Magín Alfredo Froiz, el tendero que es libre en el mar

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

RAMON LEIRO

Le gusta definirse como tendero, sin jamás reclamar su título de empresario. Lo definen como austero y respetuoso con lo social. Amante del deporte, se le vio con las mangas de la camisa remangada y retirando lodos del puerto deportivo de Pontevedra. Su imagen fue simbólica y reivindicativa: «Aquí venían 70 piragüistas, chavales, y miren como está».

08 abr 2018 . Actualizado a las 17:19 h.

Magín Alfredo Froiz Planes es un empresario gallego por los cuatro costados aunque nacido en Barbastro (Huesca), el 14 de diciembre de 1943. Quizá por casualidad. Sus padres se llamaban Celso y Luisa; él de O Corpiño (Lalín), ella de Aragón. Los unió la guerra civil, cuando Franco envió a su progenitor al Ebro. «Ellos han sido un ejemplo de trabajo y honradez para mi», declara a La Voz el empresario, que recuerda de su niñez «mi casa de Portosanto, en Poio, y la ría de Pontevedra».

Austero. Desde siempre. Estudió en el colegio Inmaculada Concepción el Bachillerato superior y en el instituto de Pontevedra el preuniversitario: «Recuerdo a mis profesores que me inculcaron disciplina, trabajo, sacrificio, educación y respeto». Con 15 años, tras aprobar todas las asignaturas de quinto de bachiller en junio, le pidió a sus padres irse de vacaciones a Barbastro, a la casa de sus abuelos maternos. «Llegué allí después de mil kilómetros de tren viajando en tercera. Estaba muy contento y nada más verlos le dije a mis abuelos: vengo de vacaciones y ellos me contestaron ‘muy bien, muy bien, mañana a las siete en pie que tenemos mucho trabajo’». El empresario dice que gracias a aquella visita fue «muy feliz en mis únicas vacaciones trabajando para la familia en el taller de persianas que tenían los padres de su madre». ¿Feliz? Argumenta que sí por dos razones. Primero, por serles útil y segundo porque «la paga del fin de semana que le daba el abuelo era buena».

El crédito de un ganadero

El empresario, al que le gusta poner en valor la profesión de tendero, con la que se define, tiene presentes aquellos momentos en los que acompañaba a su padre por el rural gallego a las ferias de ganado. «De él -dice- aprendí a negociar y a valorar el trabajo de los proveedores, el compromiso de la palabra y a cumplir lo pactado». Un día, ayudándolo a surtir la carnicería familiar, recibió el primer crédito de un ganadero de Santa Comba. «Levao rapaz que xa me pagarás -me dijo-. Y eso no se olvida».

Reconoce, sin embargo, que los bancos siempre se portaron bien con él, y él con ellos porque saldaba cuentas religiosamente. Cuando terminó sus estudios comenzó a trabajar en una empresa constructora, pero al poco tiempo inició su verdadera profesión como autónomo en la carnicería de un pequeño supermercado localizado en la calle Cobián Roffignac. Allí, el dueño del establecimiento le propuso alquilarle la sección de cárnicos; aceptó y salió corriendo a buscar a su madre para que le enseñara a cortar un filete «porque no tenía ni idea». Dos años después, le ofrecieron el traspaso de todo el supermercado. Dijo que sí y con 24 años gestionaba una plantilla de 12 personas y perdía 3.000 pesetas diarias.

En 1968 remodeló el local de 300 metros cuadrados y lo abrió con el rótulo comercial Supermercado Froiz. En el 79 inauguró un segundo establecimiento en la ciudad, en 1990 construyó el almacén logístico central en Lourido, en Poio, donde está la sede de una compañía que hoy tiene 310 puntos de venta en España y en el norte de Portugal, genera 5.100 puestos de trabajo -el 80 % fijos- y su nivel de facturación supera los 632 millones de euros (sin IVA).

