El consumo de drogas se disparó entre adolescentes de Ferrol tras la pandemia

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Vanessa Vilar lleva el programa de intervención socioeducativa en adolescencia de Asfedro.
Vanessa Vilar lleva el programa de intervención socioeducativa en adolescencia de Asfedro. CESAR TOIMIL

De una media de nueve al año antes del 2019, ahora Asfedro atiende a 20

11 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El consumo de drogas entre los adolescentes de Ferrol y la comarca se disparó tras la pandemia. Un dato escalofriante que constatan a diario en la unidad que lleva estos casos en la Asociación Ferrolana de Drogodependencias (Asfedro). Aseguran que antes del coronavirus la media de menores que atendían cada año se quedaba en nueve; tras el 2019 están en 20.

Les llegan cuando el problema ya ha comenzado tener un cariz complejo: cuando hay conductas violentas en el entorno del menor, y no siempre porque el adolescente viva una situación familiar que lo propicie. Ese era un patrón que predominaba antes de la pandemia; ahora caen en las drogas adolescentes muy jóvenes. Desde los doce años comienzan a consumir en su entorno: mezclando pastillas o fármacos con alcohol o cannabis para potenciar los efectos del colocón.

El programa de prevención indicada de Asfedro lleva activo desde el 2014 y ya ha atendido a un total de 155 menores. Ahora mismo trabajan con once. Cinco de ellas son chicas, otra novedad, porque hasta hace cuatro años siempre eran los chicos la gran mayoría en el grupo.

La unidad de día de Asfedro que se encuentra en el barrio de Caranza hace una labor rehabilitadora esencial con respecto a las drogas, pero también en muchos otros ámbitos. De hecho, en la actualidad están organizando un curso formativo en una empresa del polígono de Río do Pozo. Esta es solo una de sus muchas actuaciones diarias.

«La mayoría de los casos se detectan en los centros educativos y son menores enganchados a pastillas»

Vanessa Vilar es la educadora que trabaja en la unidad donde ayudan a los adolescentes con drogodependencia. Uno de los retos de su labor es conseguir que estos jóvenes tomen conciencia del trabajo y sigan con la terapia. No es fácil que se queden, pero también han tenido muchos éxitos o casos en los que primero la rechazaban y después regresaban por su propia voluntad a desengancharse.

 —¿Cuál es el perfil de consumo más frecuente entre los más jóvenes?

—El de menores que bien cogen pastillas del botiquín de casa o bien las compran o las consiguen con recetas falsas para consumirlas con su pandilla, con sus iguales, y mezclarlas con alcohol y cannabis. No estamos hablando de drogas sintéticas, sino de benzodiacepinas, calmantes...

—Y cada vez con menos edad...

—Así es, en torno a los doce años. La mayoría de los casos se detectan en los centros educativos y son menores enganchados a fármacos que mezclan como mencioné antes... Pero hay muchas otras vías de acceder a los servicios de nuestro centro de día: a nuestro programa pueden llegar por demanda de las propias familias, que se encuentran con una conducta disruptiva; los centros de salud mental o salud primaria, cuando incluso han tenido que pasar por un ingreso en la sanidad, y también nos llegan a terapia como parte de unas medidas que algún organismo haya adoptado para el menor.

—¿Cuánto influye la situación social de los adolescentes?

—No siempre es determinante, hemos visto casos de consumos por parte de jóvenes que están situaciones conflictivas o en centros de menores, aunque hay todo tipo de perfiles.

—¿Estos menores frecuentan narcopisos o campamentos?

—Lo normal es que aún no, pero hemos tenido varios casos de menores que ya iban a los campamentos a buscar su dosis.