«Es el peor día de mi vida»

Leticia Álvarez ATENAS / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

YANNIS BEHRAKIS | Reuters

Los jubilados, principales damnificados del corralito, tuvieron que esperar frente a los bancos a que abrieran para poder cobrar la pensión

30 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Kostas esperaba mirando el cajero, inmóvil. Ayer tenía que cobrar su pensión, pero era mediodía y los bancos aún no habían abierto sus puertas. «Es el peor día de mi vida», se lamenta. Se le llenan los ojos de lágrimas: «No pensé que mi país terminaría así».

La imagen de los jubilados aguardando a cobrar su sueldo frente a las persianas bajadas bancos era desoladora. El primer ministro Alexis Tsipras aseguró que los pensionistas cobrarían sus pensiones y 850 sucursales abrirían por la tarde de forma excepcional para pagar a aquellos jubilados que no disponen de tarjeta. No son pocos. La mayoría dependen exclusivamente de sus cartillas. No tienen tarjetas de crédito o débito, así que el cierre bancario supone un golpe especialmente duro para ellos.

En una economía como la griega, basada en el dinero en efectivo y en la que muy raramente se puede pagar con tarjeta en taxis, cafeterías y restaurantes, los ancianos son uno de los eslabones más vulnerables. «Es que no llevo ya dinero y no tengo más que una libreta», se lamentaba ayer al corresponsal de Colpisa una señora, que al igual que otro amplio grupo de jubilados se impacientaba en el centro de Atenas al observar los bancos cerrados.

En vano, un empleado intentaba tranquilizarles al explicar que tenían que esperar al menos hasta las cinco de la tarde para saber qué sucursales abrirían.

Resignación e incertidumbre

El primer día del corralito griego se vivió con resignación e incertidumbre, aunque lejos del pánico esperado. Los cajeros abrieron a las doce del mediodía, sin restricciones para las cuentas extranjeras. «¿Qué vendrá después si ya lo hemos perdido todo?», se preguntaban muchos de los que hacían colas para sacar los 60 euros que como máximo tienen permitido retirar por día hasta el 7 de julio.

Aun que no todos se lamentaban. «Llevamos semanas preparándonos, tenemos dinero en casa y todavía se puede pagar con tarjeta», afirmaba Illias. En las dos últimas semanas los griegos han sacado de los bancos cerca del 4 % del PIB del país. «Podemos vivir con lo que tenemos. Eso sí, dejaremos de pagar las facturas, los impuestos, la luz», explica. En las oficinas de correos muchos griegos hacían cola para enviar dinero a sus familiares en el extranjero. «Mi hija está en Londres y necesita dinero», asentía Euclides. María, preocupada por si el corralito se alarga más de una semana, aprovechaba para enviar también 500 euros a su hija, de Erasmus en Francia.

Transporte público gratuito

A fin de paliar el drama que golpea a los griegos, el Gobierno de Tsipras anunció que el transporte público será gratuito hasta que abran los bancos. La medida, además de buscar un alivio para los castigados bolsillos de la sociedad helena, pretende contener la gran demanda de carburante. No en vano, los conductores hacían colas frente a las gasolineras, donde la venta ha aumentado un 20 % respecto a la semana pasada.

Ante el masivo acopio, Grigoris Stergioulis, presidente de la mayor compañía petrolera en el país, Hellenic Petroleum, lanzó un mensaje tranquilizador. «Las refinerías están trabajando como siempre y el abastecimiento está plenamente garantizado. Tenemos reservas para varios meses», subrayó.

Las palabras, sin embargo, caen sobre un terreno árido. Los griegos dicen sentirse perdidos, «sin dinero ni esperanza», tal y como reconoce Chris Bakas, un desempleado de 28 años. El contagio también alcanza a los visitantes extranjeros. Michelle Amman, una suiza de 48 años, asegura disponer de suficiente efectivo pero ha decidido controlar sus gastos porque se encuentra «muy cansada, muy inquieta». En cambio, la francesa Marina Jestin, está tranquila pero sus amigos no: «Están preocupados. Temen que los griegos se pongan agresivos o violentos cuando les empiece a faltar el dinero».