«Sarita, mejor vamos en mi 600»

Jesús Flores Lojo
Jesús Flores REDACCIÓN / LA VOZ

HEMEROTECA

Un anuncio del Seat 1400 en La Voz de los años cincuenta
Un anuncio del Seat 1400 en La Voz de los años cincuenta LVG

Hace 50 años, el último 600 salía de la fábrica de Barcelona. Los tiempos habían cambiado, pero quedaba la leyenda y todo un futuro por delante para la marca, ahora especializada en algunos de los modelos deportivos más deseados. Así que, de cero a cien en un instante, viajamos con La Voz a los primeros días de Seat para encontrarnos con algún que otro bache, pero también unos paisajes interesantes.

13 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Buscamos en nuestro archivo la primera ocasión que el periódico habló de Seat. Y lo hacemos cuando unas recientes palabras del jefe de Volkswagen, quizás malinterpretadas, pudieran estar anunciando que el nombre de la marca ahora asociada al grupo alemán se escribirá muy pronto por última vez. Cosas de los tiempos convulsos que vive esta industria del automóvil inmersa en la frenética búsqueda de un futuro sin motores de combustión.

Claro que peor pintaban las cosas en 1950. Ese año nace Seat en Barcelona con el impulso del Instituto Nacional de Industria, aunque no lanzó su primer coche hasta tres años después, bajo licencia Fiat. Se trataba del 1400, un modelo bastante lujoso para aquella España noqueada por la Guerra Civil que aún comía con cartillas de racionamiento. Las escasas referencias a los automóviles en el periódico aparecen sobre todo en los anuncios por palabras, que nos muestran un mercado de segunda (o tercera, o cuarta...) mano acorde con la época, del tipo «vendo camión Ford con motor nuevo, reparado, y gomas en buen estado» o «magnífica rubia Citroën, siete plazas».

De hecho, hasta 1955 La Voz no habla para nada de Seat, y cuando lo hace es para que un articulista, en este caso el siempre agudo Luis Caparrós, se despache bien a gusto: «Uno oye hablar que el Seat ha bajado once mil pesetas: por mí, como si llueve». Hurga Caparrós en la llaga de la escasez: «Es mucho mejor escribir de que los trolebuses de las 14.30 siempre van llenos. Lo demás son utopías y la cosa no está para bromas».

Esta indiferencia generalizada en plena lucha de la mayoría por la simple supervivencia cambia, sin embargo, con el anuncio de la fabricación del 600, del que da cuenta La Voz a finales de ese mismo año coincidiendo con la inauguración de la nueva planta de Seat en Barcelona, donde Franco recibe vítores y saca pecho. La posibilidad de adquirir un automóvil a la mitad de precio que un 1400 y, desde luego, la propaganda gubernamental, fueron convirtiendo aquel cochecillo en el pizpireto protagonista de esa expresión tan manida: «el símbolo de una época».

Pero no nos engañemos. El primer 600 costaba 65.000 pesetas, casi cuatro años de un sueldo medio, tal y como contaba La Voz. Además, según explicaba el periódico, había que adelantar 20.000 pesetas y luego esperar durante meses para recibirlo porque los procesos de producción eran muy lentos, pese a las duras condiciones laborales a las que estaban sometidos los trabajadores. De hecho, en nuestras páginas aparecían con cierta frecuencia los números de reserva correspondientes a los siguientes afortunados con un 600. Y la Administración había endurecido los requisitos para su compra, de modo que no sucediese como con los 1400, que algunos adquirían solo para revenderlos con ganancia por medio dada su escasez. Pese a ello, ese tipo de mercado continuó existiendo, tal y como puede comprobarse en los anuncios por palabras del periódico, ese exacto termómetro de la época. Seguro que a ellos no recurrió Puskas, el nuevo futbolista del Real Madrid, que recién llegado a España confesaba en La Voz que en pocos días le entregarían un Seat. Ni tampoco tendría que pagar las letras a fin de mes, como sí hacía la mayoría. La banca privada, que tenía un 42 % de las acciones de la marca, comenzaba a hacer caja.

Una grúa descargando un Seat 600 en el puerto de A Coruña, en la década de los sesenta
Una grúa descargando un Seat 600 en el puerto de A Coruña, en la década de los sesenta ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Para Seat también llegaban buenos tiempos: hasta tenía un «public relations», como el periódico denominaba al empleo de Vicente Martínez Olalla, Txente, el novio de Sara Montiel. Ahora, la marca aparecía también en las páginas de Sociedad, puesto que Txente (quizás por su cargo, pues cobraba 15.000 pesetas al mes) recogía a Sara en un 600 a las puertas de su casa y el Mercedes de ella quedaba en el garaje. Hubo boda, pero el asunto acabó mal por ese clásico de «quiero que dejes el cine para ser mi mujer».

A ver, que España se estaba modernizando, pero no tanto. Y nuestro pequeño coche, apodado «el mirabragas» porque al abrir sus puertas dejaba ver las carnes de sus pasajeras, era buena prueba de ello. Pasar de cero a cien en algunos asuntos es a veces tan lento como hacerlo en un 600.