Monstruos en el abismo

TAREIXA TABOADA OURENSE / LA VOZ

FIRMAS

Antonio Cortés

«El espacio abisal» de María José Pulido, en el centro Cultural

04 ago 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

«Extrañas criaturas resplandecientes, tan lejos de lo común y lo corriente, muestran los dientes en el mundo abisal» Jorge Drexler.

De entre las profundidades del océano, enredadas presencias mutantes y pisciformes, se arrastran como deslizando sus cuerpos ciegos y viscosos en una sinuosa danza. Animales y seres fantásticos que se construyen como pretexto de volúmenes constituidos por los planos que funcionan como delimitadores de los espacios, una línea de cerramiento continuada y proyectada a través del color y el collage como excusa para ocupar con el motivo decorativo la inmensidad del vacío en el espacio plástico.

Así, las presencias dibujadas y/o construidas dinamizan un espacio atemporal, misterioso y cretácico.

Sígnico y caníbal, el espectro visible se fragmenta y reproduce, se reconstruye a través de la parte por el todo, repetida en el puzle que compone una imagen a la que le faltan piezas. El cerebro reconstruye y reinterpreta la información que le es negada. Este modelo de repetición y síntesis a la vez se repite en las ventosas simuladas por los papeles agujereados de hojas de fichero que son pulpos, equinodermos y curiosas criaturas fotóforas.

Texturas generadas por el cartón en ocasiones de bordes muy abruptos y brillantes de esporas nacaradas u engomadas, trozos de plástico, bolsas y retazos de red, estableciendo un doble juego conceptual y estético en la transformación de los tentáculos en piernas femeninas calzadas con zapatos de tacón que parten de un cuerpo trapezoidal con cierto preciosismo indefinido.

El trazo delimitador y envolvente de la línea de contorno, recorta los volúmenes en geometrías razonables y microplásticos de calamares con alma de mariposa, cefalópodos hipertrofiados, saurópsidos escamosos, medusas futuristas y extraños híbridos entre aves, pulpos y ofidios, mujer pavorreal, sardinas, pezgrifo, pezgato, algas alienígenas con extrañas vellosidades de espacios demersales y abisales.

En Abisal XIII un retrato femenino de perfil sobre un fondo encolado y neutro subraya la importancia de la imagen con una textura construida en abruptos empastes y temperamentales pinceladas que recuerda, con la intención emotiva del color, en cierto grado las composiciones de Arcimboldo, o el conocido retrato de Federico de Montefeltro, duque de Urbino de Piero della Francesca en la transición de la pintura medieval con los rostros de perfil y el paisaje de fondo a la renacentista multiperspectiva.

La irrupción de María José Pulido en el mundo abisal ilumina la oscuridad tenebrosa de las profundidades convirtiendo con generosa y amable imaginación, el espacio sin luz, afótico, claustrofóbico y submarino en un espacio diáfano, de crecimiento vegetativo y orgánico, expansivo, dilatado y abstracto, femenino y gestual mediante un proceso de abstracción en el que la figura se somete a una estricta esquematización con rasgos reducidos a volúmenes y formas geométricas.

Para una artista «perezista» la sistemática repetición de un motivo mediante la acumulación de distintos elementos no necesariamente plásticos elabora un discurso conceptual a través de un lenguaje narrativo como pretexto para la investigación plástica.

El uso del collage como un soporte expresivo se remonta a los primeros años del siglo XX y su invención se atribuye a Picasso con Naturaleza muerta con silla de rejilla aunque Braque ya había realizado previamente los primeros Papiers collés al incorporar a sus obras recortes de papel pintado comercial que imitaba madera como Tête de femme (1912). Juan Gris utilizó el collage por su impacto visual y las posibilidades estéticas y conceptuales que permitía, como los futuristas, y los dadaístas ya que multiplicaron su infinidad de lenguajes con Duchamp, Schwitters o Grosz que se autodenominaron Montadores frente a la dialéctica de artista considerándose padres del fotomontaje.

Los vanguardistas rusos, como El Lissitzky o Rodchenko integraron en la fotografía la tipografía impresa y posteriormente Antoni Tápies, Man Ray, Jasper Johns y Gironella entre otros, crearon obras emblemáticas a través del colaje.