Nixon, a Kennedy: «Si quiere, debato con toda su familia»

HEMEROTECA

Un momento del debate entre Kennedy y Nixon en septiembre de 1960
Un momento del debate entre Kennedy y Nixon en septiembre de 1960

La primera vez que en La Voz se habló de debates televisados fue en septiembre de 1960, tras el famoso careo que enfrentó a Nixon y a Kennedy en la pequeña pantalla. Marcó un antes y un después en las campañas políticas. Tanto es así, que a menudo se olvida que fueron cuatro los debates televisados entre Nixon y JFK. Aunque en aquel primero Kennedy ya dejó k.o. a su rival: el poder de la imagen.

14 jun 2023 . Actualizado a las 08:17 h.

A primeros de noviembre de 1960, solo unos días antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, La Voz reproducía unas declaraciones de Richard Nixon, que contestaba así a la petición de su oponente, John Fitzgerald Kennedy, para celebrar un nuevo cara a cara a través de la pequeña pantalla: «Estaré encantado de ello, si quiere debato con toda su familia». La ironía del candidato republicano podría entenderse como una respuesta nerviosa ante la sospecha de que la campaña electoral se le escurría de las manos. El debate del 26 de septiembre celebrado en los estudios de la CBS en Chicago le había hecho trizas. Era el primero televisado de la historia. En los tres siguientes ya no pudo recuperarse. De hecho, años más tarde el propio Nixon reconocería: «Me centré demasiado en la sustancia y poco en la imagen». Algunos sociólogos sostienen que aquella emisión acabó con la inocencia americana de los años cincuenta.

La primera página de La Voz, al día siguiente del famoso careo, anunciaba que la campaña había dado un gran giro en favor de Kennedy. Y la crónica desde Washington de Walter Lippmann, el prestigioso corresponsal político que en esos años firmaba en nuestro periódico, no dejaba lugar a dudas sobre el impacto que el duelo había tenido en EE.UU.: «De hoy en adelante será imposible para un candidato evitar esta clase de encuentros con su opositor», escribía el dos veces Premio Pulitzer, todo un clarividente si se tiene en cuenta que el no menos prestigioso The New York Times iniciaba entonces una campaña para que esta fórmula no volviese a repetirse, porque «corrompe la decisión del electorado».

Una nueva era

Quizás para un lector de La Voz de la época resultaba difícil comprender tal análisis. En la Galicia de 1960, que apenas acababa de inaugurar su conexión televisiva con la central madrileña y donde los aparatos de televisión eran un lujo para unos pocos miles de personas, las referencias de Lippmann al poder de la imagen les debía sonar a chino. Pero al otro lejano lado del Atlántico había comenzado una nueva era: a los políticos ya no les bastaba con besar bebés, estrechar manos y visitar mercados. Además debían ser fotogénicos.

Nixon secándose la cara con un pañuelo. Pálido y sudoroso, sin recuperar de una operación de rodilla, le perjudicó su imagen en televisión durante el debate
Nixon secándose la cara con un pañuelo. Pálido y sudoroso, sin recuperar de una operación de rodilla, le perjudicó su imagen en televisión durante el debate

Y, por supuesto, trabajar con guion y mensajes muy estudiados, colocados en el momento preciso. La Guerra Fría, la Cuba de Castro, el feminismo y las minorías sexuales y raciales salpicaron las intervenciones de Kennedy ante un Nixon demasiado conciliador —«nuestras diferencias no están en los objetivos, sino en la forma de conseguirlos»—, enredado en cifras, pálido y sudoroso debido a que aún no estaba recuperado del todo de una reciente operación de rodilla. Su barba de primera hora de la noche contrastaba con el rostro moreno de su rival. Pese a la insistencia de sus asesores, Nixon no se quiso maquillar porque Kennedy tampoco lo había hecho. Pero este jugaba con la ventaja de su tono de piel, al final del verano, después de recorrerse todo el país con su campaña.

El poder de la imagen

Hay estudios que aseguran que quienes escucharon el debate por la radio dieron como ganador a Nixon, pero el poder de la televisión estaba ahí: un 40 % de los estadounidenses vio este primer debate a través de la pequeña pantalla, entre 60 y 75 millones de ciudadanos con derecho a voto. JFK ganó las elecciones con un 49 % de los votos, haciendo buena una máxima que firmaría el mismísimo Berlusconi —«los valores para triunfar en la televisión son fama, imagen, conflicto y despliegue publicitario»— y que sigue vigente en la era internet.

La campaña, además, se trasladó al entorno familiar de los candidatos. La misma Voz que el 26 de septiembre anunciaba el debate también informaba, en otra de sus páginas, de la polémica por el presupuesto en modelitos que manejaban Jacqueline Kennedy y «la esposa de Nixon» (así a secas). «Jamás compro más de un vestido de Givenchy o Balenciaga cuando voy a París», manifestaba sonriente la primera. «Yo solo compro en América», advertía Pat Nixon. En la noche del famoso careo, una espléndida Jacqueline embarazada de seis meses dio una fiesta para verlo por televisión con amigos, políticos y periodistas y allegados. Pat Nixon, en cambio, se quedó en su casa sola con sus dos hijas.

Estados Unidos ya había elegido presidente.

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