Ataques de pánico: «Hay personas que acuden a urgencias hasta quince veces pensando que es un infarto»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El ataque de pánico se puede manifestar con sudores, taquicardias, mareos o sensación de ahogo.
El ataque de pánico se puede manifestar con sudores, taquicardias, mareos o sensación de ahogo. La Voz de la Salud | iStock

Este trastorno mental afecta más a las mujeres que a los hombres. Si bien no hay una causa concreta, los expertos apuntan a que la genética juega un papel importante

06 mar 2022 . Actualizado a las 20:01 h.

Sudoración, taquicardia, inestabilidad. Un pitido de fondo, dificultad para respirar. Y todo esto, una vez estás en el supermercado o un centro comercial, en tu puesto de trabajo o conduciendo en el coche. Así describen un ataque de pánico aquellos que lo han padecido alguna vez. No hay un peligro que derive en ese miedo, ni una razón específica que lo explique. El ataque de pánico, o crisis de ansiedad, no pide permiso. Aparece repentinamente dejando al afectado sin posibilidades: sí o sí se tiene que calmar. 

Quién no lo ha conocido previamente, o al menos no le ha buscado solución, puede sentir que la muerte está a la vuelta de la esquina. Nada más lejos de la realidad: este trastorno no tiene riesgo, al menos, en principio, aunque el paciente así lo viva. «He tenido en consulta alguna persona que ha acudido a urgencias hasta quince veces porque pensaba que estaba teniendo un infarto», explica el doctor Óscar Taboada, miembro de la Asociación Gallega de Psiquiatría, que continua: «El individuo siente que se le va la vida de verdad».

¿Por qué nuestro cuerpo tiene miedo a algo irreal? «Se trata de una interpretación errónea del cerebro. Yo siempre digo que es como una alarma antirrobo de coche estropeada, que puede activarse si un gato pasa cerca o recibe un impacto», explica Angélica Rodríguez, del Colegio de Psicólogos de Asturias. En realidad, es obra y magia de un mecanismo de protección: «Se llama respuesta de lucha-huida y nos protege de cualquier peligro. Así, por ejemplo, esta respuesta automática se desataría si un tigre apareciese por la puerta. Con ello, nuestras extremidades reciben más sangre, o se acelera el corazón para que tengamos más potencia», explica la psicóloga. Por su parte, el doctor Taboada lo resume de la siguiente manera: «En realidad, lo que hay es una respuesta del sistema adrenérgico, y de reacción ante un estrés». 

El ataque de pánico es un episodio de carácter súbito, que aparece bruscamente y alcanza la máxima expresión en los primeros diez minutos. La crisis de angustia se acompaña de diferentes manifestaciones clínicas que se desvanecen por sí solas en cuestión de minutos. «Es más común en mujeres que en hombres, y el primero suele darse cuando termina la adolescencia y hasta los 40 años», indica el doctor. Eso sí, eso no quiere decir que los jóvenes o mayores queden exentos. Los síntomas son diversos y dependen de cada persona. «No es común que aparezcan todos a la vez, pero sí que es cierto que el ataque de pánico suele mantener los mismos síntomas en cada individuo», indica el psiquiatra. Así, por ejemplo, una persona tendrá más posibilidades de sufrir taquicardias o sudoración en un ataque de pánico cuando ya se haya manifestado previamente de esta forma. 

¿Cuáles son los síntomas de un ataque de pánico?

Haber padecido una crisis de ansiedad, hace que esa persona sea más vulnerable a ello, «especialmente si no se trata, o si, como ocurre en un porcentaje muy bajo, no se logra curar», precisa el doctor Taboada. La forma de presentarse más común incluye «taquicardias, palpitaciones, sensación de muerte, u otros síntomas más raros, como el desmayo, la despersonalización y la desrealización. Con esta dos últimas, la persona siente que no es ella misma o que el entorno no es real», explica. 

