Los enfermos mentales buscan alternativas para romper su aislamiento y acceder al mercado laboral El paro y la incomprensión encabezan su lista de preocupaciones. Los enfermos mentales agrupados en la asociación Albores aprovecharán que el martes se celebra el día internacional de la salud mental para clamar contra lo que ellos ven como una doble exclusión: la que les hace imposible acceder a un puesto de trabajo y levanta un muro entre ellos y el resto de la sociedad, incluidos, a veces, sus seres queridos. Los responsables de este colectivo tienen claro que no es imposible dar trabajo a un esquizofrénico. «No vale cualquier empleo, pero es posible hacerles trabajar en talleres protegidos», asegura Carmen Díaz, trabajadora social del Sergas y una de las impulsoras de la asociación Albores.
05 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.A José Luis le diagnosticaron esquizofrenia a los 25 años. Doce después, controla sus crisis con medicamentos, pero el tiempo le quema. Sin ocupación fija, consume los días con largos paseos. La pensión que cobra no le da para mucho más. Dice que está enfermo, pero que la gente no le trata como tal. Le gustaría que lo mirasen «con la misma normalidad con la que se mira a alguien que tiene un brazo roto». Su problema es parecido al de muchas de las cientos de personas que engordan cada año las estadísticas de la unidad de salud mental de Monforte, que atiende a la población de esta comarca y las de Chantada y Quiroga. José Luis es uno de los socios fundadores de la asociación Albores. Él y sus compañeros trabajan por integrar al máximo número posible de enfermos con patologías psiquiátricas y a sus familiares. Cuantos más sean, dicen, más capacidad tendrán de hacerse oír. Su labor como trabajadora social en Monforte le permite conocer qué es lo que quieren decir los enfermos agrupados en este colectivo. Carmen Díaz dice que las dificultades económicas son hoy por hoy un problema asociado inevitablemente a este tipo de dolencias. «Tenemos un grupo importante de gente joven a la que sólo podemos pedir pensiones, nada más», se lamenta. Sin ocupación, las dolencias de muchos de ellos se agravan fácilmente. «El riesgo de caer en el alcoholismo o la droga es alto», advierte Carmen Díaz. Los responsables de Albores quieren lograr que el tiempo libre de sus socios no esté vacío. La modestia de sus actuales medios les impide trabajar como quisieran, pero ya han puesto en marcha unos talleres ocupacionales que funcionan un día por semana. La organización de actividades de tiempo libre es una actividad que demandan las propias familias de los pacientes. Manuel Carballedo es un colaborador de Cáritas que colabora en la dirección de Albores. «Los enfermos crónicos _señala_ tienden a aislarse y acaban perdiendo el contacto con la realidad». Un trabajo sería el antídoto ideal contra este peligro. Los responsables de Albores tienen muy presente la experiencia del colectivo Auxilia, que ha puesto en marcha una empresa que da empleo exclusivamente a disminuidos físicos. Carballedo asegura que la mayor parte de los enfermos mentales están «capacitados para trabajar», aunque en puestos «adecuados», del tipo de los que ofrecen los talleres de Auxilia.