Miguel Pita, neurocientífico: «Para comer o expulsar compuestos de desecho no necesitamos a nadie; reproducirnos es dificilísimo, no lo podemos hacer solos»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El investigador y doctor en genética y biología celular Miguel Pita
El investigador y doctor en genética y biología celular Miguel Pita Carlos Givaja

El profesor e investigador en la universidad autónoma de Madrid repasa en su último libro, a través de la neurociencia, el proceso por el que acabamos enamorándonos

03 nov 2025 . Actualizado a las 12:52 h.

El apellido de Miguel Pita, doctor en genética y biología celular, además de profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid, deja claro que, en algún momento, alguno de sus antepasados se enamoró de alguien nacido en Galicia. «Es por el lado de mis bisabuelos paternos, sé que el origen está en A Coruña, no sé muy bien de dónde porque mi abuelo paterno conoció muy poquito a sus padres». Fruto de ese amor —y de muchos otros— acabó llegando a las librerías El cerebro enamorado: un viaje biológico del sexo al divorcio (Periférica, 2025), el tercer libro de Miguel Pita en el que hace un recorrido, a través de la neurociencia, desde el deseo y la atracción hasta el desamor. 

—La primera pregunta, facilita. ¿Qué es para usted el amor? 

—Buscar definiciones precisas para términos tan amplios siempre requiere elegir una dirección. Si me ciño a lo que yo entendía antes de verlo desde la perspectiva científica, diría que es uno de los sentimiento más poderosos, sino el que más, porque logra mantener unidas a dos personas. Si ahondamos en la parte científica, nos daremos cuenta de que es un mecanismo mental para vincularnos con otra persona, fundamentado en la necesidad imperiosa que tenemos los seres humanos, como todos los demás miembros de las distintas especies, de reproducirnos.

—Entonces, pese a todos esos poetas, cantantes y artistas que lo han revestido de belleza, ¿todo se reduce a «por qué le llaman amor cuando quieres decir sexo»?

—En realidad no, porque tú estás dispuesto a mantener sexo con mucha más gente de la que te enamoras, lo cual no quiere decir que el amor no esté fundamentado en el sexo. Lo que pasa es que encima de esto hay muchas más capas. Igualar amor y sexo no es realista bajo ningún punto de vista: ni desde el científico, ni desde el más prosaico. Pero sí hay una relación entre amor y sexo que no se debe ocultar. Al desentrañar qué es el amor, me gusta poner de relevancia que tiene mucho que ver con el sexo, pero también que es mucho más. Que sobre él hay un vínculo mucho más poderoso. La prueba es que puedes mantener relaciones sexuales con un número determinado de personas en tu vida de las cuales no te vas a enamorar. Sin embargo, con todas las personas de las que te enamoras tienes una importante relación sexual. Es decir, no hay amor si no hay sexo. Y luego siempre habrá quien me diga que no, que eso es mentira, que sí se puede, pero el amor romántico no se puede desvincular del sexo. Ahora bien, es mucho más que eso.

—Es muy normal que las parejas que llevan mucho tiempo juntas no conserven la frecuencia de encuentros sexuales que solían ¿esas personas ya no viven un amor romántico?

—Pero cuando se conocieron, ¿a que el sexo era muy importante? Lo normal, en esas personas, en todos diría, es que el amor romántico transicione a un amor maduro, más calmado. Ya no es el enamoramiento visceral. Es verdad que, en el enamoramiento visceral, el sexo juega un papel muy importante, pero no es lo único que hay. Lo que te llena no es solo la relación sexual, sino la presencia de la otra persona, el contacto, la actividad en conjunto; del mismo modo y con la misma fuerza, que lo que te duele es su ausencia. Eso es lo que define verdaderamente al amor romántico. El sexo juega un papel, sin duda. Pero tú lo que quieres es estar con esa persona y, sobre todo, lo que no quieres es que no esté. El dolor en el amor romántico es tan importante como el placer. Y todo esto va evolucionando hasta que, afortunadamente, deja de existir ese malestar en la ausencia y esa euforia en la presencia de la pareja. Pasa a ser una relación mucho más calmada. Y digo afortunadamente, porque si no fuese decayendo la intensidad probablemente estaríamos impedidos para hacer una vida normal, como nos pasa a veces cuando estamos locamente enamorados. Cuando uno se enfoca mucho en la pareja que le interesa, somos menos hábiles en nuestra vida cotidiana o en nuestro trabajo, estamos bastante desorientados cuando no está presente. Así que está bien que evolucione y se apacigüe. 

—Hablaba sobre las especificidades que tenemos como especie. En su libro explica cómo las bacterias se dividen para reproducirse. Los humanos, sin embargo, necesitamos a otro individuo. Usted lo compara y dice que es como si necesitásemos a dos personas para ir al baño.

