Susana y Fran: «Con tres hijos de 28, 23 y 21 años, acogimos a un niño de 12 que se jugó la vida para venir a España»
YES
Este matrimonio gallego amplió la familia hace tres años con la llegada de A., un menor que llegó solo a nuestro país. «Le toca ser adolescente y disfrutar de todo lo que no disfrutó en su momento», dice su madre
13 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Tenían, como quien dice, a tres hijos ya criados, incluso con la carrera finalizada y la adolescencia superada, pero Susana y Fran decidieron volver a empezar. Y no por lo que les dijeron algunas personas de que si sufrían el síndrome vacío. Para nada. Fue una cuestión absolutamente de justicia social. «No por nacer en un sitio determinado tienes que tener una familia determinada con unas características determinadas, sino que deberías tener las mismas oportunidades que los demás. Nuestros hijos las tuvieron, y nosotros queríamos darle a alguien también esa posibilidad», cuenta Susana.
A. llegó a sus vidas hace tres años. Susana y Fran siempre estuvieron sensibilizados con el tema del acogimiento, ya le habían abierto las puertas de su casa a una niña saharaui durante tres años, porque, «por suerte», tienen amigos cercanos que trabajan en este ámbito, y eso les ha permitido estar muy en contacto con estos temas sociales y tener siempre presentes a los menores menos favorecidos. Cuando los suyos ya eran mayores, se dejaron llevar, aunque ambos reconocen que, de fondo, estaban buscando «algo». Los invitaron a la presentación del programa En Familia, que conlleva una formación para acabar siendo familias acogedoras durante los fines de semana o vacaciones. «Cuando salimos, no hizo falta decirnos mucho. Nos conocemos, nos queremos y no tenemos mucha necesidad a veces de hablar. Al acabar, Fran me dijo: “Pues hacemos la formación”, y yo era justo lo que quería escuchar. Creo que ya intuía que a mí me iba a costar formarme y luego no participar en el programa. Como oyente no me iba a quedar. Eso lo sabía yo, no lo compartí con Fran, pero creo que en el fondo de su alma él también lo sabía».
Hicieron el curso y pasaron a formar parte de un banco de familias, en el que cada una ofrece un perfil. Ellos, en principio, por sus años y situación podían acoger a niños en cualquier circunstancia y edad. Poco después, cuentan, tuvieron alguna posibilidad, pero finalmente se truncó por temas judiciales. Pero cuando una puerta se cierra, otra se abre. Una tarde a finales de octubre del 2022, la técnica que tenían de referencia en el programa les comentó la posibilidad de acoger a un niño de 12 años que no tenía familia en España.
Cuando Susana y Fran conocieron a A., él ya llevaba un año en nuestro país. Llegó a Canarias desde Costa de Marfil. Probablemente con 10 años. No saben con exactitud cuándo ni cómo fue esa travesía en la que puso su vida en juego siendo un crío por buscarse la vida. «Hay muchísima gente que no lo entiende. Porque muchas veces dicen, yo creo que por desconocimiento: “¡Oh, esos padres que lo mandan ahí para morirse!”. No, esos padres, y sobre todo madres, que los quieren tanto, tanto, tanto... y dicen: “Sal de aquí”. Les ofrecen esa oportunidad, porque donde viven no la tienen para desarrollar su vida. O no tienen oportunidades o tienen el riesgo de acabar en una milicia de niños soldados matando... Una vida que no quieres a priori para tu hijo. Una vida que en Occidente ni se nos pasa por la cabeza».
A. sobrevivió a esa singladura que lo llevó a Canarias en la más absoluta soledad. Ahí estuvo un tiempo aprendiendo español. «Es muy agudo, y lo aprendió enseguida, y se vino para un centro de Pontevedra bastante rápido», dice su madre.
«PADRES, NO ABUELITOS»
Lo conocieron en noviembre del 2022, y en el puente de diciembre ya tramitaron el primer permiso para que se pudiera quedar. Le ofrecieron que se instalara en casa enseguida, pero él, «que es bastante maduro», dijo que prefería terminar el curso en Pontevedra. El primer año venía en vacaciones y los fines de semana, cuando aprovechaba para hacer los deberes con ellos. «Fran se sentó un día con él, porque tenía que mirar algo del mapa de Europa, y quiso ayudarlo, que no lo necesita, pero en ese momento era casi más una excusa nuestra para estar con él. Sale de la habitación, y me dice: “Yo creí que ya había estudiado y no, tiene muchísima memoria”. Es muy listo».
