El mejor casco histórico está en Chantada

Rodrigo Fernández
Roi Fernández TEXTO Y FOTOSCHANTADA

CHANTADA

El emergente turismo en la comarca pone en valor en el pueblo de Chantada el centro antiguo más valioso que hay en todo el sur de la provincia de Lugo

02 oct 2023 . Actualizado a las 19:00 h.

Engordada con cemento, ladrillos y hormigón a finales de los años 50 y comienzos de los 60 y aún más en los 70 y 80 del siglo pasado, igual que muchas otras capitales municipales de Galicia y con anárquico urbanismo, esta localidad consiguió mantener intacto un homogéneo entramado de rúas y plazas, albergando todavía vida, vida humana y vida comercial. Es el casco histórico de Chantada. Esta homogeneidad unida a una calidad de las construcciones en una orografía un poco irregular por su inclinación confiere a la zona antigua de Chantada una identidad y belleza difícil de igualar. Se trata también de un espacio al que está llegando últimamente el turismo, algo a lo que sus vecinos y los demás habitantes del pueblo no estaban muy acostumbrados.

En el último lustro, pandemia a parte, no resulta difícil encontrar, por ejemplo, la escena de una señora asomada a una galería que mira extrañada para un forastero fotografiando el antiguo protector de fundición del bajante del canalón de su casa. O a dos personas que desdoblan y escudriñan un mapa callejero en medio de la rúa Leonardo Rodríguez. También a un grupo de personas al atardecer, con sus manos a modo de visera en la frente, que intentan luchar contra los rayos de sol que les que impiden fijar la vista en los detalles de las hermosas aunque ya deterioradas galerías de las casas de la Praza do Mercado; al mismo tiempo que otros tocan y miran de cerca las desvencijadas y enormes B y S de la puerta del Banco de Soto.

O como alguien habla con creíble autoridad sobre heráldica señalando con un bastón de trekking los cuarteles de los escudos de la casa de Lemos mientras quienes debían estar atendiendo dirigen sus miradas y sus pasos a otras caras de tan singular casa. Y así descubren la fachada principal y avisan de que allí está lo que buscaban, la oficina de turismo, y dejan al entendido en escudos hablando solo sobre mazas, lobos, flores de lis…

Tampoco resulta ya extraño ver a unos desconocidos en la Alameda que desde la pasarela del Asma señalan con sus índices a un lado y al otro de las barandillas descubriendo truchas, para algunos una verdadera experiencia zoológica. Eso antes de que crucen el río y queden sorprendidos con el Muíño do Esqueleto y abraiados por la antigua fábrica de curtidos do Merluza.

Tampoco es ya raro que un día de feria algunos visitantes de otras localidades —en cierto modo, también turistas— que deambulan por la Alameda, vuelvan la mirada atónitos al ver pasar a un grupo con cara de fatiga y ataviado con bastones, mochila, sombreros y calzado de montaña. Son otros turistas, los peregrinos del Camino de Santiago que casi exponencialmente aumentan su presencia por toda Chantada, tanto que del mismo modo ha aumentado la oferta de alojamiento en diversas zonas del pueblo.

Una zona protegida y otra no

El compacto pueblo de Chantada de hoy no es el diseminado grupo de núcleos de hace cien años. A Santa Mariña, Marín, Pousada, Castro Pousada, A Costaña, Zaquín, Basán Grande, Basán Pequeno y el centro histórico oficial actual, constituían las aldeas físicamente separadas de la parroquia de Santa Mariña de Chantada.

Por el territorio que albergaba estos núcleos, discurrían y discurren los arroyos de Redondelle, que viene de Centulle; y O Rego, que llega desde el Monte Redondo y atraviesa la Praza de Santa Ana, donde pasaba por debajo del llamado Pontillón, ya desaparecido y sobre el que fue construida la rúa Xoán XXIII, que en su zona más reciente no consigue desprenderse del apelativo de calle Nueva, un espacio que pudo ser en su tiempo una separación verde de zona nueva y zona antigua. Ambos arroyos son afluentes del Asma a la altura de A Leira y A Alameda, respectivamente, y dividieron en su momento distintas zonas urbanas.

