Los Charlines regresan a la Audiencia Nacional por blanquear 12 millones de euros

Javier Romero / Serxio González VIGO / AROUSA / LA VOZ

GALICIA

Manuel Charlín Gama en una foto de junio del 2019, yendo al juzgado por un delito de lesiones
Manuel Charlín Gama en una foto de junio del 2019, yendo al juzgado por un delito de lesiones MARTINA MISER

Tres generaciones del clan de clanes en Arousa se enfrentan a peticiones de 30 años de cárcel por lavar dinero de la droga durante los últimos 25 años

04 ene 2022 . Actualizado a las 09:35 h.

Manuel Charlín Gama, patriarca del destartalado clan de Vilanova de Arousa, se enfrenta a una petición de 12 millones de euros en multas y ocho años de cárcel a sus 88 años; sus hijos Josefa y Óscar y su nieta Noemí Outón, a seis años entre rejas cada uno y a multas individualizadas de 12 millones; los otros hijos del patriarca, Melchor y Teresa, y su nieta Natalia Somoza, a cinco años por persona y a 10 millones en multas. Tres generaciones de la familia regresarán a la Audiencia Nacional para ser juzgadas por lavar 12 millones de euros procedentes del narcotráfico. Juntos, diseñando cada paso en el seno de la organización que constituye esta familia en sí misma desde hace más de 30 años. Una relación, la del patriarca, tan antigua con este tribunal como lo es la existencia del narcotráfico en Galicia y España. Al fin y al cabo, él hizo lo que estaba en sus manos para instaurarlo. En esta ocasión, el Juzgado Central número 4 asume los cargos contra el veterano narco.

La Fiscalía Antidroga de la Audiencia Nacional solicita para la familia —tras sobreseer los cargos por fallecimiento de otro hijo del patriarca, Manuel— 61 años de prisión, 209 millones en multas y el embargo de más empresas y dinero en efectivo ganado con las mismas toneladas de droga por las que ya fueron condenados en los últimos 25 años. Las sobras de un imperio empresarial, financiero y criminal que el Estado lleva un cuarto de siglo intentando desmembrar para siempre. La familia Charlín se juega en el juicio —aún sin fecha— una depuradora de marisco y una conservera. La primera se ubica en A Illa y dio origen, en el 2008, a esta investigación, coincidiendo con una subasta de bienes requisados a esta familia. En el lote figuraba la depuradora, de la sociedad Sochar (acrónimo de Somoza Charlín), y terrenos en Vilanova.

Los beneficios se destinaban a sufragar parte de las indemnizaciones adeudadas a las antiguas trabajadoras de la conservera Charpo, acrónimo de Charlín Pomares y mascarón de proa de todo el holding del clan en Arousa. Al final no hubo compensaciones y todo regresó a manos de la familia. Natalia Somoza acudió a la subasta con su madre, Teresa Charlín, y su tío Manuel. Natalia, según parece recibiendo instrucciones, compró Sochar y los terrenos por 795.000 euros. Dinero que supuestamente saldría de cuentas bancarias de su madre y que también procedería del narcotráfico.

Diez años

El repaso de la actividad bancaria y patrimonial, durante una década, llegó también a Suiza con la localización, y bloqueo, de tres millones de euros en bancos. Otra arista de la fortuna ahorrada por el patriarca que escondía a buen recaudo y que, de salir condenado, perderá. Las coordenadas de la investigación llevaron también a sus responsables a China, concretamente en la ciudad de Qingdao (provincia de Shandong), frente a Corea del Sur y bañada por el mar Amarillo. Los Charlín se hicieron con una planta conservera allí que incluso visitaron personalmente alertados por las penurias que presentaba. Estaba en desuso, sin luz, con dos personas viviendo en ella y la carencia clamorosa de un túnel de congelación.

Los hermanos Teresa y Melchor viajaron con cámaras de fotos para retratar la inversión. Hoy, esas fotografías son el único recuerdo de la planta tras su demolición. También la mejor prueba de su presencia en esa parte del mundo visitando la propiedad que, ya en sede judicial, ambos hermanos aseguraron desconocer. Su gran problema es que Teresa conservaba dos carretes de fotos dedicados a recoger cada detalle. El sumario añade que intentaron venderla por 2,5 millones de euros. Una operación que, a ojos de la investigación —de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria y de la Policía Nacional— constató que la última palabra, en lo referido a los intereses en la República Popular China, la tenía el patriarca.

Poco importaba que Manuel Charlín Gama estuviera en prisión en aquel momento. Sin su aprobación no se cerraban las condiciones del trato. El cabeza de familia cumplía entonces la segunda de las condenas impuestas hasta ahora: en 1999 por un delito contra la salud pública, y en el 2003, por blanqueo de capitales. Ahora, a sus 88 años de edad, retirado en su casa de Vilanova, afronta la tercera y, está por ver, última pena.

El patriarca del clan, cazado por enésima vez sin carné al volante de un automóvil

A despecho de la gravedad de las causas por blanqueo que lo devolverán al banquillo, el patriarca del clan arousano no ha dejado de frecuentar los juzgados por algo tanto más prosaico cuanto que reiterativo: sus problemas al volante. A sus 88 años, Manuel Charlín Gama insiste en seguir conduciendo pese a que carece de carné. El permiso le fue retirado por orden judicial a raíz de una cadena de infracciones que le han valido al menos siete denuncias, lo que no ha impedido que una y otra vez vuelva a ser sorprendido al volante. La última, hace quince días, en la calle Cuxhaven de su Vilanova natal.

Aunque en los buenos tiempos pilotaba un Mercedes, Charlín tampoco tiene ya coche propio, por lo que acostumbra a recurrir con denuedo al de su hijo Melchor, con el que convive en el chalé familiar de As Sinas. Melchor, por lo visto, ha tratado de esconderle a su padre las llaves de su Jaguar en un intento de evitar que reincida. Un esfuerzo que, a tenor de sus resultados, se diría inútil. Son tantas las veces en las que Charlín ha sido cazado mientras conducía que ni la Policía Local de Vilanova ni el propio infractor se inmutan ya.

Sin embargo, pese a la pátina de comedia surrealista que inevitablemente imprima todo esto, conducir sin carné no es ninguna tontería, sino un delito que puede llevar aparejada una pena de tres a seis meses de cárcel. Así que, teóricamente, un juez podría enviar a prisión al veterano capo por la reincidencia en sus desmanes al volante y el quebrantamiento de condena que supone. Sucede que no es frecuente que se tome una decisión así con personas de su edad, y Charlín, hasta ahora, lo ha ido capeando con trabajos para la comunidad, como vigilar la playa de As Sinas.