Dani de la Torre, director de cine: «¿Qué iba a hacer, echar a Almodóvar del escenario? ¡Yo no, ya te lo digo!»

FUGAS

Álvaro Torné

El gallego estrena este viernes en Movistar+ la segunda temporada de «La Unidad» tras dirigir la última gala de los Goya

17 mar 2022 . Actualizado a las 16:24 h.

Con solo dos películas y una tercera pendiente de estreno, Dani de la Torre (Monforte de Lemos, 1975) es uno de los directores más prometedores. Este viernes 18 de marzo llega a Movistar+ con la segunda temporada de La Unidad, que narra las vidas de los policías infiltrados que luchan contra el terrorismo, tras salir casi indemne de algo tan delicado como dirigir los Goya. «La serie depende de mí, pero no tenemos a 30 señores que suben en medio del capítulo a contarnos su vida, como pasa en la gala. Pero mira, lo hice por amor al cine, tuvo mucha audiencia, y es con lo que me quedo». 

­—En esta temporada «La Unidad» da un giro, está más centrada en los personajes, pero eso no hace que el ritmo sea más lento.

—No. Ahora sufren el terror en sus carnes, sufren por sus familias. Eso hace que salga lo peor, y en algunos casos lo mejor también de cada uno de ellos. Pero lo principal que les mueve esta temporada es quizás el amor. El antagonista no se mueve por la yihad, sino por venganza, por amor a su hijo. Y los personajes se mueven también por defender a sus familias y estar a salvo. Empatizas más, en eso es mucho más potente que la uno. Pero a nivel de espectáculo sigue teniendo el mismo. Y hubo que hacerla durante el covid, que solo la prevención ya se llevó mucha pasta, ja, ja. Ha sido muy difícil. Pero sí, hay una evolución clara.

­—Hay una evolución, ¿pero a la vez no vuelves un poco al estilo de tu debut con «El desconocido»?

—Sí, ¿sabes por qué? Porque emocionalmente te acercas mucho más. Cuando hice El desconocido, estabas con Tosar y con los niños. Daba igual el espectáculo, lo que querías era que esa familia se salvara. Y además entendías al antagonista, Javier Gutiérrez. Tienes razón en que volví un poco al origen. Y como Alberto Marini y yo también la escribimos, es verdad que regresamos a eso. Pero no fue por El desconocido, fue por la pandemia. Nos hizo pensar. Mi padre vive solo y hacíamos llamadas de WhatsApp. Tenía miedo de ir a verlo y ponerle en peligro, porque padece del corazón, y ya sabes que te entra la paranoia de si llevas el covid... Todo ese horror nos hizo pensar, y dijimos: 'Imagínate que esto les pasa a los policías de La Unidad. Que tú no puedes llevar a tu hija al cole porque otros padres te dicen que pones en peligro a los niños'. Es comprensible, y ha pasado. Es imposible no empatizar con eso.

­—¿Enlaza también un poco con la guerra?

—Perfectamente. Y la cantidad de refugiados ucranianos que están llegando ahora mismo a Europa y a España... Como pasó en Siria, dentro de ellos también se cuela gente que viene a vengarse. Es perfectamente comprensible. No es justificable, o sí, depende para quién. Pero sí es comprensible. Al final, como todo es tan global, tan bestia y tan cercano, con todo lo que nos está pasando nos creemos todas las ficciones, porque la realidad las supera. Me acuerdo cuando venía de Madrid a Galicia y decía mi hermana: 'Oye Dani, es que en Madrid tenéis un índice muy alto, es mejor que no vengas'. Era aquello de 'ahí vienen los madrileños'. Y yo decía: 'Es que no soy madrileño, yo soy de Monforte, no me jodas'.

­—¿La polarización provoca cosas como la censura a la cultura rusa?

—Sí. Hay que decir: 'Vamos a tranquilizarnos ya'. Que mi Gobierno haga algo no quiere decir que yo esté de acuerdo con él. Estamos un poco embarullados y perdidos, y es también lo que quisimos mostrar en La Unidad, como en su momento en El desconocido con las preferentes. La gente se sentía engañada, se quería vengar, muchos lo perdieron todo... Eso hace que haya movimientos, unos buenos y otros malos.

­—Siempre cuentas con actores gallegos. Esta vez, con Luis Zahera y Carlos Blanco.

—Me gustan, porque son trabajadores, tienen mucha verdad y un punto entrañable. También me ayudaron a ir hacia arriba y a hacer cosas muy bonitas, como Luis Tosar en su momento. Pero a Luis, como tiene una agenda que es más complicada que la de Biden, es muy difícil pillarlo, ja, ja. Es un orgullo trabajar con ellos.

