Pero tanto éxito fuera de las fronteras de Fisterra contrasta con la desidia local, que le ha impedido darle un poco de vida mortuoria estos años. Por no tener, nunca tuvo ni luz ni agua, lo básico para poder hacer algo, más allá de equipamientos mínimos. Hasta la pista de tierra está ahora solo accesible para ir a pie. En tantos años han pasado por ahí decenas de publicaciones y programas de televisión de todo el mundo, y muchos viajeros y peregrinos siguen acercándose a él para a hacer fotos o verlo sin más. Pero no se usa, pese a las reiteradas declaraciones, año tras año y mandato tras mandato, de los sucesivos responsables políticos.
«Hai que meterlle ganas», decía ayer Xan Carlos Sar, teniente del alcalde del BNG del ejecutivo que preside el PSOE. Más de una vez se ha planteado la posibilidad de que se remate y se vendan esos nichos a foráneos si los locales no los quieren. Y demanda tendría. Es notorio que muchas cenizas de difuntos se han esparcido en este lugar (aunque muchas más en la punta del Cabo, nada que ver), y hasta han quedado urnas en esa zona o escrito los nombres de los muertos en los nichos. Aún se puede ver una inscripción, de un hombre nacido en 1969 y fallecido en el 2016 que, por lo que se puede encontrar en las redes sociales, era de Quebec e hizo el Camino hasta Fisterra. Ya en el 2003, un exmaestro y político local quiso que sus cenizas volasen en aquella ladera, y así se hizo. Fue la primera vez que se usó para algo así, que se sepa, algo muy complejo de controlar al ser un lugar por el que pasan decenas de miles de personas cada año.