Curiosamente, la Praza de Santa Ana con la avenida de Ourense hasta Catro Camiños, A Costaña, toda la calle Doutor Mariano Cedrón, el comienzo de la avenida de Monforte hasta Xoán XXIII —donde se conserva intacto el largo jardín de la Casa da Ferrallas— y la calle Uxío Novoneyra hasta la Fuente de a Lama das Quendas; quedaron excluidas de la protección de la figura del casco histórico. Realmente y con sobrados argumentos son espacios que reunían la condiciones para su preservación, debido a la antigüedad, calidad, singularidad y usos de los edificios, unos ya demolidos pero otros todavía en pie. Se trata de casas antiguas de una o dos plantas con fachadas de trabajado granito ornamental, que contrastan con los enormes edificios a los que están pegados, con desmesuradas superficies verticales sin ventanas y paneles ondulados. Para descontento de muchos habitantes, el ejemplo de la Praza de Santa Ana.

Un tesoro en la otra orilla.

Aunque pertenece a otra parroquia, el barrio de A Ponte forma parte del entramado del pueblo de Chantada, como nexo principal entre el germen urbano de Santo Estevo en San Salvador de Asma y la capital municipal.

Constituido por casas antiguas que en su apogeo fueron locales de diversos comercios e industrias, todavía mantiene la esencia de barrio histórico con sus fuentes y calles estrechas con vida. Un barrio que por lindar con la zona histórica de Chantada, río y puente por medio, parece merecedor de un nivel de protección arquitectónica con rigor. Podría peatonal tan solo con la deseada construcción de otro puente para aliviar el tráfico que sufre el embotellamiento del paso por la estrecha calle principal de este lugar.

Los únicos soportales históricos

De esbeltas columnas arcadas unos, otros de enormes sillares con viejísimas vigas de castaño también con fustes únicos de granito con basa y capitel, o unidos por arcos de circunferencia debidamente adovelados. E incluso los hay con hormigón armado de la primera época de este sistema. Con techos de elegantes artesonados, de pontones y tablas los más modestos y algunos conservando disimuladas trampillas de contacto con la calle y muchos de ellos con faroles colgados. Así están construidos los soportales de Chantada, una modalidad de la arquitectura que permitió a los habitantes del pueblo resguardarse de la lluvia y también del sol durante muchos años. Y así lo seguirán haciendo. Los soportales de Chantada son el único ejemplo de este tipo de arquitectura en un amplísimo radio desde el corazón de Galicia. Son los únicos soportales históricos entre Lugo, Villafranca, Santiago y Ourense.

Como un libro abierto

El casco histórico de Chantada es un libro abierto que ayuda a entender su cronología. Del mismo modo que en un árbol comprobamos su edad contando los anillos del tronco, la vieja Chantada urbana nos indica con el tipo de materiales y su estilo de construcción por dónde ha nacido y cómo ha ido creciendo.

Así sabemos que las primeras casas se construyen cerca del río, a un lado y a otro de la vía romana. Concretamente, en la actual rúa Formoso Lamas, que llega de Belesar atravesando el puente sobre el Asma, pasando la Alameda y subiendo luego por esta empinada calle con curva tras la que comienzan unos soportales arcados que continúan hasta la Praza do Mercado.

Hace aproximadamente treinta años se vaciaron los interiores de algunas casas de esta parte, respetando únicamente la fachada de la calle. Algunas de estas casas eran verdaderos museos de la construcción y no todas estaban deterioradas. Pero todavía queda alguna en este tramo en la que no se ha ejecutado ninguna obra y donde se conservan caballerizas, cuadras, bodegas y magníficas lareiras, sillares de granito, tabiques de entramado de gruesas ramas de castaño entrelazadas en los maderos verticales y revestidas con argamasa, entre otras características.

