Boris Johnson no sabe qué hacer ahora con el «brexit»

iñigo gurruchaga LONDRES / COLPISA

INTERNACIONAL

Europa Press

Los beneficios de la marcha de la UE no llegan y sus perjuicios están tapados por la magnitud de la pandemia de covid-19

29 dic 2021 . Actualizado a las 21:10 h.

La división en el Partido Conservador británico es el origen del brexit y, un año después de su consumación, la fuerza política que más tiempo ha gobernado el Reino Unido está de nuevo dividida. Los partidarios más radicales de la marcha de la UE insisten en que el futuro puede ser maravilloso, aunque reconocen que el inicio no es un camino de rosas. Y ahora puede empeorar.

Los aduaneros británicos permitieron la entrada de mercancías en su país con mínimo o nulo control en el inicio del gran cambio. Eso acaba este 1 de enero del 2022 —es decir, el sábado—, cuando se exigirán declaraciones aduaneras y sobre origen de la carga, además del pago de aranceles cuando corresponda. En julio se introducirán también controles sanitarios y fitosanitarios de animales y plantas.

El precedente invita a no ser pesimistas. No se cumplieron los augurios del propio Gobierno sobre la formación de colas de miles de camiones en los accesos al puerto de Dover cuando la UE estableció sus controles.

La mayoría de los exportadores británicos, importadores comunitarios y transportistas, en particular las grandes empresas, estaban preparados. La cifra de camiones que han atravesado en ferri el canal de la Mancha es un 2,4 % menor que en el 2020, según el Puerto de Dover. El descenso es del 6 % en los trenes de Eurostar. Pero, según John Springford, del Centro para la Reforma Europea (CER), el comercio británico de mercancías ha perdido este año entre el 11 % y el 16 % de su potencial por la salida del mercado común y de la unión aduanera. Los datos del sector de Alimentación y Bebidas avalan esas cifras. Sus exportaciones han caído un 15,7 % (-23,7 % a la UE) con respecto a niveles prepandemia. La industria española de componentes de automóvil exporta al Reino Unido un 32 % menos de lo que hacía en el 2019. Cientos de compañías británicas han creado sedes en la UE y un número menor se ha desplazado en la otra dirección, aunque la economía británica sigue siendo atractiva.

La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR), que analiza la evolución de la hacienda pública, pronostica una pérdida de PIB potencial del 4 % en el medio plazo. El daño del brexit en la economía será el doble que el causado por el virus y este tendrá efecto en el corto plazo. Pero los defensores de la marcha de la UE confían en el futuro. El brexit prometía el ahorro de las contribuciones a la UE, ahora sumergidas bajo el enorme gasto de la pandemia. El fin de la libertad de movimiento es sobre todo una cuestión identitaria, pero ha agravado trabas logísticas y de personal en la recuperación de este año.

La ambición de abanderar el libre comercio en el concierto mundial, liberados de los límites proteccionistas de la UE, se mantiene viva. El último tratado, firmado con Australia, ha llamado más la atención que otros por ser el primero, tras el de Cooperación y Comercio con la UE, que se ha negociado desde cero. Los otros setenta son en su mayor parte copias de los que esos países tienen con Bruselas. Pero el gran reclamo del brexit es un acuerdo amplio con Estados Unidos. Ni Donald Trump ni Joe Biden le han dado prioridad.

Un escenario adverso

El aniversario llega con el vigor de la pandemia en alza, derrotas electorales en feudos conservadores y malestar por las reuniones aparentemente ilegales que se celebraron en Downing Street en los días tensos del final del 2020. Un amplio grupo de diputados critica la dirección del Gobierno y las medidas «coercitivas», en palabras del dimitido negociador del brexit David Frost.

Annabel Denham, del Instituto de Asuntos Económicos (IEA), influyente grupo de estudios asociado al thatcherismo, advierte del riesgo de que, «una vez recuperado el control, los políticos usen sus nuevos poderes para agrandar el Estado». Critica «la debilidad de Boris Johnson por los proyectos grandes y caros». La ambición es un Reino Unido que se aparta del mercado social europeo, una «Singapur del Támesis» con menos regulaciones e impuestos. El brexit vuelve a dividir a los conservadores. Una alianza de nacionalistas liberales, que veía la marcha de la UE como la cristalización del proyecto de Margaret Thatcher, y de habitantes de ciudades laboristas, desindustrializadas y degradadas en las últimas décadas, lo hizo inevitable votando a Johnson en diciembre de 2019, y rompiendo así el bloqueo del Parlamento. El líder ecléctico quiere preservar esa alianza, con aspiraciones quizás incompatibles. Para The Economist, los problemas de Johnson se derivan del estancamiento de su Gobierno: «Como todo buen revolucionario, creía que problemas intrincados, como la desigualdad regional o la inmigración irregular, podrían resolverse con pura voluntad».