Rigoberta Bandini: «Soy bastante hortera, en la horterada hay mucha poesía»

FUGAS

Rigoberta Bandini abrirá este sábado en Vigo el Underfest.
Rigoberta Bandini abrirá este sábado en Vigo el Underfest.

Con solo ocho canciones se ha convertido en la artista del año. Mañana actúa en Vigo, con todo agotado, en la presentación del Underfest

05 feb 2022 . Actualizado a las 08:34 h.

No ha conocido Rigoberta Bandini otro tiempo que no fuera pandemia. Paula Ribó (Barcelona, 1990) por supuesto que sí. Y no siempre fueron mejores. Pero Rigoberta, su álter ego musical, es «hija del agobio y del dolor», que diría Triana. Quizá por ello se rebela ante ellos con afán juguetón y vehemencia no siempre contenida.

 Lanzó Rigoberta Bandini su particular botella al océano sonoro en febrero del 2020. «Vaya puntería», bromea ahora. En su interior, un puñado de acordes y una nota que decía: «Too many drugs». La marea arrastró el vidrio hasta la orilla de Spotify y el algoritmo se encargó del resto.

Lo que con ella aconteció a continuación es una de esas historias que con el tiempo se contarán desde la excitación del «yo la escuché primero». Festivales, conciertos, televisiones, el anuncio del verano, su imagen en Times Square... El vértigo envuelve hoy la vida de Rigoberta Bandini hasta el punto de haber devorado en buena medida la de Paula Ribó. Buena prueba de ello fue esta entrevista. Transcurrió en la calle, en un taxi, en la recepción de una cadena de televisión y por los pasillos de la misma. In Spain we call it «me disperso».

-Has entrado como un elefante en la cacharrería, que vaya si lo es, de la industria musical. ¿De qué disfrutas más y qué estás descubriendo que no te esté gustando?

-Lo que más disfruto es componer, grabar en el estudio y los conciertos, una vez que estoy en el escenario. Lo que menos me está gustando es la pérdida del tiempo personal. El proyecto está yendo rápido, hay mucha demanda y hay momentos en los que necesito frenar y no puedo. Porque no siempre se puede. Eso es lo que estoy llevando peor. Pero a la vez siento que esto es un aprendizaje. Es un monstruo que aún no había conocido y poco a poco lo iré domando. El éxito será encontrarme cómoda en ese equilibrio entre vida profesional y personal.

-Decía Jodorowsky que hay que ponerse otro nombre para ser libre de verdad. Pero ¿por qué elegiste este? Estoy seguro de que si una chica que empieza a cantar se llamase Rigoberta, en el 99% de los casos se lo cambiaría para ponerse, por ejemplo, Paula...

-Supongo que sí, que si te llamas Rigoberta de nacimiento, seguro que lo odias. Pero es muy diferente si quien decide ponérselo eres tú misma. Lo de Bandini fue por un personaje del escritor John Fante. Y lo de Rigoberta un impulso. Lo guay de un nombre artístico así es que, cuando la gente lo busca en Google, no hay nadie más. Sinceramente, creo que el nombre le ha jugado a favor al proyecto.

-¿Cuándo no eres impulsiva?

-Jo, es que lo soy bastante, pero... (se queda un buen rato en silencio). Ahora estoy aprendiendo a decir que no. Es algo que nunca me había pasado. Y estoy diciendo que no a muchas cosas que son muy guais. En ese momento tengo que tener la sangre fría y no ser impulsiva. Decir que no y entender que hay cosas que ya volverán o que igual no tienen que ser...

-Hasta no hace demasiado tiempo la modernidad iba vinculada a la extravagancia y los excesos. Sin embargo, tú te has convertido en icono de la modernidad desde la más absoluta normalidad. ¿A qué crees que se ha debido?

-A mí me da la sensación de que todo está ya tan pasado de vueltas que la tendencia es la nada, la destrucción. Ahora, por ejemplo, funciona muy bien grabar canciones con los móviles o hacer fotos feas. Es como volver a lo normal, a lo natural. Yo tampoco he forzado para mostrarme así. Simplemente soy como soy. Pero sí que noto que los gustos están como muy polarizados. La gente tiene sed de excesos, de Bag Gyal, de brilli-brilli (que también me flipa), o de todo lo contrario, de ausencia total.

-Decía Fernando Neira en la crítica de tu concierto en Madrid que en tu repertorio «se dan la mano sagacidad y horterada». ¿Eres más sagaz o más hortera?

-Me gusta bastante ser hortera. Es que en la horterada, que no deja de ser una etiqueta clasista, hay mucha poesía.

-Reivindicas a artistas como Marisol, Jeanette o Cecilia, que en su día fueron a menudo tachadas de horteras y hoy son santo y seña de modernidad.

