Muere a los 89 años Pepe Mujica, el guerrillero que abrazó la democracia y llegó a presidente

La Voz REDACCIÓN / AGENCIAS

INTERNACIONAL

Reuters

En enero había revelado que el cáncer que padecía se había extendido por su cuerpo y que no se sometería a más tratamientos. Con su estilo directo y su modo de vida austero, Mujica se transformó en emblema de la izquierda latinoamericana

14 may 2025 . Actualizado a las 08:52 h.

El expresidente de Uruguay, José Mujica (Montevideo, 1935), ha muerto este martes en Montevideo a los 89 años de edad, un año después de que le descubrieran un tumor maligno en el esófago. 

«Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo», ha señalado en X el presidente de Uruguay, Yamandú Ordi.

En enero, Pepe Mujica, referente político de la izquierda latinoamericana, había revelado que el cáncer que padecía se había extendido por su cuerpo y que, a sus 89 años, no haría más tratamientos. «El cáncer en el esófago me está colonizando el hígado. No lo paro con nada. ¿Por qué? Porque soy un anciano y porque tengo dos enfermedades crónicas. No me cabe ni un tratamiento bioquímico ni la cirugía porque mi cuerpo no lo aguanta», dijo entonces. Asimismo, anunció que no daría más entrevistas.

«El guerrero tiene el derecho a su descanso», dijo en una entrevista en la que reconoció que se había terminado su ciclo «hace rato».

En los últimos días se encontraba ya en tratamiento paliativo. Este domingo, el presidente uruguayo Yamandú Orsi, delfín de Mujica, pidió que respetaran la intimidad del exguerrillero. «Todos debemos aportar a que en todas nuestras etapas de la vida la dignidad sea la clave, no hay que enloquecerlo, hay que dejarlo tranquilo», pidió Orsi.

«Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve», anticipó hace unos meses Pepe Mujica. En su modesta casa, a las afueras de Montevideo, estuvo acompañado en sus últimas horas por su su mujer, la exvicepresidenta Lucía Topolansky. «Estoy desde hace más de cuarenta años con él y voy a estar hasta el final, eso fue lo que prometí», dijo.

Pocos personajes en el mundo pueden tener una vida como la de Pepe Mujica, una historia digna de película que pasó de empuñar un fusil en pos de un sueño guerrillero a abrazarse a la democracia más estable de Sudamérica e irse por las escalinatas del emblemático Palacio Legislativo a los 85 años en octubre del 2020, tras renunciar a su último cargo en la política, su escaño en el Senado.

José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo. Proveniente de una familia con ascendencia vasca e italiana, Pepe ya estuvo vinculado a la política desde joven, cuando militó en una agrupación del Partido Nacional (PN-centroderecha) en 1958 mientras estudiaba Agronomía. Sin embargo, esa afiliación duró poco ya que en 1962 abandona el PN y comienza su camino hacia la izquierda donde comenzó su aventura armada.

En aquel momento, solo dos formaciones —el PN y el Partido Colorado— ocupaban el espectro político, ya que el Frente Amplio no se fundó hasta 1971. 

El camino a la utopía

En épocas donde los movimientos revolucionarios estaban dando que hablar en Latinoamérica, con una revolución cubana encabezada por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, en Uruguay se crea el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), un grupo armado que llevó adelante una guerrilla durante la década del 60. En 1964 Mujica se unió para participar de una guerrilla, cuando Uruguay aún estaba en democracia, recibió seis balazos y fue detenido

Uno de los hechos más icónicos fue cuando lo encarcelaron en 1971 y se fugó junto a otros cien tupamaros por un túnel de 40 metros. En 1972 fue puesto en prisión nuevamente. Sin embargo, en 1973 comenzó la dictadura cívico-militar (que se extendió hasta 1985) y allí inició una etapa en la que fue trasladado, incomunicado prácticamente en su totalidad y torturado. Finalmente fue liberado en marzo de 1985 tras la aprobación de la ley de amnistía de los presos políticos. 

Del gatillo a la papeleta

Cuando Mujica salió de la cárcel Uruguay ya era un país diferente. Aún con heridas abiertas por la dictadura, pero con estabilidad democrática y una institucionalidad que resurgía. Este panorama hizo que los tupamaros optaran por dejar atrás la pólvora y pasar al camino pacífico de la democracia.

A partir de allí dio inicio la etapa en la que Mujica sacó a relucir su particular carisma y una manera de expresarse que pocos tienen. Cuando fue electo diputado, se lo veía viajando en una pequeña motocicleta junto a Lucía Topolansky, y llegar al Palacio Legislativo con un atuendo que antes era impensado ver.

En el 2005, tras la asunción de Tabaré Vázquez como mandatario del país, fue nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, cargo que dejó tres años después para centrarse en la candidatura a la Presidencia para las elecciones del 2009, en las que triunfó, tras obtener el 52,39 % de los votos en la segunda vuelta. 

La fama internacional

La llegada de Mujica al poder no pasó inadvertida. Su perra de tres patas, su humilde escarabajo celeste, la finca en la que vivía, el hecho de donar su sueldo o de presentarse a un evento protocolar con alpargatas hicieron que su figura fuera vista con singular curiosidad en el mundo.

Además, su Gobierno se aprobó leyes como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana, que pusieron a Uruguay en la órbita internacional.

La popularidad de Mujica junto a sus discursos, que eran más filosóficos que políticos, hicieron que se transformara en una de las personalidades más influyentes de Latinoamérica en el siglo XXI. Incluso el cineasta Emir Kusturica eligió su figura para filmar un documental: «El Pepe, una vida suprema». 

Amado y odiado por muchos, con una particular personalidad y vaivenes en su vida que lo llevaron de un extremo al otro, Mujica sin duda marcó la historia política de Uruguay.

Aunque la renuncia como senador en el 2020 estuvo cargada de emotividad por la nostalgia de no volver a pisar el Parlamento en el que tantas discusiones tuvo para sostener las ideas que antes defendía con armas, lo cierto es que Mujica, hasta el fin de sus días, siguió aferrado a su quimera y a la idea de cambiar el mundo mediante la política.