­—¿Algún agente os dio las gracias?

—Sí. Uno de los infiltrados de la policía, que contamos su historia en la primera temporada, nos hizo llegar su agradecimiento porque su mujer a partir de ahí entendió su trabajo. Él no podía explicárselo por los líos en los que estaba metido. Y al año de hacer La Unidad, después de ponerla en la Academia de Ávila y otros centros formativos, subió el índice de mujeres. Es una cosa preciosa de la que nos sentimos superorgullosos, porque se eliminan prejuicios, corsés y ataduras morales y mentales del tipo 'yo no puedo llegar ahí'. ¿Cómo que no, si hay una comisaria que está ahí?

­—¿Sigue sin hacerte mucha gracia que se vea la serie en el móvil?

—Ja, ja. A ver, si hablas con el director de fotografía le da un infarto cada vez que ve a alguien viendo su trabajo en un móvil, con lo que le dedica. Pero mira, yo creo que eso ha venido para quedarse. Yo soy un clásico, ya mayorcete, pero lo ves sobre todo en la gente joven. Hasta el fútbol están viéndolo a través de Ibai y de otros.

­—Hablando de cine, ¿uno de tus trabajos con más intríngulis fue la gala de los Goya?

—La gala de los Goya es la gala en la que a nadie nunca le parece bien lo que pasa. Pero el otro día hablando con amigos periodistas, me decían: 'Mira, Dani, es que es imposible hacerla bien, porque son 30 personas que ganan un premio y les da igual que hayas hecho un briefing y que tengan un minuto'. Y suben 16, no sube uno, como les habías dicho. ¿Y qué haces? ¿Pones a alguien de seguridad que los eche del escenario? Te tienes que joder. O reduces los premios o empiezas la gala antes, que fue mi guerra y no lo conseguí. Pero claro, como tiene que ir primero toda la cacharrería de TVE, nos quedamos en la Edad Media.

­—Siempre trasciende la anécdota, como este año lo de Almodóvar y Cate Blanchett.

—Me pareció un momento berlanguiano eso de 'levantaos todos, que no tenéis ni idea', ¡ja, ja! Lo venía comentando con Tosar en el tren de vuelta y decía: 'Coño, es que si nos levantamos con Cate, ¿qué hacemos con Pepe [Sacristán], subirnos a la butaca?'. Y tampoco iban a estar 15 minutos. Imagínate yo, que controlo los tiempos. ¿Qué iba a hacer, echar a Almodóvar del escenario? A ver quién lo echa, ¡yo no lo voy a hacer, ya te lo digo! Ja, ja. Y los otros también suben y hablan. Y luego llega Chelo Loureiro, y da los agradecimientos de cuatro premios en vez de uno. La gente es más benevolente de lo que pensamos. Da igual que llegue un presentador genial si después suben a hablar 15 minutos de su padre y de su perro. Le interesa a cuatro, pero también forma parte del juego que la gente en casa diga: '¡Pero sal de ahí, hostia, que ya llevas diez minutos!'.

­—¿Nos pierde criticar?

—Te puede gustar C. Tangana, Sabina o las Tanxugueiras, pero cuando llega su número, llevas hora y media aburrido. Hay que verlo con ese prisma, no ser tan críticos e injustos, porque además mucha gente sube ahí una vez en su vida. Y muchos no son actores, son técnicos. Hay que estar en su pellejo. Somos injustos al no criticar que Almodóvar y Cate Blanchett estuvieran 15 minutos, mientras que igual con otra señora que habla 5, ya decimos que es un coñazo. Pues es un coñazo, pero es su momento.

­—Pronto estrenarás «Live is Life». ¿Vuelves con ella a tus veranos de la infancia en Galicia?

—Sí, el 23 de junio. Está ambientada en la noche de San Juan. Es muy diferente, pero lleva mucho de mí, porque narra mi infancia y adolescencia. Además, cuando mi madre se puso enferma, me preguntó qué iba a hacer, y le dije: 'Pues no lo sé, estoy con La Unidad, y me llegó un guion de Albert Espinosa. Pero es una peli de chavales y no sé si meterme en una así, de aventuras y sentimental'. Y mi madre me dijo: 'Mira, hijo, esa peli te hace falta. Necesitas contar algo tuyo, algo bonito, dejarte de tantos tiros y tanta acción y contar una cosa de corazón'. Ella murió poco después, y le dije a Albert: 'Me encantaría hacerla si me la dejas llevar a mi terreno, a la Ribeira Sacra'. Es una peli muy, muy personal.