba a jugar... Anécdotas que a día de hoy me parecen muy divertidas.

-¿Siempre tuvo claro que quería vivir en el campo?

-Cuando era adolescente creo que en lo único que pensaba era en irme, y siempre quise irme a un sitio con mar, y me fui a Lugo, que no tiene mar, y acabé volviendo a casa porque quería estar aquí. Me encanta vivir en el rural, con mis montañas y con esta tranquilidad. Creo que volver y quedarme fue mi mejor decisión.

-¿Cómo son sus vinos?

-Estamos en la subzona Quiroga-Bibei de la Ribeira Sacra. Es la zona del río Bibei y fuimos los últimos en entrar en la denominación de origen, que se creó poco antes de montar mi padre la bodega. Él hacía un mencía crianza, Alcouce, y yo ahora hago también un mencía joven, Xiana.

«Mi vino propio lo hice porque me lo pedían en Trives, y no me cansaré de darles las gracias»

Xiana Domínguez comercializa las dos marcas: Alcouce, que ya hacía su padre, y la suya propia, Xiana.

-Xiana lleva su cara en la etiqueta, ¿cómo se le ocurrió?

-Es que el año que decidí hacer mi propio vino, en el 2015, cayó aquí una tremenda granizada y lo arrasó todo. El vino iba a tener otro nombre y otra etiqueta, pero como fue todo muy complicado, decidí darme un homenaje y le puse mi nombre. Y al final todo salió bien, estoy muy contenta con el resultado del vino.

-¿Cómo puede con todo usted sola, que es autónoma?

-Hasta la vendimia procuro ocuparme yo de todo y para la época de la poda contrato gente, también para desbrozar o sulfatar. Depende de si me apaño sola o no. Del personal de la vendimia se encarga una bodega, porque además de hacer nuestros propios vinos, la mayoría de la producción de uva la vendo.

-¿Cuántas hectáreas trabaja?

-Ahora tenemos cinco y media, cada año vamos ampliando un poco. Algunas ya eran de mis abuelos y otras las fuimos comprando.

-Tres años tiene su vino y ya está consiguiendo reconocimientos. ¿Cuál es el secreto?

-El primer año ya fue un éxito. Los dos vinos tuvieron varios premios, el último fue en un concurso que organiza la Federación Española de Enólogos. El Xiana consiguió el Gran Oro, la máxima distinción, y el Alcouce consiguió la plata. Estoy muy contenta. Los premios para mí son un reconocimiento a mi trabajo y al de mi enólogo, pero sobre todo, me alegro por la zona, porque es una promoción muy buena. Pero ya si hablamos del vino, el mérito es de mi enólogo. Yo le dije más o menos lo que quería y el resultado no pudo ser mejor. Él manda y yo cumplo órdenes. Creo que formamos un gran equipo.

-¿No le asusta trabajar en un mundo de hombres?

-No. A lo mejor hace treinta años... Me siento arropada por la familia y por los vecinos, porque mi vino propio, Xiana, lo hice porque me lo pedían en los negocios de Trives y no me cansaré de darles las gracias. Nunca noté ninguna discriminación por ser mujer, aunque alguna vez me gustaría que hubiese un ambiente algo más femenino en el sector, la verdad.