El icónico cementerio de Fisterra que lleva 25 años esperando su conclusión

Santiago Garrido Rial
s. g. rial REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El camposanto proyectado por César Portela está ahora cercado por la vegetación y sin un acceso en condiciones

03 ene 2023 . Actualizado a las 19:04 h.

En septiembre de 1997, hace casi 25 años, el pleno de Fisterra aprobaba el proyecto del futuro cementerio de la localidad, nada menos que en la ladera interior del Cabo, mirando al monte Pindo, a base de cubos de hormigón que contendrían las sepulturas en su interior. Tal vez demasiado adelantado a su tiempo. Tan adelantado que, un cuarto de siglo más tarde, aún no se ha terminado. Ya en aquella sesión hubo numerosas discrepancias entre el tripartito del gobierno (PSOE, BNG y UC) y la oposición del PP. Era un diseño del laureado arquitecto César Portela, con cargo a fondos de la Diputación coruñesa (61 millones de pesetas en total, algo más de 360.000 euros), en dos fases —la primera, de 36 millones, unos 217.000 euros—, con 450 nichos en total. Era necesario construir uno, pues desde la ampliación de 1924 junto a la iglesia no hubo más.

El cementerio se hizo, pero solo esa primera fase, y ni siquiera completa, pues iba a haber 216 nichos y se quedó en 168; las catas del terreno lo complicaron. Iban a repartirse entre 14 cubos de doce huecos cada uno, además de otros tres pensados para capilla y sala de autopsias en la parte superior. Las obras comenzaron en 1998, y un año más tarde se acabó lo que se daba. Y lo que se ve hasta hoy: no hubo más dinero ni voluntad política de terminar la obra, por el gasto que supone y porque a una buena parte de los vecinos no le gustaba.

Y lo que se ve es impresionante. Un cementerio muerto en vida, pero que ha sido finalista de premios como el Mies Van der Rohe Award del 2003 o del Premio Europeo Philippe Rotthier del 2002. Se incluye en un sinfín de publicaciones especializadas, de libros a revistas, destacado en algunas como de los mejores del mundo, y modelo internacional para otros. En definitiva, una de las grandes obras de la arquitectura funeraria de los últimos decenios en España y posiblemente en Europa.

Pero tanto éxito fuera de las fronteras de Fisterra contrasta con la desidia local, que le ha impedido darle un poco de vida mortuoria estos años. Por no tener, nunca tuvo ni luz ni agua, lo básico para poder hacer algo, más allá de equipamientos mínimos. Hasta la pista de tierra está ahora solo accesible para ir a pie. En tantos años han pasado por ahí decenas de publicaciones y programas de televisión de todo el mundo, y muchos viajeros y peregrinos siguen acercándose a él para a hacer fotos o verlo sin más. Pero no se usa, pese a las reiteradas declaraciones, año tras año y mandato tras mandato, de los sucesivos responsables políticos.

«Hai que meterlle ganas», decía ayer Xan Carlos Sar, teniente del alcalde del BNG del ejecutivo que preside el PSOE. Más de una vez se ha planteado la posibilidad de que se remate y se vendan esos nichos a foráneos si los locales no los quieren. Y demanda tendría. Es notorio que muchas cenizas de difuntos se han esparcido en este lugar (aunque muchas más en la punta del Cabo, nada que ver), y hasta han quedado urnas en esa zona o escrito los nombres de los muertos en los nichos. Aún se puede ver una inscripción, de un hombre nacido en 1969 y fallecido en el 2016 que, por lo que se puede encontrar en las redes sociales, era de Quebec e hizo el Camino hasta Fisterra. Ya en el 2003, un exmaestro y político local quiso que sus cenizas volasen en aquella ladera, y así se hizo. Fue la primera vez que se usó para algo así, que se sepa, algo muy complejo de controlar al ser un lugar por el que pasan decenas de miles de personas cada año.

Ahora, ese cementerio está lleno de xestas, tojos, maleza, arbustos diversos y grandes motas de margaritas. Alguno de los cubos ya se ve con dificultad. Buena parte de las lápidas (más bien, parte frontal de los nichos) llevan el dibujo de una cucaracha, obra artística anterior a la pandemia cuyo significado da para pocas elucubraciones. El Rego de Cabanas, lleno en invierno, siempre con agua, pasa al lado y daría para una buena captación, y la luz discurre por la carretera hacia el faro y el Semáforo, ahora hotel de lujo reformado también por Portela, quien en una visita en 1995 ya dijo que tenía entre sus planes construir un cementerio.

La idea, como concepto, era poéticamente bella: un gran lugar de reposo definitivo mirando al mar, en un espacio libre y no acotado, manteniendo la pendiente de la ladera, integrado en el entorno, algo sencillo. Pero de momento los muertos de Fisterra siguen reposando al lado de la iglesia de siempre, más abrigados del viento.