Roberto Tojeiro, presidente del grupo de distribución Gadisa, pone en valor a un «competidor duro, honesto y leal, que es además un luchador y trabajador nato». Lo conoció a principios de los noventa, y desde ese momento mantienen relación. Reconoce que lo admira, al tiempo que le recuerda por su fortaleza empresarial a su padre.

Galeguista y solidario

También Luciano Sobral, el alcalde nacionalista de Poio, dice que Froiz es un trabajador incansable y luchador. Reconoce que el empresario colabora con el concello, es solidario con los vecinos y lo hace sin quererse publicitar. Dice de él que «fala moito, ten visión da defensa da economía local e non é partidario das grandes multinacionais».

Sobral clasifica a Froiz como una persona próxima a la «dereita galeguista, que defende certos valores do país. Quere moito a Galicia e nótaselle o apego á terra. Eu vexo que é así, e tamén o síntoo». Confiesa el regidor municipal que con el empresario se puede hablar de todo -política incluida- aunque las visiones sean diferentes. Le gusta abordar conversaciones centradas en asuntos sociales y en el deporte de base.

Evaristo Portela, director del grupo deportivo Froiz, es una de las personas cercanas al empresario. Relata cuando lo vio llorar en el entierro de una empleada en Vilagarcía, o el día que le entregó 2,5 millones de pesetas a un empleado para poder afrontar una grave enfermedad o cuando le preguntó a otro trabajador por qué utilizaba el coche de empresa y al enterarse que no tenía dinero para arreglar el suyo, le exigió que lo llevara al taller y que le enviaran a él la factura. «Para el señor Froiz no todo es beneficio, beneficio, beneficio. Me dice que lo tutee, pero me resulta imposible», argumenta Portela. «Un día le quisieron comprar la empresa y bien pagada. Le ofrecieron miles de millones de pesetas. Él les dijo que mientras ganara un euro y tuviese para las nóminas, la firma no se vendía». Pero antes reunió a los hijo. Quería saber cómo respiraban; no lo defraudaron.

Antonio, José y Braulia

Con ellos, la continuidad de la compañía está garantizada. Son tres: Antonio, José y Braulia. «Su dedicación -dice el patriarca- es total, y todos ellos gestionan diferentes departamentos en base a su experiencia y formación». Magín Froiz, padre orgulloso, se caso con «Pepa -así la llama él-, compañera de estudios y amiga desde la infancia. En el 2017 cumplieron 50 años de casados. Este año toca ya el 51. Aunque el empresario tiene buen carácter, ella sabe frenar su temperamento, que a veces lo enseña.

El empresario es de naturaleza dura, lo que le permite soportar los achaques sin quejarse y sin dejar de ir a la empresa, en la que él tiene la última palabra. Ya no hace 80 o 100 kilómetros en bicicleta por las carreteras gallegas siendo «guerrillero y liándola» con su equipo, dice Portela. La bici la practica más en casa, y los fines de semana, siempre que puede, sale a navegar. Froiz declara que «esa sensación de libertad que te da el mar, es incomparable. Navegar con el viento, sin ruido, sin contaminar, es extraordinario». Su barco se llama Sebrala (la unión de la primera sílaba de tres nombres: Sefi -que era como se conocía en el colegio a su mujer-, Bra del nombre de su hija Braulia y la del nombre de su nieta Lara), y allí se da cita con cinco o seis amigos: Pardilla, Ramos, un capitán de la marina y dos amigos que son empleados.

DNI

Sangre gallega y maña. Magín Alfredo Froiz nació en Barbastro (Huesca) en 1943. Su madre, Luisa, era aragonesa y su padre, Celso, gallego. Se trasladaron a Galicia, donde regentaron una carnicería en la plaza de abastos de Pontevedra que aún conservan el empresario y sus hermanos.

Y se hizo autónomo. Comenzó siendo autónomo y arrendando el puesto de carnicería de un supermercado. Dos años después nació el primer Froiz. 

Hablador. Es conversador. Le gustan los temas sociales y deportivos, sobre todo si tienen que ver con el ciclismo y la vela.