«Lo que ves aquí es muy triste»

maría cedrón SANTIAGO /LA VOZ

GALICIA

Una herida también trató de recuperar la maleta.
Una herida también trató de recuperar la maleta.

Familiares y amigos retiran el equipaje almacenado en Santiago

29 jul 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

A las nueve de la mañana abren las puertas del pabellón del instituto Rosalía de Castro, en Santiago. Agentes de la Policía Nacional custodian la entrada. La comisaría está justo al lado. Un enjambre de cámaras apunta a la salida por la que los agentes sacarán presuntamente al maquinista del Alvia para trasladarlo hasta los juzgados para declarar. El fuego amigo de los objetivos coge en medio los rostros de familiares o amigos de los viajeros que, con cuentagotas, van llegando al pabellón para recoger equipajes. También llega algún herido que, tras ser dado de alta, ya puede caminar por su propio pie. No hacen falta palabras. Sus caras delatan quiénes vienen a buscar maletas que volverán a ser abiertas por sus dueños y quiénes no. Para estos últimos deambular entre los objetos perdidos en busca de un recuerdo no hace más que revivir la agonía vivida un par de días atrás.

Una joven vestida de negro agradece, envuelta en lágrimas, «todo lo que en Galicia han hecho por nosotros. Gracias, muchas gracias de verdad». La abraza un joven que le ayuda a mantenerse en pie y de esa forma, juntos y abrazados, bajan por la rampa que da entrada al recinto. No es la única que llega destrozada y que, pese a la pena, agradece la ayuda prestada.

Entrada limitada

Solo viajeros, familiares o amigos pueden entrar al interior del pabellón. Sus ojos son los que describen lo que hay dentro. «Lo que está viviendo ahí alguna gente es muy duro. Nuestras amigas están bien y no es lo mismo. Lo que ves es muy triste», explica la compañera de unas chicas de Valladolid que afortunadamente ya están en casa. Lo que ha sentido dentro nada tiene que ver con lo que ha podido notar alguien que ha perdido a un ser querido.

Explica cómo los equipajes están distribuidos por las gradas. «Las maletas llenas de polvo se esparcen por los asientos de cemento. Algunas tienen la tela rasgada, otras están mucho más dañadas. Además hay un montón de objetos, desde ropa, teléfonos móviles, portátiles... Las maletas que están identificadas las puedes coger, para encontrar el resto hay que buscar entre decenas de objetos, muchos de ellos deshechos, que los agentes han colocado en la grada», relata. Sus amigas están en Valladolid y con ellas se han llevado una gorra del policía que las acercó al hospital para que les revisaran las heridas.

Mientras cuenta lo que ha visto dentro, piensa en el maquinista. «Pobre hombre, lo que debe de estar pasando», dice.

Esta joven han encontrado todo lo que venía a buscar. Igual que Borja y María, que también vienen de Valladolid. «Nuestros amigos David Manso y Dolores Montiel -ella está ya dada de alta, él se recupera todavía en el hospital Montecelo, en Pontevedra- nos describieron las maletas por WhatsApp y nos dijeron qué había dentro para que pudiéramos reconocerlas. Hasta llevaban unas camisetas del bar que tengo en Valladolid para hacer promoción aquí. La policía no había abierto nada, únicamente el bolso para mirar la documentación», dicen.

Sus maletas están enteras, pero han visto otras calcinadas o partidas por la mitad. «Hay por lo menos una decena de móviles -Samsung, iPhones...- totalmente destrozados», explica el hermano de Borja que los ha acompañado a recoger el equipaje. Lo han podido retirar todo dejando el DNI.

También ha encontrado su equipaje la familia de una mujer de Arzúa, Isabel Formoso, que el sábado obtuvo el alta. El que no ha podido hallar la de su esposa Ana Belén Leis es Amador Liñares. Solo podrá llevarle el bolso con la documentación a la habitación del hospital La Rosaleda en el que está ingresada.

Ana Belén tuvo suerte. El miércoles por la noche volvió a nacer justo a 500 metros de la casa de sus padres, donde nació por primera vez. «Estaba en la estación esperando y cuando supe lo que había ocurrido se me vino el mundo encima. Ya me tranquilicé cuando supe que estaba bien porque no tiene nada roto, lo que ocurre es que está toda magullada. Al parecer, salió por su propio pie, sabe que un policía local la ayudó, pero no recuerda cómo era», explica.

Y quiere agradecer desde el corazón la ayuda prestada, no solo la de ese policía en particular, sino la de todos los que han colaborado con los viajeros y las familias en general. «Aos veciños de Angrois era pouco dedicarlles unha rúa», dice Cristina, la hermana de Ana.

El pabellón cierra a las dos. Vuelve a abrir a las cuatro. El goteo de gente continúa por la tarde. Es raro que alguien venga solo. Un hombre y una mujer entran y salen al cabo de un rato con solo un pequeño bolso entre las manos. Consternado, él trata de convencerse de que lo ocurrido en la curva de A Grandeira «son cosas que pasan». Ella, agarrada al bolso, se va alejando. Lo coge con fuerza y no lo deja de acariciar.

«He visto por lo menos una decena de móviles destrozados»