Una vida con el volei como mitad

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

FIRMAS

Oscar Vazquez

Rosana Conde se inició en su deporte a los siete años y, tras compaginarlo con sus estudios, desde el 2000 lo hace con su trabajo nocturno en la cadena de montaje de Citroën

14 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

De niña, a Rosana Conde (Vigo, 1978) su madre le decía con frecuencia aquello de «tú mucho estar enferma para ir al colegio, pero no para entrenar». Casi treinta años después de iniciarse en el voleibol -lo hizo con siete y ya ha cumplido 36-, esta jugadora del Xuvenil de Teis compagina la práctica deportiva con su empleo en Citroën desde que se incorporó a la fábrica en el 2000. Aquel entusiasmo de la infancia por una disciplina que considera parte clave en su vida no ha decrecido ni un ápice y ni siquiera un trabajo en el turno de noche ha sido suficiente para mermarlo.

Conde pasó por todas las categorías del equipo donde siempre ha militado a lo largo de su carrera. Lo compatibilizó durante mucho tiempo con sus estudios hasta que pudo acceder a su primer empleo, que mantiene. «Fui de la última generación de contrataciones de hijos por padres que se prejubilaban. Me dieron esa oportunidad de acceder a un trabajo y no quise desaprovecharla», recuerda.

Pero tampoco estaba dispuesta a abandonar su deporte. «El turno de noche era la mejor opción. En el de día alternas: una semana las ocho horas por la mañana y otra las haces por la tarde. Hubiera supuesto perderme dos semanas de entrenamientos al mes». Así que no se lo pensó y eligió desempeñar su labor en la cadena de montaje en horario nocturno.

No le costó demasiado habituarse a dormir de día -«me levanto para comer y las tardes son para mis cosas y para entrenar, por supuesto», relata-, pero la vida laboral trasnochadora no ha evitado algunas interferencias en sus obligaciones como jugadora. Tiene mil anécdotas. «De los entrenamientos a veces tengo que salir unos minutos antes e ir siempre achuchada, con prisas, sin más. Donde sí se complica la cosa es en los desplazamientos», dice en referencia a los partidos que cada dos semanas se juegan lejos de casa.

«El viernes por la noche trabajo, y para llegar a lugares como Soria, Torrelavega o Madrid aún se necesitan unas cuantas horas de viaje. A lo mejor el partido era a las cuatro y tenía que irme con la mochila preparada y nada más salir de Citroën, cogerla y a la furgoneta. Me hacían un hueco en las plazas traseras para descansar un mínimo y venga, para adelante y a jugar el partido sin apenas dormir». Al regreso, en algunos casos, vuelta a la jornada laboral: «A veces en mi turno trabajamos los domingos. Llegas el sábado de madrugada, tras el tute, a ponerte el mono y empezar de nuevo».

Pese a estas palizas, Conde jamás ha renunciado a una convocatoria por cansancio. «Me puede el sentimiento hacia este deporte, la adicción desde pequeña siempre tiró mucho más», cuenta. De hecho, el voleibol consigue hacerle desconectar de cualquier preocupación. «Es una válvula de escape. Si me encuentro mal anímicamente, voy al pabellón, pego cuatro pelotazos, me río con las compañeras y me olvido de la cadena y de todo», revela. Porque la suya, reconoce, es en ocasiones «una labor que provoca mucho queme mental».

El volei le ha dado satisfacciones como ser convocada con la selección española o disputar una temporada en División de Honor, en cuya fase de ascenso fue designada la mejor colocadora en el seis ideal -«solo de recordarlo?», comenta emocionada-. Recibió ofertas de equipos de fuera, pero nunca se planteó aceptar. «Ya estaba en Citroën, con mi vida y mi trabajo, y tenía los pies en el suelo, sabiendo que esto es para pasarlo bien, pero que, como de casi cualquier disciplina que no sea el fútbol, no se puede vivir».

Le quedó la «espinita» de no haber conocido la experiencia de militar en otro club y convivir con gente distinta lejos de casa. Pese a ello, se siente muy orgullosa de sus años en el Xuvenil de Teis. «He tenido los mejores entrenadores, que son los que me han permitido ser la jugadora que soy y que fui. También me alegra mucho pensar en todas las buenas deportistas que han salido de este equipo y que ahora están por ahí adelante».

A sus 36 años, Rosana decidirá este verano si sigue una temporada más. Un dilema que se plantea cada año, siempre con resolución favorable. «Forma parte de mí y de mi día a día. Los que me conocen saben que mientras el cuerpo aguante...». No obstante, pese a que se sigue resistiendo a dejarlo, admite que se acerca el momento de pensar en otras cosas. «El volei te come mucho tiempo. Por una parte me planteo seguir entrenando solamente o jugar solo los partidos de casa si me dejan, porque entrenar sin competición el fin de semana? Al final lo que quieres es que llegue el partido, te preparas para eso». Así lo lleva haciendo toda una vida.