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Los interrogantes de la concha del mejillón

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Alvite

La diferente clasificación del desecho del mejillón según si tiene o no carne ha acabado en multas a las empresas transformadoras del producto

19 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El mejillón está envuelto en la concha y su concha, envuelta en un monumental lío legislativo. Un embrollo legal a tres bandas en el que se han enzarzado Bruselas, la Xunta y el Ministerio de Agricultura y del que, según expertos del sector, podría salirse fácilmente sin necesidad de tanta letra normativa en el boletín o diario oficial.

Desde el principio. Todo empezó hace poco más de medio año cuando por prácticas no del todo correctas -todo hay que decirlo-, empresas conserveras, depuradoras y cocederos empezaron a recibir multas por la gestión de esa concha. El uso más común de ese envoltorio es el abono de fincas agrícolas, con lo que es habitual ver en el paisaje gallego leiras cubiertas de cáscaras de mejillón. Y muchas veces olerlas. Eso precisamente es lo que detonó las denuncias vecinales que dieron pie a la intervención del Seprona y a la posterior apertura de expedientes que acabaron en sanción.

Son de poca cuantía, pero multas al fin y al cabo que podrían evitarse si se clarificase de qué se están desprendiendo las empresas. Es basura, por supuesto, pero ¿de qué tipo? ¿Es un residuo? ¿Se trata de un subproducto? Algo que al consumidor en el hogar le trae sin cuidado, pues va al mismo cubo que las mondas de las patatas o las cáscaras de los huevos, adquiere vital importancia para las empresas que lo procesan a nivel industrial.

Fertilizar suelos

Si es residuo, la concha puede emplearse para lo que en términos normativos se denomina «enmienda directa de suelo», que en lenguaje común viene a ser para «estercar as leiras». Otra cosa es si ese desecho del mejillón se considera un subproducto de origen animal no destinado al consumo humano, que los expertos suelen abreviar empleando sus siglas: sandach. Ahí empieza el lío. Hay sandach categoría 1, que ese sí que tiene peligro, pues es material de riesgo, como los sesos de las vacas locas; categoría dos, más inocuo, pero que tiene que recibir un tratamiento específico por parte de un gestor autorizado; y categoría 3, que puede ir a enmienda directa de suelo.

Lío por la categoría

¿Y en cuál se enmarca la concha del bivalvo? Está claro que categoría 1 no es, pero puede tratarse de la 2 o la 3. Todo depende de si el residuo tiene carne o no. Si está limpio o tiene pequeños restos de carne, el reglamento comunitario que establece qué hacer con esas tipologías de subproducto (el 1.069 del 2009) permite depositarlo sobre las fincas directamente. Pero si presenta restos importantes, como el músculo, todo o en parte, o el mismo mejillón muerto, se entiende que se trata de categoría 2 y tiene que ser entregado a un gestor autorizado para ser sometido a un tratamiento específico, como los aceites o los neumáticos. Ni que decir tiene que eso encarece enormemente los costes.

Por si esa maraña no fuese suficiente, las consellerías de Medio Rural y Medio Ambiente preparan un decreto de fertilización en el que clasifican ese residuo según su procedencia. Si llega de cocederos o de conserveras, se tiene por categoría 3 y se puede dedicar a abonar fincas. En cambio, si se desecha desde depuradoras, será del tipo 2 y necesita ir a un gestor autorizado. Fernando Otero Lourido, abogado especializado en industria alimentaria, cree que se está embrollando la cuestión sin necesidad, puesto que el artículo 14 del reglamento comunitario entreabre la posibilidad de dejar en manos de las comunidades autónomas la clasificación de la concha y el uso que se le debe dar, siempre que quede salvaguardada la salud pública y el medio ambientes.

En opinión de este especialista, el criterio de la procedencia es inexacto y discriminatorio y complica la labor de los depuradores y, por tanto, sería suficiente con que la Xunta de Galicia determinase que la concha limpia se considera residuo y la que lleva pequeños restos de carne, sandach tres, provenga de donde provenga, con lo que podría ir a enmienda directa de suelo, sin la complicación añadida de que, si se lo asimila a residuo, habría que dar de alta ante Medio Ambiente cada finca que se quiera fertilizar con este abono y aportar un aval de 10.000 euros. «Algo inviable», sentencia.

Concha de mejillón. Corrige la acidez del suelo

La concha de mejillón es un material compuesto por carbonato cálcico (supone entre el 95 % y el 99 % del peso de la concha) y pequeñas cantidades de otros elementos minerales como nitrógeno, azufre, fósforo, potasio y magnesio. Los científicos han comprobado que mejora las propiedades químicas de los suelos ácidos, como los de Galicia, y aumenta su calidad y fertilidad.

Reglas para el uso como fertilizante

El problema de la concha de mejillón no es baladí. No hay que perder de vista que Galicia produce en torno a 250.000 toneladas de bivalvo al año y la concha supone el 25 % del peso total de la pieza. Descartando la cantidad que se destina al consumo en fresco -y que acaba en la basura común-, lo que va a la industria puede generar alrededor de 20.000 toneladas de desecho, que otras fuentes elevan a 6.000. No es de extrañar entonces que en ese decreto de uso de fertilizantes recoja el problema de la concha y regule cómo debe emplearse.

Distancia a las viviendas

El proyecto establece que la leira en la que se deposita debe estar a más de cien metros de las viviendas. Y no debe permanecer amontonada antes de extenderse durante más de 48 horas. Fija también la cantidad máxima de concha por hectárea y año que puede aplicarse a los suelos agrarios. Así, no podrá exceder de 9 toneladas al año por hectárea y no podrá fertilizarse más de tres años seguidos. Transcurrido ese tiempo se analizará el PH del suelo.

Fernando Otero, además de eliminar la distinción entre la concha de cocederos o conserveras y la que viene de depuradoras, sugiere que debería recogerse en la normativa la posibilidad de acumular concha en lugares habilitados al efecto para aquellas temporadas en las que la oferta de concha supera a la demanda; esto es, fuera de la temporada de fertilización. Y Otero cruza los dedos para que Agricultura no se meta mucho y acaben regulando la cuestión desde la Castellana.