«Antes iba en coche, ahora uso el bus»

Jorge Casanova
Jorge casanova CARBALLO / LA VOZ

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

Los cambios en el plan de transporte empiezan a modificar hábitos en las comarcas donde se implanta

20 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Lorena y Raquel son dos amigas de Carballo que el pasado jueves se citaron para tomar un café en el centro de la localidad. Cuando terminaron, llovía a cántaros. Así que descartaron la mojadura que hubiera supuesto volver andando a casa. Afortunadamente, desde el 7 de enero en Carballo es posible compartir el autobús escolar también dentro del casco urbano, de modo que se dirigieron al instituto Parga Pondal y esperaron un rato a que saliera el autobús que les llevó a casa previo pago de un billete de 1,55 euros. «A mí esto me parece genial. Antes venía en coche, ahora cojo el autobús», explica Lorena. Su compañera Raquel apuntala la satisfacción con el nuevo servicio: «Voy a sacar la tarjeta, porque lo estamos utilizando mucho». Le será muy útil, porque el viaje con tarjeta cuesta 0,80 euros, aproximadamente la mitad del coste del billete en efectivo.

En la localidad están todavía un poco despistados con los horarios, las paradas y las frecuencias, porque la nueva red de autobuses, que promete revolucionar el transporte en la comarca, todavía lleva pocos días en funcionamiento. «Aínda é unha cousa nova, que se está dando a coñecer», explica el conductor del autobús, que añade que, según la hora, el número de usuarios que usan el servicio ya empieza a ser importante.

Los puntos clave para los vecinos de Carballo son el centro de salud, del que parten muchas de las rutas (y donde suben y bajan una buena parte de los clientes del servicio), la propia estación de autobuses y el Fórum, donde están ubicados algunas entidades públicas como la oficina de empleo.

La nueva modalidad de transporte no incluye solo la posibilidad de compartirlo con los escolares, sino que se ha producido una notable reorganización de líneas para ofrecer más frecuencias. Nosotros elegimos una con escolares y usuarios externos. Cuando parte el autobús, hay casi cincuenta chavales de la ESO que han montado una buena algarabía y que, en su mayor parte, ni siquiera se han enterado de las dos usuarias que van en los primeros asientos y que descenderán en la primera de las cuatro paradas que tiene previsto en su recorrido de apenas cinco kilómetros. «É unha boa idea», juzga un chaval de segundo de la ESO sobre la medida de mezclar escolares y usuarios. ¿Lo saben en su casa? Dice que sí, y que no ha supuesto ningún problema. Ni siquiera un consejo de prudencia suplementario por parte de sus padres. «A min non me importa -dice otro escolar-. A xente que sobe é xente normal». A las señoras, que ya han bajado, tampoco les suponía inconveniente alguno compartir el breve viaje con la algarabía juvenil: «Siempre se aprende algo con estos chavales», dice una de ellas.

El viaje que nos toca es atípico. Pese a que llueve con ganas y es día de feria, nadie sube al autobús. En cada parada descienden los chavales, acompañados por la cuidadora, que se asegura de que bajan los que tienen que bajar. ¿Es más difícil ahora que antes? «É o mesmo. Eu, ata agora, non tiven ningún tipo de conflito», explica la cuidadora.

El trayecto dura poco. Los chavales charlotean o tiran del móvil. La convivencia entre los pocos usuarios que han subido al autobús y los muchos escolares que regresan a casa es totalmente armónica. En este reordenación del transporte, al parecer, nadie pierde. Todos contentos.