  • Palpitaciones, latidos intensos, aceleración del pulso. 
  • Sudoración
  • Temblor o escalofríos
  • Falta de aire y sensación de ahogo
  • Molestia o dolor torácico, como si de un infarto se tratase
  • Náuseas o calambres intestinales
  • Mareo, inestabilidad e incluso, desmayo
  • Sensación de irrealidad o despersonalización: el paciente siente que está fuera de sí o que lo que le rodea no es real. 
  • Miedo a perder el control. 
  • Terror a morir debido a los síntomas
  • Adormecimiento de manos o brazos
  • Oleadas de frío o calor posteriores

 ¿Qué causa un ataque de pánico?

Por el momento, las causas concretas de una crisis de angustia se desconocen, aunque tiene un componente genético de importante peso: «En muchas ocasiones, vemos que la persona tiene una vulnerabilidad genética. Es decir, si un familiar de primer grado ha tenido crisis de ansiedad, es hasta 5 veces más proclive a ello».

Además, «muchas investigaciones relacionan las catecolaminas, unas sustancias cerebrales que favorecen el nerviosismo ante determinados estímulos», apunta Angélica. Aunque el ataque de pánico se defina como repentino y a raíz de un miedo irreal, no se debe infravalorar los distintos factores que contribuyen a su aparición. Tal y como dice Óscar Taboada, es cuestión de ir escarbando: «Además de la genética, vemos que en los últimos meses, el paciente sí ha tenido una situación real que lo motive, por ejemplo, una sobrecarga o infracarga de trabajo», apunta el doctor. Vaya, un cambio en el estilo de vida. 

En este apartado, la personalidad también importa: «Hay personas que son más preocupadas, más perfeccionistas o un poco más aprensivas. Y si a mayores, vemos que ha estado tomando sustancias que puedan precipitar a un ataque de pánico como café, coca cola, té o incluso, como ocurre con algunos jóvenes, algo pero como la cocaína», apunta el miembro de la Asociación Gallega de Psiquiatría. 

En definitiva, si bien la clínica es repentina, existen una serie de componentes que se irán convirtiendo en su antesala. «Es igual que tener hipertensión, que es la suma de colesterol alto, mala alimentación, falta de deporte y antecedentes familiares». Para Angélica Rodríguez, la más relevante de esta lista es «la exposición continuada a una situación de estrés». 

Factores precipitantes de las crisis de angustia 

  • Base de vulnerabilidad genética
  • Traumas psíquicos o experiencias traumáticas
  • Estado de estrés continuado, tanto interno como externo
  • Consumo de psicotóxicos
  •  Otras enfermedades, como por ejemplo, las de la glándula tiroidea

Algunos ejemplos de un acontecimiento vital o estresante

  • Cambios en el entorno laboral
  • Mudanza
  • Enfermedad médica
  • Accidente de tráfico

Fuente: Psicomas

Y ojo, porque tener un ataque de pánico no vuelve a una persona paciente de trastorno por ataque de pánico. Para que esto se produzca, se deben cumplir por regla general dos condiciones: en primer lugar, tener crisis de angustia incipientes e inesperadas, y por otro, que estas afecten al comportamiento del sujeto. Aquí entran en juega una inquietud persistente ante la posibilidad de tener más ataques de pánico o preocupación por las implicaciones que supone (como por ejemplo, perder el control), hasta un cambio significativo en su día a día y forma de actuar. 

No solo esto, porque de no tratarlo correctamente, este trastorno podrá derivar en una segunda enfermedad: la agorafobia. «Así empezarán a evitar situaciones en las que haya tenido un ataque por miedo a que se repita: el trabajo, el colegio, el supermercado o un autobús», precisa el doctor, que añade: «Si a esto tampoco se le pone solución, puede aparecer un cuadro depresivo que empeore la calidad de vida». 

La terapia cognitivo conductual, base del tratamiento

El tratamiento del ataque de pánico, o del trastorno por ataque de pánico, quedará en manos de los profesionales. El doctor Taboada lo divide en dos brazos de una balanza: «El abordaje consiste en dos fases, y es importante que ambas se compatibilicen». Por un lado, el tratamiento farmacológico, y por otro, la terapia cognitivo conductual. 

