Cuando Galicia te expulsa dos veces

Mila Méndez Otero
Mila Méndez LA VOZ EN GINEBRA

GALICIA

Mila Méndez

Renunciaron a los salarios abundantes de una economía pujante por darle una segunda oportunidad a su tierra. La precariedad aquí los obliga a marchar, una vez más, a Suiza

02 abr 2018 . Actualizado a las 18:22 h.

Beatriz García reconoce que ella y su familia son el ejemplo perfecto: «Nos volvimos todos». Se refiere a sus padres, a su hermana y a ella. Tiene 33 años y trabaja en Basilea. La fichó un asturiano para su despacho, Advokatur Trias. Fue la última, la que más se resistió en su casa a abandonar por segunda vez Galicia. Pero, al final, también claudicó. Se despidió para siempre de su oficina en O Milladoiro (Ames) y se reunió en la ciudad de habla germana con los suyos hace un año. «Mi padre fue el primero que se vino. Luego fueron mi hermana y mi madre», cuenta. La vida los ha llevado a su punto de inicio.

No son los únicos. Los últimos datos del padrón de españoles residentes en el extranjero (PERE) muestran cómo de los 41.114 gallegos censados en Suiza el pasado 1 de enero, 18.847 han nacido en la comunidad. Son 707 menos que en el 2009. Otros 21.227 han venido al mundo en el extranjero, probablemente en Suiza, adonde emigraron sus padres. Hace nueve años, estos últimos eran 14.715.

De la estadística se desprende que aquellos que llegaron al país durante los setenta continúan regresando al jubilarse, pero también muchos de los que optaron por el retorno en los años de bonanza económica en España tuvieron que hacer de nuevo el equipaje para regresar a Centroeuropa, donde han tenido hijos.

«Valorarte no es decirte 'bien hecho'. Hay que valorarte con el sueldo. Es hipócrita decir que no compensa venir» La familia de Beatriz resulta por eso un ejemplo. A mediados del 2000 hicieron las maletas con las que decían adiós, pensaban, a Suiza. Llevaban desde comienzos de los ochenta allí. A Beatriz la llevaron cuando tenía 3 años. La criaron al principio sus abuelos en Santa Comba. Su hermana ya nació en el cantón de Aargau. En Zofingen, ciudad de la zona alemana, sus padres trabajaron como operarios en el textil industrial. La prosperidad que España proyectaba los animó a dar el paso: retornar. Ella hizo Derecho en la Universidade de Santiago de Compostela, su hermana cursó Filología. Pero vino la crisis y echó todo por tierra. «A mi padre, con 50 años, antes que hacerlo fijo en una empresa prefirieron despedirlo».

Volver a empezar

No fue fácil marchar, otra vez. «A mis padres les costó, sobre todo, por mis abuelos». Además, en Suiza, continúa Beatriz, «tuvimos que empezar de cero. Mis padres nunca han tenido interés en nacionalizarse, ni mi hermana, que nació aquí», explica. «No digo que sea superfácil, pero, una vez que tienes un trabajo, tienes tu permiso B de residencia. Compensar sigue compensando. Igual no tanto como antes, con la peseta, pero es hipócrita decir que no vale la pena y que estés aquí», afirma la abogada.

Su madre trabaja en una empresa de té, en la sección de pedidos, su padre en la construcción ferroviaria y su hermana en una agencia de viajes. Ella está en contacto directo con los gallegos. No solo con los de su familia, sino también con sus clientes. «Vienen cantidad de españoles para solucionar temas de herencias, pensiones o propiedades», enumera. En Suiza le convalidaron los estudios y en Basilea valoran su destreza con los idiomas. Habla a la perfección alemán, suizo (es un dialecto, explica, «el que hablan todos aquí») y también sabe italiano por la guardería, castellano por las clases de la embajada, estudió inglés, francés y, por supuesto, su lengua materna, que, subraya, es el gallego. «Os meus país criáronme en galego. “Se non che iamos falar castelán en Santa Comba, para que facelo en Suíza?”, nos decían». Cuando se pasa a la lengua de Rosalía, Santa Comba retumba en cada una de sus palabras. Se despide con un mensaje duro: «En Galicia también me han valorado, pero te tienen que valorar con un sueldo. No basta con decirte: “Bien hecho”».

Alicia está en Ginebra con su hija y con su hermano, el político gallego Alfonso Gómez Cruz, en el despacho de este
Alicia está en Ginebra con su hija y con su hermano, el político gallego Alfonso Gómez Cruz, en el despacho de este Mila Méndez

Son de generaciones distintas: Beatriz es del 84 y Alicia Gómez ya cumplió los 50. Pero, al igual que la de Basilea, ella también se fue de vuelta para Galicia cuando tenía 20 años.

Regresar a los 50

Después de una infancia, adolescencia y juventud en Ginebra, quiso comprobar cómo sería la vida en el hogar de sus padres, en Corme (Ponteceso). En A Coruña encontró trabajo y desempeñó diferentes puestos, como el de secretaria en las oficinas de la UDC. «Para min El Dorado era ir para Galicia», confiesa esta antigua vecina de la Costa da Morte. «Podía non acostumarme á vida de alí, pero enseguida me adaptei e atopei emprego». La crisis, también en el caso de Alicia, irrumpió para fastidiar sus planes. «Cando tes máis de 40 anos e quedas no paro, é moi complicado atopar traballo. Intenteino, pero cheguei ao final da axuda por desemprego e decidín volver, logo de 30 anos en España», destaca. Estar próximo a los 50 tampoco es una suerte en el país centroeuropeo en cuanto a oportunidades laborales. «Teño aquí amigos desa idade no paro», subraya. Pero, al menos, ha conseguido un trabajo estable. «Levo seis anos. Traballo tamén coma secretaria e trouxen á miña filla». Alicia contó con un importante apoyo, su hermano.

A diferencia de ella, Alfonso Gómez Cruz quedó en Ginebra, donde es el director adjunto del Conservatorio Popular de la ciudad, además de concejal por los Verdes en el consistorio local. «Coma Alicia, volveron moitos dos galegos que retornaran. Sei de xente que veu sen contrato nin piso e durmía ao principio nun coche», cuenta Alfonso, que aspira a ser elegido diputado en las elecciones que se celebran dentro de dos semanas. «Bótase de menos os pais e os amigos. Pero aquí estou ben», termina Alicia. Se ha vuelto a casar. En Galicia o en Suiza, la vida espera.