Ramiro Fonte tendría ahora 60 años de edad. De hecho, los habría cumplido el jueves. Y teniendo en cuenta que el año próximo será el del décimo aniversario de su muerte, a mí me parece que sería muy hermoso que la Real Academia Galega -la institución que preside Víctor Freixanes, y que mantiene viva la llama del altar de las cosas que hacen posible que el nuestro sea un país en el que la eternidad tiene como manto la voz de los poetas- comience a considerar la posibilidad de dedicarle un Día das Letras. Como nadie ignora, la de Ramiro es una de las voces más sólidas de la historia de la poesía en lengua gallega. Y además no conviene olvidar, tampoco, que al igual que Cunqueiro y Carlos Casares, también él, Ramiro, el poeta nacido en Pontedeume, fue un verdadero puente entre la cultura de Galicia y todas las grandes culturas de Europa. Por desgracia, el mundo de las letras no fue precisamente generoso con él. Cosa que le dolió, por supuesto, cómo no iba a dolerle, pero que jamás le hizo bajar la cabeza. Fue un escritor insobornablemente comprometido con la calidad y con la verdadera naturaleza de su obra, escrita para perdurar, para hacerle frente al paso del tiempo. En ese sentido no hizo jamás concesiones, como tampoco las hizo en otros ámbitos, a pesar de que eso le obligó a nadar contra la corriente. Siempre se mantuvo fiel e sus principios. «Paguei cara a miña independencia», me dijo en aquella larga conversación que mantuvimos en Barcelona, en junio del año 2008. Aún lo estoy viendo. Tenía el corazón muy grande, Ramiro Fonte. El Eume, ese río de ríos, guardará su memoria para siempre. Estoy seguro de ello.