«Me aterra olvidar lo que he escrito»

Virginia Madrid

FUGAS

CEDIDA

La ganadora del Planeta se ha convertido en un fenómeno. Ha vendido más de un millón de libros con su «Trilogía del Baztán» y en «Todo esto te daré» cambia Navarra por la Ribeira Sacra. En marzo se estrenan en el cine las aventuras de la inspectora Salazar.

23 dic 2016 . Actualizado a las 09:26 h.

Se define como novelista de pico y pala, es cercana, una gran conversadora y ha convertido su pasión por escribir «en una forma de vivir, de sentir y de entender lo que sucede a mi alrededor», afirma. Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) vive el éxito de sus novelas con una naturalidad pasmosa y asegura: «Sigo siendo la misma de siempre, con mi familia y mis amigos de toda la vida». Le encanta cocinar y cuidar de sus plantas y flores y al 2017 solo le pide tiempo y serenidad. Desde su casa de Cintrúenigo, una pequeña villa navarra, nos atiende feliz y entusiasmada para hablarnos de su nueva novela, del oficio de escribir y de sus inicios. Descubrimos a la escritora y a la mujer que ha vendido casi un millón de libros en todo el mundo de la Trilogía del Baztán.

-Han pasado ya más de dos meses desde que ganó el premio Planeta. ¿Se lo cree o todavía hay momentos en que se pellizca cuando se despierta por las mañanas?

- ¡Ja, ja, ja! Todavía hay días que dudo, pero cuando lo veo en el salón de casa me digo: «Es mío. Tengo el Planeta». Y entonces me lo creo.

-Lograr el Planeta, ¿era su sueño?

-Era un sueño de adolescencia. Recuerdo de chica, cuando vi recoger el premio a Manuel Vázquez Montalbán pensé: «Yo quiero estar ahí y vivir esa mágica noche. Algún día ganaré El Planeta». Por supuesto, lo decía con la frescura de una ilusión de juventud. Y ese sueño se ha hecho realidad y estoy feliz.

-Recordemos esa noche. Cuando dijeron su nombre, ¿qué fue lo primero que se le pasó por la cabeza?

-¡Uf! Como si fuera una película se me vinieron de golpe un montón de imágenes a la cabeza. Pero sobre todo me acordé de mi familia y de mi gente, porque ellos han estado a mi lado y me han visto crecer y pelear por sacar adelante mis novelas durante todos estos años. Ellos me han acompañado cuando estaba triste y decepcionada, porque no salían las cosas, cuando rechazaban una y otra vez mis manuscritos. Por eso, este premio es para ellos. Otro recuerdo muy especial de esa noche fue ver a mi marido llorando de la emoción, me conmovió enormemente. Además, sentir los aplausos y escuchar las palabras cariñosas de muchos escritores allí reunidos, me impresionó tanto. Fue increíble.

-¿Alguna felicitación especial, de esas que dejan huella?

- Sí, la de Carlos Ruiz Zafón. Es uno de mis autores favoritos y hace unos días he recibido su última novela con una dedicatoria muy cariñosa felicitándome por el premio. Y de mi entorno más íntimo, la felicitación más especial ha sido la de mi hijo de diecisiete años que me dijo que yo era su héroe y que se sentía muy orgulloso de mí. Solo porque mi hijo me dijera de nuevo que se siente muy orgulloso de mí, escribiría el resto de mi vida.

-¿Cómo se siente ahora?

-Ahora estoy viviendo el momento más dulce, porque estoy muy contenta con la acogida que está teniendo la novela entre los lectores y la crítica. Ten en cuenta que desde que se concede el premio hasta que se publica la novela y llega a las librerías pasan semanas. Así que este período de tiempo, lo he vivido como si fuera una dura travesía por el desierto, repleta de dudas y alguna que otra inseguridad. ¿Les gustará? ¿Les decepcionará? Sin embargo, la respuesta de los lectores no podía ser mejor. La historia está gustando y eso me encanta. Estoy sencillamente feliz.

-¿No sintió vértigo al cerrar la «Trilogía del Baztán» y embarcarse en esta nueva historia?

-¡Claro! Pero necesitaba escribir otras historias. Cuando uno emprende una nueva travesía sabe que no será fácil y estará repleta de retos. Y todo eso conforma el proceso de la escritura. Sin embargo, estoy convencida de que escribir no valdría la pena si no hubiera nervios, la mezcla de excitación e inseguridad al entregar el manuscrito, el miedo a la respuesta de los lectores: «¿les enganchará o no?». La verdad, espero no perder nunca la magia por escribir, porque de lo contrario se convertiría en algo rutinario y metódico y perdería el encanto.

