Los Charlines, un clan ideado a imagen y semejanza de las familias de la mafia siciliana

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

GALICIA

Manuel Charlín, segundo desde la izquierda, con el resto de procesados en la operación Nécora, de la que salió absuelto
Manuel Charlín, segundo desde la izquierda, con el resto de procesados en la operación Nécora, de la que salió absuelto EFE / Kote

Abuelos, hijos y nietos fueron, y son, acusados de narcotráfico y blanqueo de capitales. En Nochevieja perdieron a su patriarca, Manuel, de 89 años, tras medio siglo de detenciones y problemas con la justicia

19 ene 2022 . Actualizado a las 19:49 h.

Año 1958, denunciado por escándalo público. Año 1963, acusado de contrabando. Año 1970, multado por importación de tabaco y venta de dinamita para pesca marítima. Lo siguiente, entre 1981 y 1982, llevó a Manuel Charlín Gama (Vilanova de Arousa, 1932) a importar barcos preñados de hachís desde Marruecos al país natal de su madre, Portugal. Pero aquellas conclusiones policiales nunca se materializaron en sentencia condenatoria. Una máxima que perduraría en la biografía del considerado patriarca del primer clan mafioso creado en España a imagen y semejanza de las familias sicilianas.

Manuel Charlín, O Vello, fallecido esta Nochevieja se apoyó primero en sus hermanos José Benito y José Luis. Luego, junto a su esposa, Josefa Pomares (fallecida en el 2012), creo una estructura criminal a su imagen y semejanza. Sus hijos María Teresa, Óscar, Melchor, Adelaida, Manuel y sobre todo Josefa, alimentaron —junto a yernos, nietos y allegados— una reputación basada en el delito en general y en el narcotráfico y el blanqueo de capitales en particular. También en la deslealtad e, incluso, en el ajuste de cuentas con violencia si era necesario.

Su primera detención por tráfico de drogas ocurrió en 1989, estando en prisión, pero con permisos diarios por trabajo, por 7.000 kilos de hachís. Se libró de la sentencia condenatoria y regresó a la calle. Al año siguiente, en junio, fue detenido por 1.200 de coca en la segunda fase de la operación Nécora, de la que, años después, saldría absuelto, nuevamente. Tampoco en 1991, por un delito de estafa en la venta de un barco, se probaron los cargos.

El mascaron de proa de su patrimonio, la conservera Charpo —acrónimo de Charlín Pomares— figuraba entonces entre las primeras 500 empresas de Galicia. Una lavadora de dinero que, además, evidenció las prácticas esclavistas del clan con sus trabajadoras. El robo de una planeadora y cuatro motores lo sentaron nuevamente ante un juez y nuevamente salió airoso. También en 1995, por dos alijos de hachís procedentes de Marruecos con destino a su país materno, Portugal. Pero la suerte del entonces capo de capos —con permiso de Sito Miñanco— fue a más en 1995, con un premio de lotería de 1,2 millones de euros.

Su patrimonio ascendía entonces a 15 millones a la vez que su nombre, y el de sus hijos, figuraba en cada vez más causas judiciales con importantes alijos de droga. Se libró de casi todos hasta 1999, que recibió su primera condena por narcotráfico (20 años). Tardó una década en materializarse y procedía de la incautación de 600 kilos de cocaína, en 1989. En el 2001 se libró de otra condena de dos décadas gracias a la rácana colaboración de Marruecos por un alijo de 6.000 kilos.

Pero O Vello, de tanto tentar a la suerte, acabó cayendo nuevamente, junto a sus hijos, en el 2003. La Audiencia Nacional desempolvó 30 millones de euros en propiedades y condenó a todo el clan, situando al patriarca (su segunda y última condena) y a su hija Josefa en lo más alto del organigrama. Manuel Charlín salió de prisión en el 2010 para recibir otra estocada que lo implica a él y a sus hijos por igual. Se juegan 2,3 millones de euros y 83 propiedades; los restos de la fortuna. La casa en la que murió O Vello el pasado día 31, entre ellas, embargada desde hace una década y que ahora recuperará Hacienda.

El gran capo salió absuelto de la macrooperación Nécora: «Las pruebas brillan por su ausencia»

Manuel Charlín Gama se sentó en el banquillo de los acusados por la operación Nécora -abierta hace 31 años- consciente de la necesidad de mantener un perfil bajo. Discreto, de traje y corbata, repelió cualquier acusación del fiscal Javier Zaragoza como si el tráfico de drogas —pese a ser el pionero en la importación de hachís— le fuese ajeno. Los cargos recogidos por la acusación, a ojos del tribunal, no eran concluyentes. Así lo plasmaron en el fallo, en el que en el capítulo de las absoluciones brillaba con luz propia la de Manuel Charlín. La sentencia decía textualmente: «Lo primero que tenemos que preguntarnos es ¿qué pruebas sustentan tan prolijo relato? La respuesta está cantada. La fundamenta, casi de forma exclusiva, la intervención a la que fue sometido el teléfono de la taberna de Lores».

Decía más adelante la sentencia que, aunque se estimen ciertas las conversaciones, su autoría y contenido, en algunos casos no permite llegar a un pronunciamiento condenatorio. Añadía que «no existe la más mínima prueba objetiva» de que la organización colombiana hizo llegar a nuestro país un envío de 2.000 kilos de cocaína, a través de las costas portuguesas, en colaboración con la dirigida por Manuel Charlín. El tribunal se preguntó qué organización colombiana era la aludida por el fiscal, ya que en Colombia había muchas. Sobre los cargos imputados a Charlín, el tribunal alegó que no se describía en el escrito de acusación ni un solo hecho concreto, «solo una aureola de sospechas». De las vinculaciones de Charlín con Cordero, concluye la sentencia, «las pruebas brillan por su ausencia».

Aquel dictamen generó un seísmo en Galicia por la incomprensión de su contenido, pero, a la vez, supuso el embrión de otras investigaciones que sí acabaron minando los cimientos del clan, años después, mediante embargos y décadas de cárcel.