Alfonso Basterra sigue sin lograr la semilibertad porque no admite el asesinato de Asunta

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Alfonso Basterra, durante su declaración en el juicio por el asesinato de Asunta.
Alfonso Basterra, durante su declaración en el juicio por el asesinato de Asunta. SANDRA ALONSO

Niega los hechos y lleva años sin pedir permisos de salida de la prisión

20 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Alfonso Basterra fue detenido el 25 de septiembre del 2013 por el asesinato de su hija Asunta, y desde ese día ha dormido siempre bajo el techo de una celda. Primero, en los calabozos de la Guardia Civil, y una vez que declaró ante el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, en la prisión coruñesa de Teixeiro, en la que lleva 11 años encerrado. Le quedan 7 más, ya que fue condenado a 18. En todo este tiempo, ha intentado dos veces salir del centro penitenciario, siempre sin éxito. La primera, para un permiso de fin de semana cuando cumplió un cuarto de la pena, pero le denegaron la petición. La segunda, a finales del 2023, cuando solicitó pasar al tercer grado penitenciario. Tampoco se lo aprobaron. Entre otras cuestiones, porque jamás reconoció el delito ni mostró el más mínimo arrepentimiento.

El futuro inmediato de Basterra pasa, por tanto, por seguir cumpliendo su pena en el régimen general, el segundo grado. Cada seis meses, la junta de tratamiento de la prisión revisa de oficio su situación. Este órgano, formado por el director del centro, el jefe de los servicios sociales y el personal técnico, es el que tiene que decidir si le concede el tercer grado, que supone adquirir la semilibertad. Es decir, dejar la cárcel e ingresar en un centro de inserción social, un CIS, al que solo tendría que ir a dormir. El resto de la jornada podría estar en la calle, libre.

Hasta ahora, la junta de tratamiento siempre ha recomendado mantener el segundo grado para el padre de Asunta. A finales del año pasado, Basterra presentó una queja ante la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, pero fue rechazada, por lo que recurrió ante el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de A Coruña, que tampoco le dio la razón.

Pasar de grado, como tener permisos de fin de semana, no es un derecho. Cada caso se analiza individualmente y, además de admitir el delito, también tienen mucho peso cuestiones como la alarma social que podría generar que el preso en cuestión saliese de la cárcel, algo que en el caso de Alfonso Basterra estaría más que garantizado dado el enorme interés que sigue suscitando el caso pese a que ya han pasado once años desde que se cometió el crimen. A Basterra tampoco le ayuda en su pretensión de alcanzar la semilibertad el hecho de que carece de un entorno que lo apoye, una cuestión que también analiza la junta de tratamiento de la prisión. En Galicia no tiene a nadie, y en el País Vasco, donde nació, su familia tampoco parece estar ofreciéndole mucho respaldo, ya que no lo visitan y apenas le llega correspondencia.

No obstante, es evidente que a medida que se va acercando al final de su condena, está más cerca de que le den el tercer grado, aunque para ello lo normal sería primero que solicitase permisos de fin de semana y que se le concediesen, que es una medida mucho menos abrupta que la semilibertad.

Basterra, que se ha mostrado tan altivo en prisión como lo fue durante el juicio —los funcionarios dicen de él que se considera intelectualmente superior a presos y vigilantes—, mantiene ahora un perfil bajo en la cárcel, tras unos primeros años difíciles en los que incluso llego a sufrir alguna agresión por parte de otros reclusos. Él es el encargado de llevar y recoger los libros y revistas que leen los internos de la cárcel y ha anunciado que piensa escribir un libro en el que contará lo que él denomina «la verdad».

La gran incógnita que aún sigue sin resolverse: ¿por qué mataron a la niña?

Más allá de especulaciones más enfocadas en hacer negocio con la muerte de Asunta que en buscar la verdad, sobre el crimen de esta niña de Santiago se ha demostrado y probado quiénes cometieron el asesinato, cómo lo hicieron, cuándo y dónde. Sin embargo, once años después aún sigue sin resolverse la última gran incógnita, por qué unos padres idearon y ejecutaron a sangre fría un plan para asesinar a su hija. La pregunta no es relevante judicialmente hablando porque no afecta a la culpabilidad de Rosario Porto y Alfonso Basterra, pero es, sin lugar a dudas, la respuesta que falta para cerrar el caso. La madre, que se suicidó en su celda en el 2020, se llevó sus secretos a la tumba, y el padre jamás ha querido contar la verdad.

Sobre la mesa hay posibles móviles, que estuvieron todos en la agenda de los investigadores. La motivación más plausible en el caso de Rosario Porto es que quisiese librarse de su hija porque la percibía como un lastre. Quería romper con el pasado y estaba muy ilusionada con la relación que había iniciado con otro hombre y que había motivado su divorcio de Basterra. Ante sus amigas se mostraba contenta con esa nueva vida que se abría ante ella, pero no conseguía despegarse definitivamente de su exmarido, al que una de las cosas que la ligaban era, precisamente, la niña.

En el caso de Alfonso Basterra, llamó la atención de los investigadores el hallazgo de fotos de Asunta en sus dispositivos electrónicos con medias de rejilla y poses provocativas o la gran cantidad de porno con mujeres muy jóvenes asiáticas que había en el ordenador que trató de ocultar a la Guardia Civil y que apareció completamente borrado. Además, en la ropa interior de la pequeña se halló ADN del padre, procedente de un fluido que no era semen. Además, ¿para qué la estuvo drogando con lorazepam al menos tres meses antes de matarla? Serían esos los «jueguecitos» que le reprochó Rosario en los calabozos cuando también le preguntó «¿te ha dado tiempo a deshacerte de eso?». ¿Podía haber algo tan secreto y vergonzoso que hubiera movido a Basterra a asesinar a la niña para que no lo contara?

El posible móvil del crimen

Otro posible móvil es doble. Que a Rosario la motivara el desapego, pero que a Alfonso lo moviera esa intención de evitar que Asunta contara algo indecente y vergonzoso, pero también su ánimo de vengarse de su exmujer por haberle sido infiel. Pudo así haber querido manipularla para que la mataran juntos, pero de tal manera que ella fuese la que más se expusiese y la que acabase como única culpable del crimen. Si ese era su plan, fracasó.