El amigo americano da la espalda

Rita Álvarez Tudela LONDRES / LA VOZ

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CLODAGH KILCOYNE

May pide ayuda a Trump tras la decisión de Washington de imponer un fuerte arancel a una fábrica de Bombardier en Irlanda del Norte, un territorio clave para el Gobierno londinense

15 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La que parecía una pequeña disputa entre Boeing y Bombardier se ha vuelto un dolor de cabeza político a ambos lados del Atlántico tras el anuncio del Departamento de Comercio de Estados Unidos de imponer un arancel del 220 % a los aviones de la serie C de Bombardier, cuyas piezas son fabricadas en una planta de Belfast. «Amargamente decepcionada por la decisión inicial sobre Bombardier», reconoció la primera ministra británica, Theresa May, antes de reclamar por vía telefónica al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ayudara a resolver la disputa para los que definió como «empleos vitales» para Irlanda del Norte.

Este anuncio supuso un problema directo para la primera ministra británica, quien gobierna en minoría gracias al apoyo del Partido Unionista Democrático (DUP) del Ulster, liderado por Arlene Foster, quien no tardó en pedirle que intermediase para salvar los 4.200 puestos de trabajo de la planta de Bombardier en Irlanda del Norte.

La factoría, que comenzó a operar en el 2009 y fue valorada en 560 millones de libras (unos 635 millones de euros), fue en su momento la mayor inversión en Irlanda del Norte procedente de fuera del Reino Unido. En la actualidad, Bombardier es el principal empleador manufacturero en la región, la más pobre de las cuatro en las que se divide el Reino Unido, y cuya futura frontera está llena de sombras por la falta de consenso en las negociaciones del divorcio europeo entre Londres y Bruselas.

En este escenario, la respuesta de Downing Street fue clara e inmediata, advirtiendo a Boeing de que la puesta en marcha de represalias desde su lado eran fáciles de activar. Su mejor baza para contrarrestar la decisión de Washington sería dejar a la compañía estadounidense fuera de los futuros contratos que asigne el ministerio de Defensa británico para la compra de aviones y helicópteros.

Londres descarta por el momento cancelar los pedidos ya cerrados con Boeing de nueve aviones espía P-8 y 50 helicópteros Apache, pero recalcó que la firma está buscando otros contratos en el Reino Unido. «Sabemos que volverán a llamar a nuestra puerta», filtraron sin tapujos fuentes ministeriales británicas a la prensa.

El Departamento de Comercio americano actuó en respuesta a la queja de Boeing, que acusa a Canadá de subvencionar de forma injusta a su rival, pero las repercusiones más fuertes tuvieron lugar en los despachos del Gobierno británico en Londres, preocupado por el apoyo político desde Irlanda del Norte. En su defensa, Boeing alega que Bombardier ha recibido en total unos 2.500 millones de euros en subsidios procedentes de Reino Unido y Canadá, lo que le permite vender sus aviones a Delta a un menor precio que el coste de producción.

«No es el comportamiento que esperamos de Boeing y llega a complicar nuestras relaciones futuras con ellos», advirtió el ministro de Defensa británico, Michael Fallon. «Boeing quiere y nosotros queremos una asociación a largo plazo, pero tiene que ser de doble vía», puntualizó.

La disputa pone en entredicho la capacidad del Reino Unido para tender puentes con Estados Unidos y tener una fuerte relación comercial al otro lado del charco cuando salga de la Unión Europea. El Ejecutivo de May insiste en poner la mirada en países como China, Australia y Singapur para reemplazar los actuales contratos con su principal socio comercial, el bloque común, pero este primer patinazo hacer despertar los temores de que las cosas no serán tan fáciles como prometen los brexiters.