Es de suponer que los inicios urbanos corresponden a esta zona que ocupa las rúas Manuel Formoso Lamas, O Curro y Dous de Maio. Así, las huertas de la parte trasera de las casas de Dous de Maio, las de la acera de la Casa de Lemos, darán paso a otra urbanización en los lindes de estas, lo que acabó dando forma a O Cantón.

Hacia el noroeste desde la Praza do Mercado, queda atrás la emblemática Casa de Lemos y la Igrexa Vella; y sigue la vía principal de Chantada, ocupando a cada lado magníficas casas con galerías de fina carpintería que no perdonan el paso del tiempo y puertas al exterior de una calidad demostrable. Ahí están todavía desde el siglo pasado e incluso el anterior.

Es en esta rúa do Comercio donde se yerguen dos edificios, uno frente al otro, que resaltan por su fachada modernista, ambos de tres plantas y bajo. Uno de ellos restaurado y el otro no, pero en él se intuye un interior con mucha historia.

Al contrario que en Dous de Maio, los soportales están a la derecha. Comienzan en la Praza do Mercado en dos casas recuperadas del abandono y doblan en una de ellas para continuar hasta la rúa Xohán de Requeixo.

Galería de madera y hierro

Hasta los cristales de estas galerías se deberían preservar, dada su antigua factura, reconocida por las curiosas irregularidades que presentan en los contrastes de luz que delatan su fabricación artesanal. Y otro tanto, por supuesto, el entramado de madera que los soporta, la galería.

Este gran invento de solución térmica para estas viviendas en tierras de fríos inviernos, abunda en el casco histórico de Chantada.

Unas galerías resultan más llamativas y otras menos, pero todas son auténticas obras de maestros carpinteros y ebanistas de otros tiempos. En la Praza do Mercado y en la rúa do Comercio tenemos los mejores ejemplos, algunas con artísticas celosías de delgados cortes de madera y otras con simples pero elegantísimos cuadrados iguales de exuberantes volúmenes en los marcos. Como la inigualablemente conservada casa de Cardero, en la mitad de la rúa do Comercio.

Hay muchas más por los distintos lugares antiguos, pero llaman la atención por su modesta y pequeñas dimensiones un grupo de ellas, que por su abandono, apenas resisten la gravedad en Formoso Lamas.

El hierro fundido de Malingre, Sargadelos u otras fundiciones gallegas, tiene su espacio en los balcones y miradores. Trabajadísimos relieves ornamentales se encargan de embellecer los luminosos balcones cubiertos de los tres pisos de una de las casas de los primeros números pares de la rúa do Comercio y también un hermoso mirador de fundición instalado a comienzos de los años veinte del siglo pasado, luce en la llamada Casa de Eiriz, en la esquina de Leonardo Rodríguez con la avenida de Monforte. Es una casa a la que en su remodelación se le añadió una nueva planta que rompe la armonía de su volumen original.

Alarma para la reconstrucción

No, no pasan desapercibidas, pues no son pocas las veces que un viajero se lleva en fotografía el recuerdo de una o varias de estas puertas de más de cien años, cada una de ellas totalmente distinta, con más o menos trabajo pero de artesanía y calidad comprobada a través de un buen número de décadas a la húmeda, fría, seca y tórrida intemperie. Ahí están, porque sus dueños se encargaron de barnizar o pintar cada cierto tiempo.

Son muchas y también las hay de doble hoja, y todas hechas con maderas locales, probablemente en los talleres de carpintería y ebanistería más competitivos de hace más de un siglo: los Cabreiros y los Cabezas, además de otros profesionales particulares.

También, y no es buena noticia, son muchas las que ya no están, bien porque la ruina del inmueble llegó a tal punto que no se pueden recuperar o bien porque en remodelaciones sin asesoramiento se sustituyen por burdas imitaciones.