—Sí, es que hemos integrado en nuestra vida algo extraordinario como es el amor. Pero es realmente un fenómeno singular, que provoca que en un momento dado de nuestras vidas todo lo que queramos sea estar junto a una persona en concreto. Lo hemos asimilado porque nos pasa a todos, fundamentado en la necesidad que tenemos como especie de juntarnos dos individuos para poder reproducirnos. Una de las tareas que nos encarga la vida, la biología, nuestra genética, es reproducirnos, mantener relaciones sexuales. Y nos lo pide con voracidad, porque es bueno para la especie. Pero resulta que reproducirnos es dificilísimo, que no lo podemos hacer solos, cuando otras muchas cosas que nuestra biología nos pide podemos hacerlas perfectamente bien en soledad. Para comer no necesito estar con nadie. Tampoco para otras necesidades fisiológicas, como expulsar todos los compuestos de desecho. Hay un montón de cosas que nuestra biología nos pide que son mucho más sencillas que reproducirnos. Ahí está el fundamento del amor. Como esto es tan difícil, voy a premiarte. Nuestro cerebro nos va a premiar cuando estemos buscando ávidamente a esa persona, porque aumentarán las probabilidades de tener éxito, y también te voy a castigar cuando estés lejos de esa persona que has elegido. Así está fundamentado el amor. Y es verdad que esto lo vuelve mucho menos emocionante de lo que cuentan los poetas, pero es la lógica evolutiva. No deja de ser fascinante si lo piensas con ese punto de vista. Tira un poco por el suelo el relato de que el amor se deba a que te ilumine Cupido, pero sí es fascinante en el sentido de que lo que estás haciendo es cumplir un mandato evolutivo, que ha encontrado una fórmula de éxito para vincularte con otro individuo y que lo busques ávidamente.

—Sí, pero esa evolución también ha hecho que nuestro córtex prefrontal, donde se toman las decisiones, esté muy evolucionado. Cada vez la gente está decidiendo tener menos hijos, que va en contra del mandato de la especie.

 —Y es muy interesante. Ese cerebro tan desarrollado nos ha permitido disponer de tantos grados de libertad que somos capaces de sobreponemos a nuestros instintos. Está claro que nuestros instintos siguen ahí, queremos seguir manteniendo relaciones sexuales, y ese era el truco que tenía la evolución para que tuviésemos hijos. Pero ahora podemos mantener relaciones sexuales y, como sabemos cómo funcionan, no tener hijos producto de ellas. Con nosotros, la evolución se ha pasado. Dotarnos de tantos grados de libertad puede ser contraproducente para la finalidad de nuestra genética. Llevamos un ADN dentro que construye un cerebro, en teoría, muy bien afinado para dejar descendientes. Pero en nuestro caso, además, como tiene muchas otras habilidades, podemos ignorarlo completamente.

—No deja de ser irónico que al final, quien más alineado esté con la evolución, sea la religión.

—Sí. Igualar las relaciones sexuales a la obtención de descendencia es el objetivo primigenio de nuestro ADN. Es una pequeña ironía. También hay que tener en cuenta que, aunque nosotros en este momento decidamos no tener hijos o retrasar la maternidad cada vez más manejando a nuestro antojo nuestra biología, si te alejas un poco en el enfoque, observarás que el resultado es que nuestra especie no para de crecer. Sabemos cómo domesticar ese plan inconsciente de la evolución, pero ya vamos por más de 8.000 millones de individuos. Al final, el plan evolutivo está cumpliéndose.

—Otra de las cosas que cuentas sobre el amor es que no importa tanto la persona, sino el momento. Desmitifica bastante lo de la 'media naranja'.

—Es una cosa que me parece muy interesante. Pareciese que llega a tu vida esa media naranja y, como es la ideal, nos enamoramos. Pero se juntan varios factores y el primero es que tú, para enamorarte, tienes que estar en una predisposición fisiológica. En tu cuerpo tiene que haber un equilibrio de determinadas hormonas y neurotransmisores que no se da siempre. Se da por picos, por temporadas e incluso por edades. Es muy raro que esto te pase en una edad avanzada o, por lo menos, es más improbable. En la adolescencia se da con mucha más regularidad esa combinación fisiológica. Además, la persona de la que te enamoras es alguien sobre quien tienes una idea bastante precisa de cómo debe ser. Lo que pasa es que es inconsciente y tú no lo sabes; se trata de una lista mental a la que no tenemos acceso consciente. No podemos consultarla, sino que está alojada en alguna parte inaccesible de nuestro cerebro con esas características que nos gustan en una potencial pareja y se va configurando de forma casual y anecdótica a lo largo de nuestra vida. Vamos tomando de aquí y de allá rasgos que son físicos, pero también psicológicos e incluso sociales. Y, de repente, aparece alguien que cumple muchos puntos de la lista y tú, al estar en un estado fisiológico adecuado, es cuando te enamoras. Y parecerá que todo es culpa de esa persona que entró radiante, pero resulta que es tu lista y tu estado fisiológico el responsable de que, de repente, te obsesiones con esa persona.

