Durante su mandato, Mugabe tomó decisiones muy polémicas, como las expropiaciones, iniciadas en el año 2000, de miles de granjas a propietarios blancos en una reforma agraria caótica, a fin de distribuir la tierra entre la población negra del país.
Hombre de dura retórica, el veterano estadista, que acusa a sus críticos de ser «traidores», no ahorró diatribas para insultar a potencias occidentales como Estados Unidos o el Reino Unido -la antigua metrópoli-, al acusarles de fabricar «diabólicas mentiras» sobre él y a cuyas sanciones atribuye el pésimo estado de la economía.
También causó notable indignación internacional su fobia hacia los homosexuales, que considera «peores que los cerdos».
Consciente de la necesidad de cambio y apaciguado tal vez por la edad, el hoy expresidente de Zimbabue, ataviado normalmente de riguroso traje oscuro y corbata, inició en los últimos años una campaña para transformar su imagen.
En varias entrevistas, Mugabe, que profesa con fervor el catolicismo, se mostró afable, habló con cariño de sus cuatro hijos, admitió el amor que siente por su esposa, Grace (40 años más joven), y recordó a su primera mujer, Sally, que murió en 1992.
Durante su mandato, los rumores sobre la salud de Mugabe fueron constantes, y además se vieron alimentados por sus últimas apariciones en público, en las que siempre aparecía agarrado del brazo de su esposa.
Finalmente no fue su salud la que le apartó del poder, sino las rivalidades en su propio partido, causa de la intervención de los militares en el país para impedir que su mujer, Grace, «heredase» su mandato.