-Sí, sí, total. Hay un resurgimiento de este tipo de mujeres españolas, esas que citas, la Pantoja, Rocío Jurado..., todo eso que también pertenece a ese submundo Sálvame Deluxe y que nos representa más de lo que nos pensamos. Es una cultura que discurre paralela a nuestra vida y que nos parece como un mundo lejano, pero nos lo vamos tragando y sus personajes se convierten en iconos. No me importa reivindicarlos y convertirlos en algo de culto.

-En tus conciertos haces una versión del «Corazón contento» de Marisol. ¿Es así como lo tienes?

-Sí, muy contento. También cansado después e esta gira. Pero está contento, sí.

—Has confesado que te flipan las canciones del verano. ¿Cuál es la de este?

La de Rauw Alejandro, ¿no? A mí me gusta mucho esa, es un temazo.

—¿Qué te pasa con los móviles en modo oscuro?

—(Se ríe) Pues que no lo entiendo. Me ponen muy nerviosa. Pero bueno, es una manía personal. No sé, me gusta el blanco, los fondos blancos para todo.

—Pues sí, blanco era el fondo de tu foto que se pudo ver en la mítica pantalla de Times Square. ¿Cómo es eso de ver tu cara en un lugar tan icónico?

—Realmente no es tan fuerte. Hace gracia comprobar cómo una imagen en un lugar tan emblemático genera tanta expectativa, pero hay cosas que a mí me impactan mucho más, como poner a la venta 2.000 entradas en Donosti y que se agoten en 24 horas. Lo de Times Square en el imaginario colectivo se entiende como el supuesto éxito americano, pero no deja de ser un símbolo, una publicidad de Spotify donde hay muchos más artistas. Me impactan mucho más otras muchas cosas que me están pasando.

—¿Por ejemplo?

—Pues eso, vender entradas en 24 horas, que me propongan cosas que nunca habría imaginado pero que no te puedo contar o que gente como Jordi Évole venga a mis conciertos. Eso me impacta mucho más que mi cara en Times Square.

—Se critica mucho la dictadura del algoritmo de Spotify. En tu caso fue un gran aliado.

—Bueno, pero es que, en realidad, también es muy democrático. No es que tú entres de una manera random en el algoritmo. Tú, sin saberlo, estás como en un examen. Y si equis personas escuchan tu canción hasta el final en la primera semana, Spotify considera que esa canción tiene una conexión con el público y te la mete en los Descubrimientos Semanales de algunas personas y así se va viralizando. Pero, de alguna manera, ese viral no es aleatorio, no es una ruleta. Es porque has tenido un número determinado de escuchas previas. Así que en mi caso, como persona que subió la primera canción desde su casa, sin discográfica y sin nada, sí que lo noté bastante democrático.

—Ahora mismo eres el paradigma del buenrollismo. Es citar a Rigoberta Bandini en cualquier contexto y al personal se le ilumina la cara. ¿Cómo se consigue eso, si es que hay alguna receta?

—Intento ser muy cercana. De hecho, los directos para mí son como si me fuese a tomar unas cañas con esa gente. Y es cierto que recibo mucho amor. Estoy muy agradecida porque es que casi no recibo odio, ni en las redes. Sé que tengo que estar preparada porque algún día haré algo que a la gente no le guste y me caerán todas, pero de momento todo es cariño. Pero no me preguntes por qué, porque no lo sé. No ha habido una estrategia para que esto ocurriera. Intento al máximo ser yo misma e igual la gente agradece eso.

—¿Cuánta travesura había en ti y cuánta queda a día de hoy?

—Para mí, la travesura es una manera de vivir. No sé cómo decirlo... Es como jugar a un juego, pero a la vez no jugar. Es también reírse de uno mismo, relativizar constantemente. Yo entiendo mucho la vida así. Me la tomo muy en serio, pero a la vez no. Y también entiendo así la música y el arte. Así que siempre va a haber travesura porque es lo que le da gracia a todo.

—En dos de tus ocho canciones hablas de la cumbia. ¿Eres cumbiera?

—Ostras, pues es verdad. No lo había pensado. Tengo que decir que, a nivel de géneros musicales del otro lado del charco, la bachata me flipa más. Pero, no sé, cumbia me debía rimar bien en esos casos.

—«Perra» ha sido asumida como un nuevo himno por parte del feminismo. ¿Qué tiene que pasar en la industria musical para que la mujer adquiera el protagonismo que le corresponde?

—Hay una nueva generación de mujeres que ya cuentan con bastante protagonismo. Lo que pasa es que dentro de la música la mujer todavía solo puede tener el rol de la cara que canta, de la diva del pop. Para mí el gran avance sería que hubiera muchas mujeres productoras, muchas bateristas, que hubiera bandas de mujeres... En esos ámbitos por ahora aún son todo hombres.

—Y si fueras perra, ¿qué serías, una perra callejera?

—No creo. Preferiría ser una perra de una mujer mayor que me saque poco y que este ahí todo el día viendo la tele.