Michel Desmurget, experto en neurociencia: «Las pantallas harán que los niños sean menos humanos en el futuro»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Michel Desmurget es doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia.
Michel Desmurget es doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia. La Voz de la Salud

El francés, uno de los principales investigadores sobre los efectos de las nuevas tecnologías en el cerebro de los más pequeños, asegura que «son un sufrimiento para el cerebro de los niños, su impacto es brutal»

07 nov 2022 . Actualizado a las 09:50 h.

Michel Desmurget es doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia. Su libro, La fábrica de cretinos digitales, deja muy clara su posición. Las pantallas, con uso recreativo, traen de todo menos beneficios. De hecho, considera que el abuso actual por parte de los niños es un problema de salud pública. Por ello, dedicó parte de su investigación a estudiar los efectos de la televisión, videojuegos, redes sociales y smartphones en el cerebro de los más pequeños. 

—En su libro menciona que el coeficiente intelectual de los niños de hoy en día, de los nativos digitales, es menor que el de generaciones pasadas. ¿Qué está pasando?

—Así es. Hay varias cosas que decir. El coeficiente intelectual depende de varios factores, entre ellos, del sistema escolar o de la situación económica. La reducción de este indicativo la observamos, particularmente, en los países del Norte de Europa, como Dinamarca o Suecia, que llevan estudiándolo mucho tiempo. Su sistema escolar, sanitario o la riqueza de las personas ha sido estable durante décadas, por ello sirven como una buena muestra para saber qué es lo que ocurre. Al mirar los datos de estos países, vemos que existe una bajada muy significativa del coeficiente intelectual, y entre las razones que lo explican está el uso de pantallas. No es el único, lógicamente. Pero cuando miras la evidencia acerca de su abuso obtienes una perspectiva acerca de todas las variables determinantes para el desarrollo intelectual de una persona. 

—Pero este indicador tiene su parte de genética, ¿no?

—Claro, pero realmente, se desarrolla más con lo que el niño esté haciendo con su cerebro. Es decir, hay una parte genética, pero es más importante la interacción que tenga esa persona con su entorno. Por ejemplo, el lenguaje es un factor crítico. Ahora, es obvio que las pantallas tienen un impacto en el subdesarrollo de la expresión, también tienen un efecto perjudicial en la atención, en las funciones ejecutivas, en el sueño, en la memorización o en la madurez del cerebro respecto a actividades físicas. De hecho, no es sorprendente que el coeficiente intelectual esté bajando. El milagro sería que no lo hiciese.

—Vayamos al título de su libro, La fábrica de cretinos digitales. Es provocador. En alguno ocasión ha comentado que eligió estas palabras porque quería hablar claro. ¿Son los niños de hoy en día más necios a raíz del abuso de pantallas?

—Depende de lo que consideres cretino o necio. Tienen menos capacidad de lenguaje, son menos humanos, diría, porque han perdido muchísimas cosas que nos caracterizan, como la empatía. Hay estudios que dicen que han perdido la habilidad para pensar en el mundo, para procesar información, para concentrarse y centrarse en algo. Mientras que lo que han ganado no queda del todo claro, siempre y cuando pensemos que han ganado algo. Tienen más obstáculos para entender el mundo. Por ejemplo, hay investigaciones que muestran que los niños presentan dificultades con el lenguaje, con la observación común, y sin embargo, son mejores en competencias digitales. Saben comprar cosas por internet, son mejores a la hora de planificar un cumpleaños, o de automotivarse. Creo que vamos hacia un mundo en el que habrá una parte de los niños que serán capaces de participar en la sociedad, con conocimientos del pasado, con un buen lenguaje y con capacidad de entender lo que les rodea. Y en cambio, habrá otra fracción de niños, la mayoría, que estarán privados de estas habilidades y serán plenos consumidores. Es decir, sabrán utilizar teléfonos, Instagram o cómo sacarse fotos. Hay un ejemplo para entender esto. La diferencia entre mirar una pantalla y leer un libro. No todos los comportamientos tienen el mismo efecto en el desarrollo del cerebro. Este órgano no se puede moldear a través de los ojos. Hay una serie de hitos que los niños tienen que cumplir, especialmente en la infancia, y que son muy importantes. Cuando esta etapa pasa, se vuelve complicado. 

—Son declaraciones muy tremendistas. ¿Qué impacto tienen las pantallas en el sistema neurológico? 

