
Rebelo de Sousa ha conquistado a los portugueses con proximidad, muchos kilómetros y una agenda de infarto
25 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Marcelo Rebelo de Sousa, el quinto presidente luso desde el 25 de abril de 1974, lo ha sido todo en Portugal en sus casi 70 años de vida: abogado, catedrático universitario en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa y en la Universidad Católica portuguesa, académico, ponente de la Constitución de 1976, político, cofundador junto a Francisco Sá Carneiro del Partido Social Demócrata (PSD) del que fue presidente entre 1996 y 1999, ministro de Asuntos Parlamentarios, en el gobierno de Francisco Pinto Balsemão, dirigente asociativo, periodista, director del semanario Expresso y analista político en las principales radios y televisiones lusas durante medio siglo.
Aunque si de algo se enorgullece el profesor, como se le bautizó durante su larga etapa de comentarista radiofónico y televisivo, en la emisora TSF, en la Radio Televisión Pública Portuguesa (RTP) y en el canal privado de televisión TVI es de haber llegado a la jefatura del Estado luso, el 9 de marzo de 2016, sin ningún apoyo partidario, pagándose él la campaña, por su propia trayectoria, méritos y su gran popularidad, ya que no hay quien no lo conociera de norte a sur de Portugal, cuando se presentó al cargo. Dos años y medio después su popularidad se ha disparado y ya se le conoce como el presidente de los afectos.
Nacido en Lisboa el 12 de diciembre de 1948, católico practicante, fue miembro en su juventud de Acción Católica y de asociaciones universitarias católicas, donde conoció a su gran amigo, el secretario general de la ONU, António Guterres. Hijo de Baltazar, un médico próximo a Marcelo Caetano, último primer ministro del régimen salazarista, y de una asistente social, María das Neves, que nunca dejó de trabajar con los más necesitados. Desde niño la acompañaba en sus visitas a las chabolas y barrios desfavorecidos de la capital lusa y a ella le unió, hasta su fallecimiento en el 2003, una relación de proximidad y admiración que lo ha marcado profundamente.
Dar voz a los que no la tienen
Uno de los pilares de la presidencia de Rebelo de Sousa es dar voz y estar cerca de los que no la tienen. Lo que no es muy habitual, en un país caracterizado por el protocolo y las diferencias sociales, tratar a todos por igual y verlo con los que sufren, como ocurrió tras los trágicos incendios, en el interior del país, de junio y octubre del año pasado, en los que murieron más de un centenar de personas. Sus fotografías llenas de sentimiento y emotividad, consolando y abrazando a los que lo habían perdido todo, dieron la vuelta al mundo. Aunque lo que nunca olvidarán los portugueses, fue la firmeza de sus palabras, desde los bosques totalmente arrasados, con los familiares de las víctimas mortales, dando un ultimátum al gobierno del socialista António Costa, exigiéndole que apurara responsabilidades y pusiera en marcha medidas urgentes y eficaces de combate y protección contra el fuego. Lo mismo ocurre cuando aparece por sorpresa, una noche cualquiera, con los sin abrigo de Lisboa, cena con ellos, o con alguna familia de un barrio desfavorecido de la capital lusa.
Apuesta por la estabilidad
Quien piense que los méritos de Rebelo de Sousa como presidente luso se limitan a la cercanía con su pueblo y al apoyo a los más necesitados, se equivocan. Otro de los ejes de sus dos primeros años de mandato, en el Palacio de Belém, está siendo la exitosa cohabitación con el ejecutivo minoritario del socialista António Costa, que fue su alumno en la facultad de Derecho, quien gobierna desde finales del 2015 con el apoyo parlamentario de los otros partidos a la izquierda, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda, que consiguieron tumbar en una moción de censura histórica al ejecutivo minoritario del conservador Passos Coelho, ganador de las legislativas de octubre del 2015. El camino de la denominada geringonça no ha sido de rosas aunque el jefe del Estado portugués no se cansa de repetir que hará «todo lo posible para mantener la estabilidad y que la legislatura llegue hasta el final». Queda poco más de un año para las elecciones y las fisuras son evidentes entre socialistas, comunistas y bloquistas, que a la vuelta del verano tendrán un nuevo test a su alianza en la votación de los presupuestos del año próximo. Mientras, Rebelo de Sousa afirma: «Estoy convencido de que los presupuestos del 2019 se aprobarán sin problema en el Parlamento». Cuando tomó posesión aseguró que sería el presidente de todos los portugueses, independientemente de su origen social, ideología y religión, y así lo está cumpliendo. En ningún momento se ha observado un trato de favor con su partido de procedencia, el PSD del exalcalde de Oporto, Rui Rio, o con los conservadores, del CDS-PP, de Assunção Cristas. Sus armas: la inteligencia, simpatía y capacidad de comunicación. Quienes conocen bien al presidente de la República portugués lo definen como una persona brillante, inteligente, de gran memoria, trabajador y con una empatía y capacidad de comunicación fuera de lo normal. Sabe cómo relacionarse con los medios de comunicación, que conoce a la perfección, por su larga experiencia como periodista y analista radiofónico y televisivo. La cámara lo quiere y no le tiene miedo, como otros políticos, y él se deja mimar por ella.
Rebelo de Sousa, que obtuvo desde niño las máximas calificaciones, no se ha cansado de estudiar, formarse y leer a lo largo de su vida. De niño era travieso, curioso y muy simpático. De hecho, el don de gentes y la capacidad de comunicación son sus mejores armas a lo largo de su intensa trayectoria vital.
Una de sus grandes pasiones es la lectura. Devorador de libros en portugués, inglés y español, suele aprovechar para leerlos por las noches, ya que duerme solo unas cinco horas al día. Es hombre de hábitos y costumbres. Ha optado por vivir en su casa de Cascais y siempre que puede se da un baño, sea invierno o verano, en la playa cercana a su casa, donde es frecuente verlo hablar con las personas que se le acercan.
Agota a sus colaboradores
Esta energía desbordante y capacidad de trabajo, que le hace recorrer cada semana cientos de kilómetros por todo el país, recibir a numerosas personalidades y asociaciones en Belém, asistir a eventos hasta la noche y hacerse fotos y selfis con todos los que se lo piden, es muy difícil de gestionar por sus colaboradores más directos, que se tienen que turnar para acompañarlo.