Inyección de autoestima

Leoncio González

INTERNACIONAL

13 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Es comprensible la decepción ante la concesión del Nobel de la Paz a la UE. Una de las funciones del galardón consiste en dar visibilidad global a personas o movimientos que combaten la tiranía o la injusticia, muchas veces con riesgo para sus vidas y exponiéndose a penas de cárcel temibles. Cuando se ajusta a estas premisas, la distinción es un instrumento que hace avanzar la causa de la libertad en todo el mundo, al exponer a la censura pública a quienes la pisotean.

Premiar a la Unión en este momento no solo da la impresión de que ya no quedan conflictos de esta naturaleza, lo que es falso, sino que sirve para sepultar errores demasiado graves y demasiado recientes de la política exterior de la UE en zonas como el norte de África. Al mismo tiempo, perdona la tendencia creciente de Bruselas a subordinar las actuaciones en materia de derechos humanos a las conveniencias económicas.

Es posible que el comité haya querido lanzar un aviso. El destino de la UE está, por primera vez, en manos de una generación que ya no tiene recuerdo personal de la guerra terrible que estuvo en su origen, una generación que no pocas veces da la impresión de tener como prioridad egoísmos nacionales como los que propiciaron aquella contienda. El premio sería, visto desde este ángulo, una advertencia para no dejar crecer los viejos demonios.

Pero, si es así, no se explicó bien. No hay más que ver la reacción de las grandes cancillerías para comprobar que no ven en la distinción un aldabonazo para no olvidar de dónde venimos, sino solo una inyección de autoestima.