«Ser raro no es raro. Lo raro es ser normal», escribe la autora, que nos cura con una ficción explosiva que dinamita tabúes y empodera nuestras rarezas
01 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.
Ser normal es una rareza encubierta, una cualidad gris plomo que combina con tedio, disimulo y mediocridad. Según una investigación del 2018 de la Universidad de Yale, «la normalidad no existe; el concepto de lo normal es una construcción estadística que se deriva de lo más frecuente». El genio y el talento se mueven (y brillan o mueren) en los suburbios de esa frecuencia. La investigación de Yale es parte del material, diverso y de provecho, que recoge Rosa Montero en su último, refrescante y nutritivo gazpacho literario. Su mano para cocinar al punto la verdad de la ficción se nota otra vez en esta defensa apasionada de la locura del creador (con minúscula) y el ser creativo. La Rosa grande de España ofrece un remedio intelectual pero casero, chusco, vivaz, genial, para el malestar del outsider de todo pelaje, en especial para aquel que encuentra en las letras un refugio o un hogar definitivo. El peligro de estar cuerda —en la estela de las maravillas mestizas que son La loca de la casa y La ridícula idea de no volver a verte— no es un libro normal, ni es normal Rosa Montero, que ha sabido desde pequeña que algo no funciona en su cabeza, que hay algo defectuoso en su cableado neuronal. En vez de inhibirlo, lo ha cultivado, el defecto se ha travestido en don, y hemos tenido la fortuna de disfrutar esa anomalía creativa todos los que, en palabras de la autora, «guardamos en el fondo de nuestro corazón alguna divergencia», un ápice de saludable locura.
La relación entre la extravagancia y la creatividad nos flashea en esta no-novela con humor negro y buenas intenciones (rompe con rigor y gracia el tabú de las enfermedades del alma y del suicidio en un momento pavoroso) que se lee como un domestic noir donde te empapas de ecos y peripecias de los grandes a la vez que sucumbes a la imaginación galopante de Rosa. Se nos desboca la risa. Y cae el prejuicio. Aquí hay cotilleo de altura, serio, y dos Rosas Monteros, una es un misterioso personaje, un pibón tétrico, la otra es la que observa y lo cuenta (curioso el desenlace). Este es un viaje de regreso (a la infancia y al corazón de la obra de su autora) con Emily Dickinson, Sylvia Plath, Virginia Woolf o Emmanuel Carrère. «Ningún genio fue grande sin un toque de locura», dijo Séneca y subraya Montero en su yoga literario, que nos eleva y a la vez nos aterriza en las baldosas de lo cotidiano.
Aquí el tendal de las prendas literarias de Rosa Montero y un «bonus track»: la entrevista que hizo a Doris Lessing en el 97, antes de que la escritora ganase el Nobel.