—Dice que este listado es inconsciente, pero sí de manera consciente creemos que tenemos un tipo de persona. Es una frase muy típica: «Es que no es mi tipo».

—Lo que pasa no es que esa lista no sea inconsciente. No tenemos acceso a ella, pero sí tenemos memoria. Acabas por ser consciente de, en que las tres o cuatro veces que te hayas enamorado en tu vida, hay elementos en común. Entonces, vas sabiendo cuál es tu tipo; vas, poco a poco, sacándole información a través de la experiencia a tu cerebro inconsciente. Sí dispones de cierta certeza, lo que pasa es que no nos damos cuenta de que esa lista no es una lista fija, sino dinámica, que va cambiando con el tiempo. Puede que añadas o retires elementos de esa lista. 

—Establece una diferencia en el libro entre placer consumado y placer anticipado. En el primero predomina la oxitocina; en el segundo, la dopamina. Mientras el consumado se correspondería con el placer propio del sexo, el anticipado se corresponde con la ilusión de que exista esa posibilidad. Esa anticipación, que nos puede generar placer, también causa muchos de nuestros problemas de salud mental con esa obsesión por la anticipación, por rumiar escenarios que no se han producido.

—Sí, desde luego tiene uno o incluso dos reversos oscuros. La proyección de futuro no siempre es satisfactoria y nos puede instalar en una  ansiedad permanente, persiguiendo algo que no logramos acometer. Tiene ese lado oscuro a nivel individual que es tan humano, la incertidumbre de sobrepensar dónde quiero estar la semana o el año que viene, que nos puede producir una cierta ansiedad. Por otro lado, también tiene efectos no solo a nivel individual, sino también de especie, con esa permanente lucha por intentar mejorar. Obviamente esto tiene un lado muy bueno porque hace al ser humano muy creativo, nos permite imaginar un aparato que permita desplazarse grandes distancias por el aire y eso lleva a la invención del avión. Pero estar permanentemente creando puede costarnos mucho como especie si hay alguien que se pone a pensar en cómo puede crear el arma definitiva. La proyección de futuro tiene ventajas y desventajas

—Cuando llega el divorcio, ¿qué es lo que pasa en nuestro cerebro?

—Que empezamos a experimentar más la parte nociva del amor que la beneficiosa. Ya teníamos esa parte dañina del amor que es sufrir cuando no está nuestra pareja. Cuando esa pareja nos deja, los mecanismos que nos hacían sentir malestar si no estábamos con ella, están constantemente activados. Por nuestra fisiología, el cuerpo acaba por aceptar, por no hacer caso a esas señales que están permanentemente activadas. Por eso, ese malestar acaba por desaparecer, pero hace falta tiempo. Lo más interesante de cuando establecemos una relación de pareja es el montón de mecanismos que se crean en el cerebro que antes que no estaban y que producen placer en su presencia. El cerebro acomete reformas, coloca determinados receptores para determinadas moléculas en determinadas regiones del cerebro. Esto hace que tengamos placer cuando está esa pareja, pero de manera simultánea, que suframos cuando no está. Cuando estamos felices, experimentamos la recompensa de los mecanismos positivos, pero cuando no estamos felices, cuando esa pareja no está, sufrimos los resultados de la activación de los mecanismos negativos y nos encontramos fatal. Esos mecanismos están pensados para que si nuestra expareja vuelve a nosotros, si nos abraza o si se acerca, recibamos una señal que los paralice. Se detienen instantáneamente y vuelven a activarse los positivos. Pero claro, si nuestra expareja no quiere saber nada de nosotros, esos mecanismos de castigo autoinfligido se están activando todo el rato. Es muy interesante esa dualidad del amor, que trabaja siempre sobre esas dos líneas: reforzando lo positivo y castigando lo negativo.

—Vamos, que la cura para el desamor es el tiempo. 

—Para cualquiera que lo haya sufrido sabrá que es así y que esto sea una invitación al optimismo para quien lo esté sufriendo ahora. Esos mecanismos de sufrimiento, cuando están activados mucho tiempo, acaban por agotarse. Y llegará el día en el que ya no te hagan sufrir. Llega un día en que la fisiología, por un mecanismo de feedback, dice que a esto ya no hay que hacerle caso; que estos receptores y moléculas que me estaban haciendo sentir mal llevan demasiado tiempo activándose y que esa señal ya no es creíble. Por lo que acaba por retirarse del cerebro. Es lo mismo que si la alarma de un edificio estuviese constantemente sonando. Llega un momento en el que la gente ya no cree que haya un incendio. Entonces sí, cuando el sufrimiento mantiene en el tiempo demasiado tiempo nuestra neurociencia cambia de el rumbo, preparándonos para una nueva relación, para una nueva vida.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.