La estrella de Obama se enfría

silvia ayuso WASHINGTON / DPA

INTERNACIONAL

El balance de los seis meses de su segundo mandato incumple las expectativas que generó

21 jul 2013 . Actualizado a las 10:58 h.

Medio mundo, literalmente, enfadado por las revelaciones de que EE.UU. espió tanto a amigos como a enemigos, una prensa indignada por escuchas a influyentes medios, y un Congreso que sigue poniéndole la zancadilla cuando puede. Barack Obama cumple los primeros seis meses de su segundo mandato lejos de las altas expectativas con que se impuso. «Todavía le quedan 48 meses como presidente, pero seis después de las elecciones parece haberse quedado ya sin viento», escribe el analista y exasesor presidencial David Gergen al diario Politico.

El hombre que hizo historia al convertirse en el primer afroamericano que ocupaba la Casa Blanca prometió un segundo mandato con una agenda liberal ahora que ya no tiene que preocuparse por la reelección. Entre las prioridades de Obama, hacer pagar más impuestos a los más ricos, un mayor control de armas, más igualdad para los homosexuales, medidas contra el cambio climático y la gran promesa para los hispanos que fueron clave para su reelección: una reforma migratoria que dé salida legal a once millones de indocumentados.

«Tenemos que actuar, tenemos que actuar», urgió aquella gélida mañana de enero. Seis meses más tarde, la que parece haberse quedado helada es su agenda. Logró subir los impuestos, pero a costa de aceptar recortes aumáticos que, según dijo esta semana el jefe de la Fed, Ben Bernanke, han lastrado la marcha de la economía. Mientras, las leyes para restringir la venta de armas se estancaron en el Congreso, donde también languidece la reforma migratoria que la Casa Blanca preveía como la única gran iniciativa legislativa del último mandato. Una masiva huelga de hambre de los presos de Guantánamo volvió a recordar, entretanto, la promesa inclumplida de cerrar la prisión.

Nada de esto es lo peor. El presidente que tantas esperanzas internacionales despertó aprendió las últimas semanas qué es dejar de ser popular entre sus colegas. Aliados como Alemania, Francia o Reino Unido han pedido explicaciones a Obama tras las revelaciones de que los servicios secretos estadounidenses realizaron un espionaje masivo a países supuestamente tan «amigos» de Washington. La indignación se ha extendido a América Latina, después de que el diario O Globo destapara que también países con fuertes lazos bilaterales como México, Colombia o Brasil, entre otros, fueron objeto de la atención de la NSA.

La incógnita sobre el futuro de Snowden, recluido en el aeropuerto de Moscú, ha agriado también las relaciones con Rusia, ya de por sí tensas por las fuertes diferencias de opinión sobre Siria, otro de los conflictos en los que muchos esperaban una acción más decisiva. Más de un analista se está quedando también con ganas de saber qué es lo que hace exactamente Obama en Egipto.

Críticos de la oposición, pero también de sus filas, han acusado a Obama de no implicarse lo suficiente en las batallas que tanto le dicen importar, como la reforma migratoria. «La idea de que nos estamos manteniendo al margen es una falacia», rechazó indignado su portavoz. «No estaríamos donde estamos si el presidente no hubiera sido reelegido y hubiera hecho de la reforma migratoria una de sus máximas prioridades».