La adaptación por ambas partes fue muy natural, cuentan. «Se sintió enseguida como en casa», apuntan. «Él puso mucho de su parte, y la verdad que nuestros hijos mayores son un encanto, muy buenas personas, y lo acogieron muy bien, cada uno ejerciendo su rol», recuerda Susana, que añade que, antes de tomar la decisión, hablaron con sus tres hijos, que en ese momento tenían 28, 23, y 21 años para hacerlos partícipes, porque la decisión de ampliar la familia les afectaba a todos. Cada uno de ellos les fue dando su opinión. «El mayor nos dijo: “Vosotros veréis, si os encontráis con fuerza para empezar con un adolescente, adelante. Nosotros os ayudaremos en lo que podamos”. El mediano, que es así como yo, dijo: “Si vosotros lo decidís...”. Y la pequeña nos advirtió: “Pero tenéis que ser padres y no abuelitos”. Nos apoyaron los tres. Y efectivamente nos ayudan. Porque si hay que llevarlo a entrenar, lo llevan... Es su hermano pequeño desde el minuto cero».
El acogimiento no pudo ser mejor. «Mi madre y mi tía son mayores, pero, uf, le tienen una adoración, lo quieren muchísimo. La madre de Fran, que en ese momento vivía, lo llamaba su grande pequeño, era su ojito derecho, y cuando no estaba, siempre preguntaba por él. Era muy querido ya antes de llegar», añade.
A. estudia en el cole en el que trabaja Susana, donde ya era conocido por los chicos a los que les gusta el fútbol, un deporte en el que destaca, entre otras cosas, como dice su madre, porque «su desarrollo físico es diferente al de los niños de aquí». «Los primeros años parecía muchísimo mayor de lo que era. Llama mucho la atención, porque es alto, tiene un cuerpazo, es guapo. Y no es amor de madre», dice bromeando. A nivel académico tampoco no tuvo problemas. Además, señala Fran, en Costa de Marfil siguen el sistema francés, que es más flexible, no tienes que ir primero, segundo..., sino que dentro del mismo año puedes incluso avanzar en el siguiente curso. «Estaba adelantado para su edad, y desde que está aquí saca muy buenas notas, es inteligente, tiene buena memoria», destaca Fran. Los dos aseguran que, a pesar de haber criado a tres hijos antes, apenas tienen experiencia con adolescentes. Y A. lo está siendo con todas las letras, pero ellos están encantados de que así sea. «Es un adolescente y, gracias a Dios, porque tuvo que ser un niño mayor toda la vida. Le toca ser adolescente. Tiene que disfrutar todo lo que no disfrutó en su momento. Y para eso vino, para todas esas cosas, porque de la adolescencia también se aprende mucho para la vida adulta», explica Susana. Sus padres dan fe de que está disfrutando, tanto que a veces tienen que ponerle el freno, y colar algún no entre tanta petición de salir.
No es un tema recurrente, pero tampoco evitan hablar de su familia de origen. No le preguntan, simplemente lo acompañan. Susana y Fran dejan que sea él quien vaya contando lo que quiera. Como que no le gusta celebrar el cumpleaños con mucha gente, sino que es más feliz si está con ellos solos.
A. mantiene algo de contacto telefónico con sus familiares, aunque menos que al principio. De vez en cuando habla con su madre, pero es complicado contactar con ella. Con el que más habla es con un hermano que está en Francia. «Aunque a nosotros nos pudiera parecer lo natural, yo creo que para ellos es una nueva etapa, en la que asumen que renuncian a cosas. Probablemente, dejes los sentimientos un poco aparcados hasta que tengas, digamos, tu vida», relata Fran. «Él me ha dicho alguna vez que, si cuando tenga un trabajo, puede ir allí, y yo le contesto: “Siempre que quieras”. Él se quiere quedar aquí, estudiar aquí, tiene que tener nacionalidad española, y no hay un convenio con Costa de Marfil, y él dice: “Yo soy español, pero voy a llevar a Costa de Marfil siempre”. Tiene una madurez impropia de un niño de 15 años. Es que incluso cuando hay algo triste enseguida busca para ponerse más alegre. Eso es que está curtido en eso», apuntan Fran y Susana. «Nosotros seguro que le damos importancia a unas cosas que luego ellos allí se ríen. Han pasado experiencias que nosotros no pasaremos nunca», explica su madre. Al principio, estuvieron muy pendientes por si necesitaba un psicólogo, hablar con alguien profesional, pero él nunca lo quiso. «Yo voy saliendo adelante, y ya os cuento a vosotros lo que hay. No lo necesito», les dijo.
A. es un niño feliz y esa es la mayor victoria para sus padres. Le encanta salir con los amigos, y todavía mantiene mucho vínculo con los niños con los que compartió centro en Pontevedra, adonde de vez en cuando lo llevan a pasar el día. «Él aporta mucho, nosotros tuvimos mucha suerte de encontrarnos con él. Lo que no quita, efectivamente, como en todas las familias, momentos de enfado. Pero, bueno, todavía nos pilla bien físicamente, y nos lo dice la gente: “Tenéis otra cara, estáis más jóvenes”». Porque no hay duda de que se regalan vida mutuamente.