Nepal lucha por volver a empezar

María cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El gallego Pablo Ures, que estuvo instalando una potabilizadora en Jaubari, cuenta cómo los pueblos de la zona cero se preparan para el monzón

26 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Faltan tan solo unos días para que el monzón entre en Nepal. La llegada de las lluvias suele ser una buena noticia para los habitantes de un país donde, además del turismo, el cultivo del arroz y el algodón son vitales para la economía doméstica. Pero el terremoto de magnitud 7,8 en la escala Richter ocurrido el pasado 25 de abril y el posterior de 7,3 que volvió a azotar esa parte del planeta el 12 de mayo han hecho que este año las cosas se vean diferentes. No solo porque no han quedado prácticamente semillas que plantar para que el arroz crezca al amparo del agua, sino también porque los pueblos de las montañas volverán a quedar totalmente aislados.

Un mes después de la primera sacudida el balance aún es trágico: Más de 8.631 personas muertas, 494.717 casas destruidas, según la ONU, otras 267.373 que han sufrido daños, 70.000 niños menores de cinco años con riesgo de desnutrición, 1,7 millones de menores que precisan ayuda urgente, medicamentos que faltan, escuelas destruidas, ayudas que no acaban de llegar... Todo al albur de las riadas que vendrán.

Pero pese a todo, el espíritu de las poblaciones que rodean al techo del mundo es de superación, de mirar hacia delante. Es lo que ha observado el químico e investigador del grupo de Ingeniería del Agua de la Universidade de A Coruña (UDC), Pablo Ures. Como voluntario de la oenegé GEA puso rumbo al techo del mundo el pasado 8 de mayo con otro grupo de personas de la misma entidad. Fueron a realizar tareas de rescate y, en su caso concreto, a instalar una planta de depuración de agua con vistas, precisamente, a la llegada del monzón.

El segundo terremoto lo escucharon desde el área de Gorka y por eso algunos componentes del grupo se desplazaron a la nueva zona cero para ayudar en rescate. Otros también ayudaron a reconstruir un orfanato. «Hubo suerte de que el terremoto fuera en sábado porque hay un montón de colegios destruidos», explica este voluntario gallego.

«No estuve en Haití, pero compañeros que vivieron las dos catástrofes comparan la respuesta de la población en uno y otro lugar y notan la diferencia. Dicen que en Haití veías que iba a llevar su tiempo reponer todo. En cambio los nepalíes tratan de superar lo ocurrido, ponen atención en saber qué tienen que hacer, aprender. Esa misma comparación puede hacerse con Filipinas, donde estuve», afirma.

Una aldea de 800 personas

Ese interés lo observó al explicar el funcionamiento de la planta potabilizadora a los habitantes de Jaubari, la población de 800 habitantes donde los responsables del departamento del agua del Gobierno les sugirieron que la levantaran. «Teníamos pensado hacerlo en la capital, pero dijeron que era más urgente en esta zona», explica. De hecho, actualmente el pueblo coge agua potable de un riachuelo cercano, pero la lluvia monzónica lo llenará de fango y ya no podrán beber de ahí. «Dejamos repuestos, los agarraron y los fueron a guardar. No vaya a ser que se estropearan. Y en la capital, pese a lo grande que es, hay un espíritu de colaboración entre sus habitantes total», comenta.

Llegaron hasta la zona con la ayuda de la oenegé local Fresh Nepal. «no habríamos podido entrar de no ir de su mano. El trabajo que hacemos las oenegés pequeñas es diferente al que hacen las otras grandes organizaciones como Cruz Roja o Unicef. Las dos formas de trabajar son necesarias», explica Pablo Ures.

Tan urgente como el agua es lograr que las personas que han quedado a la intemperie tengan un lugar donde cobijarse. La agencia DPA informa de que el Ejecutivo había prometido entregar a cada familia sin techo 15.000 rupias (135 euros) para que pudiera comprar chapas onduladas con las que protegerse de las lluvias o las tormentas, pero hay muchos que aún aguardan su llegada. Y mientras la economía va despertando, aunque muchas de las fábricas que están en activo notan la falta de mano de obra. La tragedia fue enorme: Más de 8.000 muertos, miles de heridos...