Precisamente, en el aspecto médico, el psiquiatra marca un gran diferencia: «Es importante que quede claro que las benzodiacepinas (tranquimazin, orfidal, tranxilium o lexatin) son tratamientos que de poderse, se deben evitar. Empeoran la memoria, pueden generar dependencia y además, perjudican el ánimo. Es como si a una rueda pinchada, le pongo un parche. Eso sí, de consumirlos, el máximo sería de uno a dos meses», explica Taboada. (¿Cuánto tiempo tardamos en hacernos adictos a algo? Aquí la respuesta)

Por el contrario, sí recomienda los inhibidores de recaptación de serotonina, los cuales se equipara «a una rueda nueva para un coche»: «Su desventaja es que su efecto tarda un mes, pero son más eficaces. Se tienen que tomar por un período mínimo de seis meses, y después se retiran, porque no enganchan», cuenta el profesional. Y ojo, porque con esta parte «te quedas corto». 

Aquí entra en juego la terapia cognitivo conductual, realizada por los psicólogos. «Con ello, trabajamos principalmente la emoción, a través del pensamiento y de la conducta que desencadenó el ataque de pánico. Entrenamos con los pacientes para que una vez aparezcan los síntomas iniciales, como una taquicardia, sepa reconocerlos y recurrir a conductas alternativas», explica Angélica Rodríguez.

¿Cuál es esta solución? La profesional tiene varias en su cartera: «Pueden utilizar las respiraciones enfocadas a regular los niveles de oxígeno en sangre o focalizarse en un estímulo distractor como escuchar música o mirar algo concreto», indica. En definitiva, se trata de que la persona tenga una técnica individualizada y adaptada a sus gustos para recurrir: «Por ejemplo, hay personas que prefieren tirar canastas», cuenta la psicóloga. 

Por un momento, ponte en situación. Un fuerte dolor en el pecho y la sensación de taquicardia y de falta de aire empiezan a ahogarte. ¿Cómo reaccionar? «La respiración de rescate más maravillosa que hay, y que sirve para cualquier momento, es la de inspirar contando tres o cuatro segundos, y expirar contando seis u ocho», responde Angélica Rodríguez. En efecto, todo lo contrario a lo que el cuerpo suele pedir en este tipo de situaciones: «Cuando una persona está hiperventilando, tiende a respirar por la boca dando grandes bocanadas. La respiración tiene que pasar a la nariz para controlar el exceso de oxígeno que se está intentando introducir», señala. 

Una vez los sintomatología física ha pasado página, llega momento de razonar. Algo imposible de hacer cuando la persona siente que se desfallece: «Primero, el sujeto ha de gestionar el síntoma, para después trabajar el pensamiento, la parte cognitiva», indica la psicóloga. 

Óscar Taboada recomienda empezar por apuntar en una libreta todo lo referente a nuestro ataque de pánico, para después poder razonarlo sin ayuda de redactar: «Primero, el paciente tendría que escribir el pensamiento: “Me va a dar un ataque al corazón”. Después, la emoción que genera: “Miedo”. A continuación, tendría que indicar los pensamientos racionales: “Esta es la octava vez que tengo esta sensación y nunca me ha dado un ataque al corazón. He ido varias veces a urgencias, me han hecho un electrocardiograma, y todo estaba bien. A mayores, todos los médicos me han dicho que estos es una crisis de ansiedad, así que intentaré poner en práctica la relajación para que el ataque desaparezca”», indica el profesional de salud mental. Y así, una y otra vez. 

Precisamente, la relajación es para él «la aspirina del estrés»: «Si una persona aprende a relajarse, podrá autolimitarse y eliminar la crisis de ansiedad».

¿Tiene sentido hablar de mindfulness? Lo tiene, y mucho. «Es una de mis técnicas favoritas, porque se trata de poner el foco en algo en concreto, y por ello tiene muchas variedades: desde meditar estando quieto, a pasear por el campo e ir mirando conscientemente cada árbol», explica Angélica.

Y si de actividades va la cosa, el yoga es su elegido: «Cada vez lo recomiendo más, me parece una técnica maravillosa para el abordaje de la ansiedad», añade la profesional. Un dos por uno de actividad física y mental. 

 Desde La Voz de la Salud recomendamos ponerse en contacto con un psicólogo y psiquiatra y no dejar pasar ningún indicio de trastorno mental. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.