El caso Lula o el paradigma del populismo que se dice de izquierdas

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

Lula y el lulismo no se rinden. Lleva tres meses entre rejas y cuando faltan otros tres para unas elecciones presidenciales para la que es el favorito en las encuestas, la justicia brasileña, una de las más presentables del subcontinente americano, a pesar de las presiones, mantiene el tipo y se resiste a liberarlo.

15 jul 2018 . Actualizado a las 17:07 h.

A 100 días de cumplir los 73 años, Luiz Inácio da Silva, aquel líder del sindicato del metal, el Lula que en la década de los ochenta contribuyó de una forma decisiva a la caída de la dictadura militar, lleva camino de pasar a la historia como el paradigma del populismo que se dice de izquierdas.

Hace casi tres décadas, de la presidencia del poderoso sindicato y combativo sindicato  se propuso dar el salto a la presidencia del país. Lo intentó, sin éxito, en tres ocasiones consecutivas -1989, 1994, 1998- y lo logró, por fin a la cuarta, en 2002.

Durante sus ocho años como presidente de Brasil, promovió importantes reformas y radicales cambios que produjeron la transformación social y económica de uno de los países más ricos en recursos naturales de todo el subcontinente americano, que triplicó su PIB per cápita, convirtiéndose  en una potencia mundial.? Sus gobiernos lograron sacar de la pobreza a millones de brasileños.

Su gestión le garantizó la reelección en 2006 pero, al final de su segundo mandato, le falló la salud -una seria crisis de hipertensión- y dejó el timón de la sexta potencia mundial  a Dilma Rousseff, su mano derecha en el Partido de los Trabajadores (PT).

La corrupción

Paralelamente al crecimiento económico brotó con fuerza la peste de la corrupción que no tardó en  extenderse a otros países de la región donde también había prendido con fuerza el populismo.

Paradójicamente, las reformas judiciales propiciadas en el país por los gobiernos lulistas fortalecieron la autonomía e independencia del Ministerio Público y de los tribunales de justicia, e incorporaron la figura de la delación compensada. A partir de ahí las investigaciones permitieron descubrir elaborados mecanismos para favorecer a funcionarios públicos y financiar campañas en todo el continente, siendo las principales empresas involucradas Odebrecht y OAS.

Las declaraciones, incautaciones, contabilidades, correos electrónicos y demás evidencias llevaron a prisión, con altísimas penas, a los máximos responsables de ambas compañías, Marcelo Odebrecht y Leo Pinheiro. Para obtener beneficios que les permitieran rebajas sus condenas, ambos accedieron a delatar a otros involucrados. Así fue como políticos de diversas tendencias, en diversos países - Perú, Argentina, Colombia, entre otros- donde la justicia no funciona a las órdenes directas del partido en el poder fueron imputados por corrupción.

 Así cayó Lula.

Leo Pinheiro, en su delación, indicó con detalle cómo para favorecer los negocios de OAS sobornó a Lula mediante la entrega de un triplex en la playa de Guarujá en Sao Paulo. El ex presidente había adquirido un apartamento de 80 metros en un conjunto habitacional que estaba siendo construido por una cooperativa que quebró. La operación fue continuada por OAS, que ofreció a los adquirentes la devolución del dinero o continuar adelante con la operación pagando el saldo del precio.

En los antecedentes contables el único que no tomó ninguna de esas opciones fue Lula. Pinheiro indicó que, a cambio, aceptó un triplex de 240 metros en el último piso que era el único en esas condiciones y que comenzó a ser acondicionado especialmente de acuerdo a los requerimientos de la familia de Lula. A pesar de negar haber estado en el lugar, una fotografía mostró a Lula en el triplex junto al propio Pinheiro. En un registro en el domicilio de Lula se incautó un borrador del contrato de compraventa del inmueble sin firmar. Existe además correspondencia electrónica con colaboradores de Lula de los que se desprende el acuerdo.

Las pruebas reunidas fueron consideradas suficientes por la Fiscalía para acusar y por el juez Sergio Moro, quien lo condenó en primera instancia a 9 años de prisión, sentencia que, al ser revisada por la Corte fue elevada a 12 años, pena que comenzó a cumplir hace algunos meses, tras haber sido rechazados los recursos de amparo que su defensa interpuso para frenar el encarcelamiento.

El pasado domingo, Rogerio Favreto, el juez de guardia del fin de semana, de conocida militancia en el partido de Lula, acordó su excarcelación al resolver un recurso presentado el viernes por propio PT. El juez Joao Pedro Gerbran Neto rechazó esa decisión. Favreto reiteró su acuerdo y Eduardo Thompson Flores, el jefe de la Corte Federal que condenó un Lula, intervino y dijo que no había base legal para su liberación.

Lula insiste en su inocencia, alegando que el caso tiene motivaciones políticas, pero de momento seguirá preso hasta que no haya una sentencia definitiva que admita su inocencia.Los lulistas de dentro y fuera del país denuncian ahora la politización de la justicia brasileña y abogan por su excarcelación hasta que la sentencia condenatoria sea firme. Más de uno incluso dice que si cuenta con el apoyo mayoritario de los brasileños que predicen las encuestas tiene todo el derecho del mundo a volver a ser presidente. También hay quien piensa que si le excarcelan puede seguir el ejemplo de su correligionario ecuatoriano Rafael Correa y poner tierra por medio para no volver a la cárcel, poniendo en práctica un axioma muy del gusto de los populistas urbi et orbe; hagan lo que yo digo pero no lo que yo hago.