PILAR CANICOBA

Para amplia la base social en la que insiste Ana Pontón, bien podría empezar por una humilde letra: la z. De Galiza, a Galicia

06 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No es cuestión de pedirle a Ana Pontón lo imposible. A la Galicia moderada que recibe sus guiños pícaros le encantaría verla subir mañana domingo al escenario de la asamblea del BNG como una odalisca que después se va despojando de los siete velos: el independentismo residual, la alergia al bilingüismo, la querencia por un cupo a la vasca, la ambivalencia ante cualquier proyecto industrial, el arrobo ante Junqueras, y otros tules más que forman parte del ajuar nacionalista.

Eso no lo hará. Por recato y por prudencia. En vano esperarán los gallegos huérfanos de un nacionalismo menos agreste una contrición similar a la de Felipe González cuando abjuró del marxismo en el 28 congreso del PSOE. Tampoco contemplarán a la vieja guardia del Bloque emulando el gesto aquel de Fraga ante Aznar, rompiendo en mil pedazos la carta de dimisión sin fecha del nuevo lÍder del PP, mientras bramaba que no había «tutelas ni tutías». 

La lideresa está sobre un alambre. Un lado lo sostienen los guardianes de la revolución siempre pendiente, y al otro está la galleguidad de las mayorías haciéndole gestos para que avance hacia ella. Y es que, con todos los respetos para ambos, el BNG se parece en su funcionamiento al régimen iraní, con líderes que a pesar de someterse a elecciones, están sometidos a la desconfianza del jefe supremo ante cualquier movimiento audaz.

Hay que ser, por tanto, más modestos en las expectativas porque el nacionalismo evoluciona, pero con una parsimonia que incluso hubiera exasperado a Darwin. Descartada una metamorfosis acelerada, la ampliación de la base social en la que insiste Ana Pontón bien podría empezar con una humilde letra: la z. En un momento dado, el nacionalismo decide utilizar un topónimo que es como un muro que lo separa del gallego común. Viaja en el tiempo más allá del inicio de Luar, a la Edad Media de Martín Códax y los Andrade, rescata pergaminos llenos de polvo y decide que Galicia sea Galiza. Se prefiere estar con los supuestos gallegos del medioevo y no con los de hoy y para ello se adopta como bandera una letra intrusa.

Se habló estos día de la Galicia profunda, una fantasía peyorativa de una jueza metida a antropóloga. Es una realidad, sin embargo, que existe un nacionalismo profundo que hace del BNG una formación anfibia, como un iceberg con una parte sumergida aferrada a la z. Ana Pontón quiere ser una «galega coma ti» que seduzca a la Galicia extramuros del nacionalismo. Descartada por provocativa la danza de los velos, un buen comienzo sería aceptar que no es Galicia la que tiene que convertirse en Galiza, sino al revés. La esperada evolución daría un gran paso derogando la letra. Según la leyenda, un aspirante hereje al trono francés dijo que París bien valía una misa, y se convirtió en rey. ¿No valdrá Galicia una z?

 

Forbes y la parábola

Es de suponer, por la época en que vivió y los lugares donde habitó, que Bertie Charles Forbes, fundador de la revista homónima, tuvo una educación cristiana. Hablamos de finales del XIX y principios del XX, en Escocia y Estados Unidos. A pesar de ello, sus listas de acaudalados olvidan una lección sobre el buen uso del capitalismo que se da en los evangelios, concretamente en la parábola de los talentos. Dicho en lenguaje actual, resulta que alguien asigna una parte de su capital a varios gestores que, al cabo de un tiempo, dan cuenta de la rentabilidad obtenida. No se premia al que puso el dinero a resguardo, ni tampoco al que solo extrajo una ganancia nimia, sino al que multiplica la cantidad inicial y le da utilidad. Eso es lo que falta en la lista de adinerados de Forbes: cómo emplean los talentos, qué efecto ha tenido su riqueza en el entorno. En definitiva, en cuál de las tres categorías de la parábola habría que situarlos. Los gallegos enmendamos esa omisión. Ortega no es el rico Epulón, por seguir con las escrituras.

«Delenda est Ayuso»

Más allá de las discrepancias y las acusaciones mutuas, hay alguien que une estrechamente a Sánchez y Casado: Ayuso. Ambos la temen, tienen celos de su carisma y se han propuesto derogarla. Con diferentes instrumentos de vudú. Desde la Moncloa se tejen insidias fiscales contra la Comunidad, o se sugiere una descentralización de instituciones que no incluye de momento al Real Madrid. En Génova se instigan fratricidios entre el alcalde y la presidenta para evitar que la dama tenga poder orgánico. Sánchez sigue el instinto básico de cualquier político contra un adversario de otra sigla, mientras que Casado es el líder inseguro que se refuerza liquidando a quien, en el fondo, considera que es mejor que él. Algo parecido quiso hacer en el socialismo gallego Gonzalo Caballero hasta que las primarias hablaron. ¿Por qué Casado la emprende solo con Ayuso? Porque en otras demarcaciones del PP, como la de Galicia, aunque quisiera no puede. Rajoy publicará dentro de poco su libro Política para adultos. ¿Una indirecta?