Elogio del rico gallego

GALICIA

PILAR CANICOBA

Galicia forma parte del capitalismo humano que respeta al rico emprendedor, y no del inhumano en el que solo existen el Estado y magnates parásitos

08 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

ocas anécdotas más ilustrativas para entender las distintas actitudes hacia el rico que la que solía contar Julio Iglesias. En una primera escena el cantante circula por Miami en un coche deslumbrante, equipado además con varias bellezas en su interior que no venían de serie. Se detiene en un semáforo y al lado se sitúa un cacharro que no deja de toser, con las puertas sujetas con alambres y habitado por los que en aquella época infame aún se llamaban negros. Miran al carro reluciente y de inmediato empiezan a aplaudir entusiasmados. En la segunda toma la situación se repite en España (Julio no precisa donde es), pero en este caso no hay aplausos sino gestos de desprecio rencoroso.

En los años que han pasado desde entonces la consideración del rico ha ido cambiando entre nosotros. Ya es residual la idea de que cualquier riqueza lleva aparejado un pecado original, sin el cual sería inexplicable el éxito y la fortuna. Hemos aprendido que una cosa es la riqueza de Oubiña, amasada fuera de la ley con el sufrimiento ajeno, y otra la de Ortega, legal, fecunda y filantrópica. O sea que para auditar la moralidad de un rico hay que evaluar el origen de su riqueza y el destino que le da. Si el origen es impecable y el acaudalado usa su capital como en la parábola de los talentos, en la que se premia al que los multiplica y se castiga al que los guarda, es de justicia aplaudir como hicieron en Miami los admiradores de Julio, truhán y señor.

La fábula susodicha es una de las bases más antiguas del capitalismo. Antes de que Weber lo ligara con el protestantismo, el evangelio de Mateo ofrece una lección magistral sobre lo que es una riqueza legítima. Sobre esas riquezas que determinados ricos deciden poner a trabajar se construye la riqueza de los países. La explicación del rexurdimento económico gallego, sin ir más lejos, estriba en la aparición de emprendedores que siguen un itinerario similar: tras un exitoso eureka, acumulan capital, se hacen ricos y no se conforman con guardar la riqueza en una cueva como la de Alí Babá, sino que la siembran en diferentes proyectos.

Gracias a Dios, Galicia forma parte del capitalismo humano que respeta al rico emprendedor, y no del capitalismo inhumano en el que solo existen el Estado y una serie de magnates que actúan como sus parásitos. El marqués de Sargadelos, los indianos, Pedro Barrié, los ricos contemporáneos de los que Amancio Ortega es un epítome. La economía gallega le debe mucho a los ricos, y por ello aquí resulta más chocante la ricofobia que pretende denigrarlos y presenta impuestos como si fuesen castigos por delitos desconocidos. Es una forma de avanzar hacia ese pasado en el que se miraba con odio a Julio Iglesias, en lugar de vitorear su éxito. Hasta Mateo será sospechoso de defender a los potentados.

Entre Freud y el confesionario

Pudiera ser que el género de la entrevista tenga su origen en el confesionario. En aquellos lugares recónditos había un entrevistador y un entrevistado que seguían el guion de los pecados, solo iluminados por una luz tenue y teniendo al propio Dios como director del programa. Como algunos de ustedes recordarán, el entrevistador escuchaba mucho y ayudaba de vez en cuando a recuperar algún vicio oculto por la vergüenza, como un arqueólogo de las conciencias. Llega después Freud que moderniza el trámite, lo hace de pago (la factura equivale a la antigua penitencia), y recurre a un diván para darle mas confianza a un feligrés que había pasado a ser paciente. Jesús Quintero mezcla en su técnica ambas tradiciones. Mantiene, con todo, ese aire de penumbra apta para la confidencia, que envuelve al invitado y lo deja inerme ante la mirada hipnótica del faquir que se hacía llamar loco sin estarlo del todo. La magia consistía en hacerle sentir al entrevistado que estaban a solas y que, por lo tanto, la verdad era más fácil de decir.

Juicios y prejuicios

El objetivo de un juicio como el del Alvia es hacer justicia. El objetivo de una comisión de investigación parlamentaria no es investigar, sino culpar al adversario. A día de hoy es imposible saber cuál será la sentencia del juicio. En cambio las cartas de una comisión están marcadas de antemano por los tahúres. Se trata de un remedo de juicio en el que no existe el rigor ni la imparcialidad, sino solo las mañas de un espectáculo. Sobre el accidente de Angrois se propuso una que, afortunadamente, no prosperó gracias al buen sentido de populares y socialistas. Por mucho que se diga que la comisión hubiera contemplado lo sucedido desde una perspectiva diferente a la que tiene un tribunal, en realidad sería una intromisión flagrante del legislativo en el judicial. Nadie puede garantizar que la balanza de la justicia quede perfectamente equilibrada en la sentencia, pero en todo caso la instrucción ha sido tan laboriosa, meticulosa, objetiva y prolija como lo será el propio juicio. Aquí la política no pinta nada.