Nostalgia del tren en Monforte

Luis Díaz
Luis Díaz MONFORTE

LEMOS

ALBERTO LÓEPZ

Crónica | Encuentros del ferrocarril con la literatura y el cine El escritor Antón Lopo habló ayer de sus vivencias como ferroviario en una ciudad que le debe su desarrollo más reciente a la estación, pero que siempre se sintió ajena a ella

15 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Ir a la estación de ferrocarril equivale en el subsconciente del monfortino a desplazarse a un lugar lejano. El kilómetro escaso que separa el centro de la ciudad de las instalaciones de Renfe siempre fue una especie de frontera imaginaria que dividía dos mundos perfectamente delimitados. Los ferroviarios y sus familias lo asimilaron a su manera. En teoría residían en Monforte, pero desplazarse al centro era para ellos «bajar al pueblo». De esas y otras curiosidades sobre la estrecha relación de Monforte con el tren en su historia más reciente habló ayer en el parador de turismo el escritor y periodista Antón Lopo, dentro de los primeros encuentros del ferrocarril con la literatura y el cine. Hijo de ferroviario, y trabajador de Renfe antes de iniciar su trayectoria profesional como periodista, Antón Lopo vivió en primer persona las contradicciones de una ciudad que le debe casi todo lo que es a la estación de ferrocarril, aunque nunca dejase de verla como algo ajeno, como si fuese un intruso. «Sempre houbo unha especie de deslinde do centro da cidade con respecto ao aluvión dos ferroviarios, que viviron un pouco de costas á pequena burguesía do centro. Para ela o traballador de Renfe era só un cliente, como o labrego», explica Antón Lopo. En su intervención, en la segunda jornada del ciclo organizado por la Asociación Monfortina de Amigos do Ferrocarril (Amafer), también se refirió a la presencia del tren en la literatura gallega. Leyó textos de Curros Enríquez, Lois Pereiro y Manuel Rivas y habló del significado del ferrocarril en su propia obra y de la necesidad de reivindicar esta forma de transporte público dentro de un modelo de desarrollo sostenible. «Na miña obra o tren é unha fuxida cara ao descoñecido, pero tamén unha solucción ás preguntas, aos problemas do home». En este sentido, lamentó la desaparición del trayecto «como aventura», que se ha visto reemplazado, dice, «pola hora e media ou duas horas do viaxe no AVE ou polos trens de época entendidos como algo luxoso». El escritor y catedrático de Latín, Agustín García Calvo, que también tomó parte en las jornadas, abundó en una lectura filosófica del tren y dejó dos preguntas en el aire: ¿por qué hay que llegar tan rápido a todos sitios?, y en última instancia ¿por qué hay que llegar? Según su criterio, la obsesión de la sociedad actual por el acortamiento de los plazos de viaje no es otra cosa que una «aceleracion de la muerte».