Cristina Posada abrió el camino en el año 2000 y desde entonces se unieron otras cinco, entre más de 900 hombres
20 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«No digas bombero, existe el sustantivo bombera. Tú eres bombera, no bombero. Si no existiera, nada, pero habiéndolo, hay que decirlo». Este debate surge entre cuatro de las seis bomberas que hay en Galicia, entre más de novecientos hombres. La Voz cita en Santiago de Compostela a Cristina Posada Sáez (Ourense, 41 años), María Jesús Vilariño Díaz, Catu (Carballo, 45 años), Almudena Suárez Pazos (A Coruña, 38 años) y Susana Pedreira Sánchez (A Coruña, 46 años), que comparten los adjetivos de gallega, mujer y bombera. Además de ellas, aunque no pueden acudir a la reunión, están Mar Domínguez, sargento jefe en Monforte, y Lidia Gómez, del parque de Betanzos.
A pesar de que al principio, cansadas de ser protagonistas de esta manera, preferirían no estar bajo la luz pública una vez más, el debate les sirve para poner en común los detalles que visibilizan el machismo que sigue existiendo entre algunos compañeros de profesión y parte de la sociedad. «Eu non teño que demostrarlle nada a ninguén por ser muller, teño que facer o meu traballo o mellor posible», expresa Cristina, que fue la pionera hace 18 años. Sus primeros pasos en un mundo de hombres «foron moi bos», comenta. «Eu son bastante rebelde e choquei moito con compañeiros, pero sobre todo porque teño carácter. En realidade, aprendín moito deles. Quizais o primeiro ano foi máis difícil, porque non estaban acostumados a ter unha compañeira no parque, pero estou moi feliz coa traxectoria e coa xente coa que traballo, que sei que me defenden a capa e espada», añade.
«¡Oh, una bombera!»
En su caso, ha observado como la mayor parte de los comentarios machistas provienen de los ciudadanos. Cuando comenta esa curiosidad, salta Susana: «De repente, escuchas: “¡Oh, una bombera”». Y Cristina añade otro comentario que le dijeron: «Pequeniña, pero ti que fas aí, non tes medo?». «Realmente, eu ríome desas cousas, non me preocupan. Eu son bombeira e vou seguir independentemente do que pensen os demais», concluye. Trabaja en el parque de Ourense.
Allí también está Almudena Suárez, que entre el 2005 y el 2011 ejerció de cabo en As Pontes. Es la más reflexiva de las cuatro con respecto al papel de la mujer. «Cuando escucho comentarios del tipo “ten cuidado, no te vayas a caer” o ”tranquila, llevo yo la herramienta”, lo analizo desde dos perspectivas: por un lado, veo que lo que pretenden es cuidar, pero no sé si a una mujer a un compañero; por otro lado, si viene del machismo, puede afectar un poco más, porque es muy difícil de cambiar en la otra persona», señala.
«Dentro de mí he evolucionado, he madurado. Y eso implica que cuando llego a mi puesto de trabajo y escucho un comentario machista, porque de vez en cuando se siguen escuchando, para mí no tiene el mismo peso que antes», añade la coruñesa, que lamenta que «aún estemos con estas cosas a estas alturas de siglo». «Que alguien no sepa ver más allá de su sexo para valorar si sabe hacer bien o no su trabajo, me da pena», resume.
De un caso reciente habla Catu Vilariño, que lleva desde el 2004 en el parque de Carballo. «Hace poco un compañero me comentó que hay compañeros de otros parques que piensan que yo no debería de ser cabo, solo con la excusa de que soy mujer. Eso, hoy en día, después de catorce años, es un poco triste que los sigan pensando», expresa. ¿Y qué les respondería? «Nada. Yo estoy contenta de estar en este oficio, me encanta, es mi pasión. A mí gustan mucho las intervenciones y lo que digan los demás me da exactamente igual».
Mientras Susana Pedreira, con 13 años de recorrido en A Coruña, donde se siente «muy a gusto» con su trabajo. «No puedo decir que haya tenido ningún problema con ningún compañero», asevera. «Aunque -menciona-, es un hecho que llama la atención ser bombera. Siempre que lo comentas, saltan: “Ah, ¿qué tal entre tantos hombres? ¿Cómo lo llevas? ¡Qué arriesgado! Cada vez se va normalizando más, pero ojalá seamos más bomberas y acabe siendo algo habitual».
«Esto es vocacional»
La bombera carballesa no sabe explicar porque el porcentaje de mujeres es tan bajo. «Tiene que gustarte, no es como otro oficio cualquiera. Esto es vocacional, porque arriesgas tu vida en cada intervención», dice. «La guerra de los sexos me aburre. Creo que si vales para lo que te gusta, adelante, no hay que mirar si eres hombre o mujer. Es mi filosofía en todos los trabajos», agrega.
En los compases finales de la reunión, salta el debate sobre si la foto y las sensaciones de cuatro bomberas servirán para algo. «A lo mejor estar aquí, hablando de esto, no sirve para mucho, porque llevamos muchos años y apenas ha habido cambios», interviene Almudena, que al final llega a la conclusión de que «si hay una sola niña que quiera ser bombera» por verlas a ellas, «esto ya ha valido para algo».
«Sabía que acabaría nunha profesión de movimiento, era bastante cabra»
«Non fun a típica nena que quería ser bombeira, pero sabía que acabaría nalgunha profesión que implicara movemento, era bastante cabra», recuerda Cristina, y Almudena sonríe: «Eso nos suena a todas». Cristina estudió electrónica industrial, pero no se le daba bien y, tras descartar la Policía y la Guardia Civil por estatura, se centró en ser bombera. Almudena empezó como bombera forestal y pasó por protección civil. «Y ahí me apasioné, me perdí, para mí ya no había otra salida. Escuché lo que llevaba dentro y eso era que quería dedicarme a esta profesión», dice. A Catu de pequeña no se le hubiese ocurrido «en la vida», pero al pasar por el grumir, le acabó llegando la vocación. Mientras, Susana se aburrió de estar «sentada y aburrida» en un trabajo de la rama sanitaria.