Presionan a Trump para que lo despida después de aconsejarle que no condenara a la ultraderecha por el ataque de Virginia
16 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Steve Bannon tiene que marcharse. Es la advertencia que han trasladado al presidente de EE.UU. El último ha sido su amigo Rupert Murdoch, magnate de la comunicación, quien aconsejó su despido durante una cena en la Casa Blanca. El desalojo del jefe de estrategia es ahora más deseado que nunca por parte de varios pesos pesados del ala oeste, cansados de ver cómo las decisiones de Bannon dañan a la nueva Administración. La última gota que colmó el vaso ha sido la confirmación que fue él quien convenció a Trump para que no responsabilizará a la ultraderecha de los ataques racistas del pasado fin de semana en Charlottesville, Virginia.
A las decenas de denuncias demócratas y republicanas se han sumado las voces de los líderes de los caucus negro, hispano, asiático y progresista del Congreso que exigen a Trump no solo la cabeza de Bannon, sino también la de sus asesores Stephen Miller y Sebastian Gorka. «Los estadounidenses merecen saber que los supremacistas blancos y los neonazis no están en condiciones de influir en nuestra política», aseveraron. Bannon, Miller y Gorka encarnan el ala populista del nuevo gabinete, defendida por medios ultraderechistas como Breitbart News, medio que dirigió Bannon.
Según The New York Times, Trump ya ha enviado al populista a «un exilio interno» y lleva más de una semana sin reunirse a solas con él, mientras evalúa los daños colaterales de un posible cese. De ejecutarse el despido supondría para Trump tener que enfrentar a la base de votantes defensores de sus políticas más controvertidas. A pesar de ello, primeros espadas como su yerno y asesor, Jared Kushner; el consejero de Seguridad Nacional, H. R. McMaster, o el jefe de Gabinete, John Kelly, siguen presionando al magnate para que de el paso. «No toleraré las maquinaciones del señor Bannon», advirtió Kelly tras los ataques racistas en Charlottesville.
Más portazos
La tardía condena de la violencia racista por parte del presidente provocó una oleada de protestas en su ciudad natal donde miles de manifestantes le recibieron al grito de «vergüenza» y «Nueva York te odia». Lejos de sentirse aludido, se limitó a escribir en Twitter lo bien que se sentía en su ático de la Torre Trump aunque recordando lo especial que era para él la Casa Blanca. La misma red social fue también escenario de una nueva polémica después de que el neoyorquino retuitease un mensaje de Jack Posobiec, un ultraderechista señalado por divulgar el Pizzagate, una historia falsa divulgada durante la campaña sobre una trama de prostitución infantil vinculada a Hillary Clinton.
Por si esto no fuera suficiente, el republicano cargó contra los cuatro líderes empresariales que han abandonado el Consejo de Fabricantes Estadounidenses, creado por el presidente, por su tibia respuesta inicial al ataque racista de Virginia. «Tengo muchos para ocupar su lugar», manifestó con desdén.
El último en batirse en retirada ha sido Scott Paul, presidente de la Alianza para las Manufacturas Americanas, siguiendo así la estela de los directores generales de Intel, Brian Krzanich; de la marca de ropa deportiva Under Armour, Kevin Plank, y de la farmacéutica Merck, Kenneth Frazier.
El debate sobre los símbolos confederados deriva en violencia
Dos días después de la violencia que enlutó Charlottesville, manifestantes derribaron la noche del lunes la estatua de un soldado confederado en Durham (Carolina del Norte). Una prueba más de cómo la violencia entre la alt-right (extrema derecha) y los antifascistas se está asentando en EE.UU. La estatua, erigida en 1924 «en memoria de los muchachos que llevaron el gris», en referencia al color de las tropas sureñas, acabó en los jardines de los antiguos juzgados con una soga al cuello.
En los últimos años han fermentado los debates acerca de qué hacer con los controvertidos símbolos de la Confederación. Los esfuerzos por retirar estatuas y banderas están bloqueados en los tribunales de Justicia y los Congresos estatales, pero otros símbolos ya han sido retirados. El sábado, el mismo día de los incidentes en Charlottesville, el alcalde de Lexington (Kentucky) , Jim Gray, anunció sus planes de retirar dos estatuas. «Lexington fue uno de los mayores mercados de esclavos. Simplemente no tenemos derecho a seguir honrando a esos confederados que lucharon para mantener la esclavitud», señaló Gray,
La prensa desveló el historial de violencia de James Alex Fields, el racista que empotró su coche contra una treintena de personas y acabó con la vida de una de ellas en Charlottesville. Fields golpeaba y amenazaba a su madre parapléjica. La mujer llamó en tres ocasiones a emergencias denunciando la conducta violenta de su hijo. En noviembre del 2011, su llamada quedó registrada como la de «una madre aterrorizada», según The Washington Post.