Cómo combatir la plaga del plástico

Sara Cabrero
Sara Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Cada segundo, más de 200 kilos de este residuo acaban en el mar; el trabajo de concienciación está consiguiendo, a un ritmo aún lento, que la sociedad apueste por darle una segunda vida

26 mar 2018 . Actualizado a las 11:09 h.

Desde la alimentación hasta la tecnología pasando por la higiene o la energía. Si echamos un vistazo a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que estamos completamente invadidos por el plástico. El omnipresente material se ha hecho imprescindible para afrontar nuestro día a día y a pesar de su importancia en la economía de consumo en la que vivimos inmersos, seguimos sin ser capaces de dar con una solución definitiva para la gestión de los residuos que arrastra consigo.

China se plantaba a principios de este año y decidía dejar de ser el gran vertedero del planeta. Hasta ahora, cada año iban a parar al gigante asiático millones de toneladas de residuos plásticos procedentes de todo el mundo. El país compraba el material en fábricas de todas partes -principalmente de países desarrollados- para reutilizarlos y aliviar la escasez de ciertas materias primas. Pero se acabó. En el 2016, la república popular adquirió 7,35 millones de toneladas de plástico, lo que supuso el 55,3 % del total mundial, según los datos de la ONU. España también aportó a la causa: nuestro país envió 207.835 toneladas de este residuo. Pero China ha cerrado el grifo y a partir de ahora habrá que buscarse un plan B.

Según Greenpeace, cada segundo, más de 200 kilos de plástico son vertidos en mares y océanos del mundo, lo que supone más de 8 millones de toneladas al año. Hasta el objeto aparentemente más inofensivo contribuye a este quebradero de cabeza mundial. Según los expertos, un bastoncillo de los oídos tarda 300 años en degradarse, por lo que es mejor ni pensar en objetos más voluminosos y complejos.

Algunos estudios recientes demuestran que de los 275 millones de toneladas de producción total de basura de plástico que se registraron en el mundo, ocho acabaron directamente en el mar. Si no nos ponemos serios y la cosa no cambia, en el 2025 la cantidad acumulada en las aguas de nuestro planeta podría alcanzar los 155 millones de toneladas. El mar de plástico empieza a ser una realidad y un problema de grandes dimensiones. Pero no todo está perdido.

La concienciación y la educación son las dos armas con las que organizaciones como Cicloplast pretenden encontrar un antídoto contra una de las plagas del siglo XXI. Y no van muy desencaminados. El reciclado de plásticos en los hogares españoles creció un 7,4 % durante el 2016, consiguiendo que cada ciudadano recupere 10,3 kilos de este producto, casi uno más que durante el año anterior. Los gallegos tampoco nos quedamos atrás, y durante el 2016 alcanzamos una media de 7,4 kilos. «Reciclamos cada año más plásticos en nuestros hogares, pero queda margen de mejora en materia de prevención. Es imprescindible pasar de una economía lineal, donde se desperdician plásticos en los vertederos, a una economía circular donde el residuo plástico se convierte en recurso material o energético», asegura Teresa Martínez, directora general de Cicloplast.

El primer paso lo tenemos que dar desde casa. Separar y enviar los recipientes plásticos al contenedor amarillo es un pequeño paso que puede marcar mucho la diferencia. Después de este simple gesto viene todo lo demás. En las más de 90 plantas repartidas por toda España se separan los distintos tipos de residuos para después triturarlos, lavarlos y generar un nuevo material que permita crear nuevos productos cerrando así el proceso de la economía circular. De lo que nosotros tiramos a la basura considerando desperdicio nacen nuevos artículos como piezas para la automoción y el menaje, bolsas de basura, botellas y bidones, tubería o incluso juguetes y productos de ocio.

La apuesta por I+D es el camino para conseguir poner solución a aquellos desperdicios que todavía se escapan de este círculo. Proyectos como el emprendido por Cicloplast -en colaboración con otras organizaciones del sector-- demuestran que aún hay mucho que hacer. Un reciente estudio demostró la posibilidad de transformar las cajas de poliestireno expandido (EPS), utilizadas habitualmente como envase para almacenar productos frescos como el pescado, en envases de yogur. Y esto es solo una pequeña acción. Toca sentarse a pensar, porque hay mucho en juego.