-Con «Todo esto te daré» ha dado un giro de ciento ochenta grados en cuanto a tramas, personajes, situaciones. Nos ha dejado totalmente descolocados.

-Necesitaba empezar desde cero y cambiar de tercio. He pasado de una historia de mujeres con una personalidad arrolladora a una masculina, donde todos los protagonistas son hombres. También he cambiado el Valle del Baztán en Navarra por la Ribeira Sacra gallega y frente a la intriga policíaca de la anterior, en esta hay que descubrir oscuros secretos familiares. Esta novela trata sobre la codicia, y sobre los que se alían en torno a ella, pero también sobre la búsqueda de la verdad y contra la impunidad; sobre el amor y, por encima de todo, sobre la amistad entre hombres.

-Manuel Ortigosa es el protagonista de su nueva historia. ¿Le costó meterse en la piel de un escritor homosexual?

-No, porque lo tenía muy bien perfilado en la cabeza. Una de mis prioridades cuando escribo es construir personajes sólidos, con trasfondo, con una personalidad muy bien definida. Y los hombres principales, que forman parte de esta historia, el escritor, el sacerdote, el guardia civil y el muerto, son muy diferentes los unos de los otros con sus valores, sus ideas y sus prejuicios. La verdad es que me ha gustado mucho hablar desde la voz de un hombre.

-La Ribeira Sacra gallega es el nuevo escenario donde transcurre la trama de «Todo esto te daré».

-Eso es. Dejar atrás el Valle del Baztán y adentrarme en la Ribeira Sacra ha sido súper refrescante. En cuanto cerré la trilogía, me fui a Galicia para realizar una inmersión auténtica. Para mí los escenarios son vitales. No son solo el medio en el que se mueven los personajes, va mucho más allá. Me gustan los escenarios que exprimen y le roban parte de la fortaleza a los protagonistas de mis novelas. Son paisajes extremos, con climas adversos, escenarios poderosos que se salen de las postales tradicionales. En eso hay algo que relaciona los dos lugares. El paisaje nunca es casual para mí.

-Ha tardado seis años en escribir esta novela. Desde los primeros apuntes al resultado final ¿realizó muchos cambios?

-Sí, unos cuantos sobre todo cuando me puse en serio a escribirla. Cuando estaba con El guardián invisible ya tenía esta otra historia en la cabeza. Y recuerdo que en la última fase de la trilogía esta novela llamaba a la puerta con muchísima fuerza e insistencia.

-Entre sus referentes literarios están Agatha Christie y Mario Puzo, autor de «El Padrino».

-Sí. Leí El padrino con diez años y me impresionó mucho. He vuelto muchas veces a esa novela apasionante. Me gusta la idea de clan, o de familia, como algo que marca para toda la vida, a veces para bien y otras como una carga. Mucho de eso está en Todo esto te daré.

-¿Recuerda lo que sintió cuando puso el punto y final a «Todo esto te daré»?

-Una satisfacción tremenda. Yo no siento pena, como me han contado otros escritores que les sucede cuando rematan su novela. Tampoco siento vacío ni vértigo, porque siempre tengo la siguiente historia llamándome a la puerta. Siempre he ido de una novela a otra.

-Por cierto, ¿cómo escribe?

-Dejo que la historia crezca en la cabeza. Algunas ideas se eliminan solas y cuando ya siento que la tengo entera, escribo todo lo que sé de la novela. Y así voy viendo las carencias y lo que no encaja. Escribir directamente partiendo de la página en blanco, no puedo.

-Y ¿cómo es el escenario donde crea sus historias? ¿Tiene algún rincón especial en casa para escribir?

-Escribo sobre todo en mi despacho, pero últimamente he tenido que adaptarme y ahora escribo en todas partes con el portátil. En las primeras fases de la novela, escribo por la mañana, aprovechando que mis hijos están en el instituto, descanso para comer con ellos y lo retomo hasta la hora de la cena en que ya me dedico a mi familia. Llevo un horario de oficina. Pero en la fase final, escribo todos los días y a todas horas. Vivo inmersa en la novela y hago el sprint final.

-Confiese, ¿de dónde surgen estas historias que atrapan al lector desde la primera página hasta la última?

-(Silencio). De un lugar oscuro y muy fértil, de las emociones propias, de conversaciones, de viajes, de recuerdos… Y no puedo revelar más, porque entonces no sorprendería a los lectores.