Otras con clara estética funcional obvian totalmente el valor de la artesanía de la puerta original. Es el caso de la casa da llamada Escola Vella, antiguo cuartel del ejército. Adquirida y remodelada por la administración local, sus elegantes puertas de castaño fueron cambiadas por unas de cristal con marco de imitación de madera. Después de más de veinte años todavía sigue sin los viejos balcones de fundición y dos plantas superiores sin utilidad. Solo se usa el bajo, donde está la policía municipal.

Argollas para caballos

A veces lo más simple nos hace parar la marcha y observar. Me refiero en este caso a las argollas para sujetar a los caballos que cuelgan de un ferregancho introducido en un agujero del granito —y bien pegado con la ayuda de plomo fundido— de la fachada de una casa urbana. Otro elemento en desuso a tener en cuenta a la hora de actuar y no llevárselo por delante, así como el anteriormente mencionado protector de fundición de un bajante del agua del tejado, el viejo ojo de la cerradura hecho por algún herrero local en tiempos muy lejanos, las bisagras gigantes con sus pirlones de la edad de aquellas cerraduras o los artilugios que se sujetan del mismo modo al granito en las ventanas y tienen forma de S giratoria para agarrar sus hojas.

También las placas cerámicas de la numeración de las casas, que en determinadas zonas son de fondo azul con el número blanco, y tantos otros elementos que si no se acota la barra libre de constructores y propietarios los echaremos de menos cuando vayamos de paseo a Allariz, a Santiago o a muchísimas otras localidades de otros países.

Son, por lo menos, cuatro las grandes chimeneas que hay en la zona antigua urbana, la de la Casa de Valladares en el fondo del Cantón, la de la fábrica de curtidos de Antonio Boo, la de la Casa de Lorenzana en la rúa da Paz y la de Pousada. Había dos más pero las desmantelaron y fueron a parar a casas particulares del rural. Eran las de otra casa de Lorenzana en el Cantón —la antigua biblioteca— y la de otra casa de la rúa da Barxela con la avenida de Ourense.

Adoquines y farolas

Es oportuno mencionar al no menos importante pavimento de adoquines que cubrían las zonas de tráfico de prácticamente todas las calles principales del núcleo, llegando a la otra orilla del Asma en A Pontenova.

Eran adoquines de distintos tamaños, nombrados a continuación de menor a mayor según su ubicación.

Desde la Alameda hasta el Cruce —confluencia de Leonardo Rodríguez, Doutor Mariano Cedrón, avenida de Monforte y Comercio—, su tamaño era el más pequeño y dispuesto en líneas semicirculares, hoy desaparecidos y sustituidos por otros más rugosos, foráneos y colocados en filas rectas.

El tramo de la travesía urbana de la vieja carretera N-540 Lugo-Portugal discurría por la avenida de Lugo, Praza de Santa Ana y avenida de Ourense con adoquines algo más grandes y dispuestos de forma que los siguientes de una línea ocuparan las juntas de los de la línea anterior.

Los de Leonardo rodríguez eran rectangulares, más del doble de grandes que los primeros y de gran dureza. Fueron retiraron unos años y se sustituyeron por un granito rosado que no hay en la geografía local

Los más grandes de todos eran, si adoquines se les puede llamar, los que estaban en el mismo final del cementado de O Cantón. Piedras de granito gastadísimo por el uso intercalándose en distintos tamaños. Como curiosidad, un periódico centenario local habla de estos materiales de construcción, y dice que en las canteras de Meixide trabajaban a buen ritmo los canteros en la fabricación de adoquines para las calles de Chantada.

Y también las farolas. No son pocos los que guardan en su recuerdo las viejas farolas del Cantón, retiradas hace varias décadas. Aún se puede ver alguna, que como los adoquines en su mayoría, fueron a parar a jardines privados.