El legendario líder de los Dire Straits vuelve cinco años después a Santiago para presentar su nueva gira, «Tracker»
24 jul 2015 . Actualizado a las 05:05 h.Cuando las listas de las radiofórmulas aún no habían alcanzado la notoriedad actual, el mejor termómetro que teníamos los chavales de aquella generación para medir y testar los éxitos musicales del momento era la gramola del bar que había junto al instituto. Pues bien, aquel curso del 78/79 no dio opción a dudas. Fue el curso del Sultans of swing de Dire Straits. El D3 le correspondía en aquel entramado de botones que una vez activados hacían caer en cascada una serie de singles hasta dar con el vinilo en cuestión. Tras un leve carraspeo comenzaban a sonar aquellas inconfundibles notas ?tan, tan, taran? que aún hoy despiertan y activan profundas emociones en todos aquellos que algún día pasearon sus dedos por el mástil imaginario de la guitarra de Knopfler.
Había nacido un mito. Quizá a su pesar, por lo que la carrera del galés ha dado a entender con el discurrir de los años. Pero un mito, al fin y al cabo, que hoy se sostiene con dignidad sin haber necesitado recrearse en infinito bucle en su cancionero más recurrente.
Mark Knopfler es perfectamente consciente de que buena parte de los asistentes a sus conciertos preferirían encontrarse con Dire Straits y con su repertorio. Y el galés ha aprendido a convivir con esa dualidad, con ese guion que se reescribe inmutable desde hace tres décadas. En solitario sigue publicando discos que se alejan del confort poprockero de su primera etapa para indagar por territorios musicales más cercanos al folk, al country e incluso, por momentos, a las sonoridades celtas.
Eso sí, sin perder nunca el tono intimista de sus composiciones, su particular forma de acariciar las cuerdas y ese modo un tanto perezoso de cantar que le conecta con otros maestros del género como JJ Cale o el propio Bob Dylan, con quien ha llegado a realizar un par de giras conjuntas.
Verdaderos apuros
Mark Knopfler ha sido siempre un tipo huidizo. En lo personal y en lo profesional. Con Dire Straits vendió más de cien millones de discos y situó su mítico Brothers in arms en el puesto número 12 de la lista de álbumes más vendidos de la historia.
Pero el éxito abrumó al músico hecho a sí mismo, a aquel tipo que tan solo unos años antes trataba de malganarse la vida en Londres tocando en clubs de poca monta. De ahí el nombre que le puso a su banda, Dire Straits, que podría traducirse por algo así como «verdaderos apuros». Una banda que mantuvo hasta 1991. «Era todo tan grande que producía una distorsión. Te impedía mirar las cosas en un sentido real. Se había hecho demasiado grande. Parecía que la única respuesta inteligente era decir basta. Dejarlo tuvo algo de instinto de supervivencia», confesó entonces en una entrevista.
A partir de entonces nació un nuevo Knopfler, desprendido de algunas de sus icónicas señas de identidad, como eran sus inverosímiles cintas para el pelo o sus coloristas muñequeras, al más puro estilo de aquellos calentadores que por entonces lucía con brío su coetánea Eva Nasarre.
Mark Knopfler ha sido siempre un guitarrista atípico, desde los más variopintos puntos de vista. Aún hoy es incapaz de leer una partitura, es zurdo aunque toca la guitarra con la mano derecha y no utiliza púa, sino un muy particular modo de acariciar y pinzar las cuerdas que le confiere un personalísimo sonido a su colección de Stratocasters. Reconoce que no toca mucho cada día. «No tengo una guitarra en mi dormitorio, por ejemplo. Tengo un par en mi despacho, pero son acústicas que utilizo para componer. La guitarra para mí es algo con lo que escribir canciones. Como instrumentista sigo aprendiendo, claro, y eso es lo grande de la guitarra. Pero como compositor siempre vuelvo a la simplicidad». Mark Knopfler ha editado ya más discos en solitario, nueve, que con Dire Straits, con quienes firmó seis. Ha publicado además ocho bandas sonoras, algunas de ellas tan renombradas como la de Local Hero o Camino hacia la gloria.
El galés se ha prodigado además en colaboraciones con artistas por los que ha manifestado devota admiración, como es el caso del guitarrista de country Chet Atkins, con quien grabó un disco en 1990.
También en torno al country publicó en el 2006 un álbum junto a Emmylou Harris. Con Dylan ha grabado en dos ocasiones. En 1979, en el mítico Slow Train Coming y en 1988 en Down in the Groove. Además de su trayectoria con Dire Straits y la que mantiene en solitario, Knopfler formó parte, junto a Steve Phillips, Brendan Crocker y Guy Fletcher, de la banda Notting Hillbillies, con la que publicó un solo álbum de estudio pero con la que realizó un buen puñado de recordadas giras a lo largo de los noventa