¿Quién ayuda a una ONG a ayudar?

Laura García del Valle
Laura G. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

ANDRES MARTINEZ CASARES

El tercer sector en España vive en un 60 % de fondos privados, que corren peligro tras el escándalo Oxfam; las entidades gallegas se mantienen hoy sin el 0,7 % pactado del presupuesto autonómico

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:03 h.

El mundo entero se volcó con la agonía de los haitianos al ver cómo el terremoto del 2010 dejó su vida reducida a escombros. Los españoles no fueron menos, y aportaron 66 millones de euros a oenegés nacionales en aras de que ayudaran a solventar la grave situación que vivía el país más pobre de América. Hecho el donativo, limpia la conciencia. Pero los remordimientos azotaron con fuerza hace unos días a los miles de benefactores que contribuyeron con la causa, tras destaparse el escándalo de que varios directivos de Oxfam participaron en orgías con prostitutas -algunas menores- a cuenta de las arcas de la organización. No fue un caso aislado: Save the Children y Médicos Sin Fronteras ya han reconocido casos de abusos sexuales en el seno de sus entidades y la espantá de un elevado porcentaje de los socios no se ha hecho esperar. Con el agravante de que si la base social ha sido un sustento clave de estas entidades, ahora lo es más que nunca.

Con las ayudas públicas en mínimos históricos y un temido efecto dominó del caso Oxfam sobre la mesa de muchas entidades, las cuotas y el capital privado son prácticamente el salvavidas de las organizaciones no gubernamentales. Pero, ¿qué pasaría si lo perdieran? Está claro que no se lo pueden permitir. Según datos de la Coordinadora de Organizaciones de Cooperación para el Desarrollo, en el 2015 las oenegés recibieron casi 300 millones de euros de fondos privados y 176 millones de ayudas públicas. Más del 60 % del colchón con el que estas organizaciones cubren proyectos de desarrollo (59 %), acciones humanitarias (22,5 %), mantenimiento de estructuras (14 %) y campañas de sensibilización (5 %).

pacto incumplido

La maquinaria de captación de empresas hace tiempo que está en marcha, igual que la obsesión por mantener a aquellos que tienen la vena filantrópica más desarrollada y pagan religiosamente sus cuotas. No es para menos. Basta con echar un vistazo a Galicia. Una de las comunidades que más depende de la generosidad de sus vecinos para contrarrestar la ínfima ayuda gubernamental, de un 0,04 % del presupuesto autonómico, a mucha distancia aún del 0,7 % prometido en el 2009 para antes de que terminase el 2017.

tiempos difíciles en galicia

De esto sabe, y mucho, Laura Casal, técnica de cooperación de Amigos da Terra. Esta oenegé es una de las quince que el pasado año recibió una subvención -de 175.000 euros de los más de tres millones que aportó el Gobierno gallego- para llevar a cabo un proyecto en el exterior. En este caso, de adaptación al cambio climático en Las Segovias (Nicaragua). Reconoce que son tiempos difíciles y que pese a las cuotas de los socios, «que se han mantenido estos años», y al apoyo del sector privado, «hay muchas iniciativas que no se pueden realizar». «Somos uno de los sectores en los que más se recortó durante la crisis, retrocedimos en financiación a los años noventa y ahí nos hemos quedado». Casal, que ha visto el baile de entradas y salidas de empleados en la oenegé en la que trabaja por falta de recursos económicos, también ha comprobado, explica, que lo que se les exige en relación a lo que se les da es inversamente proporcional. «Estamos acostumbrados a rendir cuentas, damos un reporte de todo lo que hacemos para demostrar nuestra transparencia, que es total».

El canto a la transparencia es fundamental en el tercer sector de cara a la imagen pública, ya que las manzanas podridas de grandes oenegés llenan ya demasiados cestos y pueden dejar a un lado relevantes datos. Por ejemplo, que según varios estudios recogidos por la Asociación Española de Fundraising (captación de fondos), por cada euro invertido en causas relacionadas con la tercera edad, el impacto económico se multiplica por cinco (menor autonomía y mayor capacidad de contribuir a la sociedad); por once en los proyectos vinculados a la infancia (reducción del fracaso escolar y mayor igualdad social); y hasta por quince en el caso de acciones que combatan la pobreza (mejora de la alimentación y la salud, y reinserción laboral).