—El efecto es doble. Por una parte, sacan tiempo de otras actividades, lo que no es nada óptimo porque las pantallas provocan un ambiente muy pobre para el desarrollo cerebral. Por supuesto, yo siempre me refiero a los usos recreativos de la tecnología, no al trabajo, o al estudio. De hecho, yo utilizo ordenadores. Lo problemático no son las pantallas, sino lo que hacen con las pantallas: se centran en la televisión, vídeos, series, redes sociales o videojuegos. Ahora sabemos que cuando tienen, aproximadamente, diez años, le dedican unas cinco horas a las pantallas cada día. Y cuando crecen, siete. Es una locura. Mira, en Francia se imparten unos nueve años de educación escolar, pues el tiempo que pasan frente a las pantallas equivale a 30 años de colegio. Es una tragedia, y no es cuestión de tecnofobia. Por otra parte, el segundo efecto es que las pantallas son un asalto sensorial constante. El cerebro no está hecho para ser estimulado todo el tiempo por ruidos e imágenes. Y cuando lo haces, tienes problemas: de atención, de sueño o de aprendizaje. Cuando coges a ratones, y los crías con las mismas condiciones sensoriales que criamos a nuestros hijos, se observa una repercusión enorme. Las pantallas son un sufrimiento para el cerebro. 

—Deme ejemplos de otras cosas que los niños no hacen por las pantallas. 

—Les saca tiempo de estudiar o escuchar música. También de actividad física, la cual es muy valiosa para desarrollar el cuerpo y el cerebro, o del descanso. El sueño es importantísimo y sus horas no deberían dedicarse a otra cosa. Le quita un tiempo tremendo a la interacción social, con su familia. Si a un niño pequeño le das una pantalla, le quitas una hora de relación con sus padres. 

—¿Cuánto tiempo deberían pasar los niños enfrente de las pantallas?

—Yo siempre digo que hay dos reglas: en primer lugar, que cuanto más tarde, mejor; y cuanto menos, mejor también. Durante los primeros años de vida, el cerebro es muy vulnerable, por eso es importante hablar de cuándo empiezan a coger una pantalla. Antes de los cinco años, lo óptimo sería cero. Las academias de pediatría, o la OMS, dicen que una hora como máximo. Pero si es menos, mejor. Después de los seis años estar con pantallas durante media hora al día no causa un impacto. Incluso diría, si fuésemos optimistas, una hora. Al superar estos límites, se empiezan a ver efectos en el desarrollo, en la atención, en el lenguaje, en el rendimiento académico, en la memoria o en el descanso. En cualquier caso, como padre yo no diría «vale, es una actividad que si hacen durante una hora al día no les destroza el cerebro», sino que me gustaría saber qué actividades ayudan a construirlo. 

—¿Cuáles son?

—Cualquier cosa es casi mejor. Ya sea correr o pintar. Estar enfrente de una pantalla es lo menos estimulante que hay. 

—¿Y qué necesita el cerebro de un niño para estar saludable, estimulado?

—Varias cosas. Las relaciones sociales, interactuar, es fundamental. Es decir, hablar o ver a un humano a través de una pantalla no es lo mismo que verlo en persona. El cerebro no reacciona de la misma forma. Necesita descanso, lenguaje y actividad física. Mucha gente piensa que el cerebro se adapta, lo cual es cierto. Pero decir que se adapta a las pantallas es como decir que se adapta cuando subes a lo alto de una montaña. Claro, hace todo lo que puede por funcionar, pero lo está haciendo por debajo de su capacidad. Los padres pueden pensar que jugar a los videojuegos no hace tontos a sus hijos, pero tienen que darse cuenta de que su cerebro no dará más de sí, que no tendrá margen de mejora. Es decir, por supuesto tienen plasticidad, pero está cristalizada. El impacto de las pantallas en los niños es brutal, y nada comparable al efecto que tienen en los adultos, que es mínimo. 

—Menciona continuamente la importancia de dormir, ¿de qué forma empeoran las pantallas el descanso de los pequeños?

—Les quita tiempo y calidad. Se suele pensar que dormimos para descansar, y no es así. Se duerme porque el cerebro tiene cosas que hacer: mantener el organismo, mejorar el sistema inmunitario, favorecer la memoria, repararse. Si no descansan lo suficiente, su organismo funcionará peor. 

—Por último, pensemos en el futuro. ¿En qué adultos se convertirán estos niños?

—Todavía no está del todo claro, aunque algunas investigaciones empiezan a precisar ciertos apuntes. Hay un estudio de la Universidad de Stanford que muestra el problema que tienen para procesar información complicada y comprender el mundo. Así que probablemente estos niños se convertirán en unos muy buenos consumidores, con habilidades tecnológicas, pero me temo que serán menos humanos, porque se les ha privado de lo que les hace humanos. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.