-Vayamos a sus inicios. De ser una persona anónima, tras la publicación de «El guardián invisible» se convirtió en la escritora de moda y de la que todo el mundo hablaba. ¿Cómo lo vivió?

-Con naturalidad. Yo llevo escribiendo muchos años y ya conocía el mundo editorial, pero no fue tan rápido como la gente piensa. Lo más bonito es que el éxito de El guardián fue de boca a oreja y esto lleva su tiempo. Los lectores se la recomendaban los unos a los otros y eso me parece precioso. Se produjo un contagio maravilloso, porque la gente quería descubrir quién era la inspectora Salazar y todo lo que sucedía en su vida. Y claro, yo entusiasmada, porque mi novela guste y haya atrapado a tantos lectores. Es un regalo.

-¿Y cómo ha cambiado el éxito literario su vida?

-Sigo siendo la misma Dolores de siempre, con su familia y sus amigos de toda la vida. Ha cambiado, sobre todo, el modo de abordar mi oficio. Antes escribía a ratos robados y ahora me dedico a escribir y a la promoción, que es enorme. Por eso, el apoyo de mi familia es fundamental. Sin su ayuda y su apoyo incondicional no me podría dedicar a escribir.

-Sin embargo, seguro que antes de que aceptaran su manuscrito de «El Guardián invisible», recibió muchas cartas de rechazo. ¿En algún momento pensó en tirar la toalla y dejar de escribir?

-Tirar la toalla no. Pero pasé por momentos muy complicados y difíciles, de rabia, porque sentía que era invisible, que estaba en la tercera fila. Escribía y escribía, porque es mi pasión y no tenía visibilidad. Y eso es muy frustrante y doloroso.

-¿Qué le empujó a seguir?

-La necesidad de contar, aunque no fuera a ninguna parte. Escribir es una forma de vivir, de sentir, de expresar, de entender lo que sucede a tu alrededor. Para mí, la escritura tiene una parte terapéutica muy importante. Yo no sufro cuando escribo mis historias, para mí es una actividad muy placentera y satisfactoria.

-¿Cómo se imagina dentro de diez años?

-¡Uf! Si pienso en diez años atrás no me creo todo lo que estoy viviendo desde hace un tiempo con mis novelas. Sin embargo, lo realmente importante que son mi marido, mis hijos, mi familia, mis amigos de siempre; eso permanece y me siento muy afortunada por ello. ¿Dentro de diez años? Me gustaría que haya novedades y retos, que siempre ilusionan, y sumar nuevas amistades, que son muy enriquecedoras y gratificantes.

-¿Qué libros encontramos en su mesilla de noche?

-Espera un momento que ahora mismo no lo recuerdo. (Tras dirigirse a su dormitorio y echar un vistazo responde). Tengo Yo confieso de Cabré, Cuchillo de palo de Pérez Gellida, El mal camino de Mikel Santiago y La ciencia en la sombra de Mulet que es muy entretenido.

-Además, de la escritura, ¿cuáles son sus otras pasiones?

-La cocina. Me entusiasma. Estudié Derecho y Restauración. De hecho, trabajé como chef en un restaurante de San Sebastián durante un tiempo. Y también me encanta la jardinería, cuidar de mis plantas y de mis flores me relaja mucho.

-¿Qué queda hoy de la niña Dolores?

-Queda mucho, pero todo eso prefiero reservármelo para mí. Ese mundo infantil en el que crecí, de donde surgen las emociones, creo que hay que preservarlo, porque es lo auténtico de uno mismo, es la esencia de la personalidad y no se puede desvelar.

-¿Qué es lo que más teme?

-La enfermedad que provoca la pérdida de memoria. Para un escritor lo peor es olvidar, olvidar lo que ha leído y ha escrito. Alguien que se pasa su vida con un mundo interior tan rico. Olvidar eso me aterra.

-¿Dónde va a celebrar las Navidades?

-En Galicia, una tierra que me encanta y donde tengo raíces familiares.

-Y, ¿qué le pide al 2017?

-Tiempo y serenidad. Hasta junio tengo la agenda llena y me da mucho vértigo, la verdad. En febrero me voy a América y sé que va a ser maravilloso, en marzo se estrena la película y va a ser otra locura fantástica, pero necesito frenar y parar. Desde la concesión del premio el pasado mes de octubre, mi vida lleva un ritmo trepidante y no estoy acostumbrada. Porque el día a día del escritor es muy pausado.