
Sé que hay una corriente de opinión que considera que las celebraciones de ciertos días sobran, porque tienen un componente comercial que las convierte en días de promoción del gasto. No creo que esa invitación al gasto sea superior a lo que ocurre con los millones de mensajes publicitarios que, con permiso a sin él, inundan nuestros teléfonos y correos electrónicos (algunos insoportablemente reiterativos). Escribo en el Día de la Madre y quiero felicitar a todas las madres de esta comarca que, aunque suba en población, sigue envejeciendo. Y agradecer en especial a las que, sin ser aún madres, tienen el proyecto de serlo. Lo hago desde mi condición de ciudadana que considera que un niño es el regalo más hermoso, valioso y generoso que se puede ofrecer a la sociedad. Pero es creciente y preocupante la cifra de mujeres y hombres que confiesan que tener hijos no figura en su proyecto vital. Una considerable mayoría lo atribuye a la situación económica o las dificultades de conciliación. Respeto, no puede ser de otro modo, ese planteamiento. Pero hay algo más que no queremos analizar ni valorar: una corriente cultural que considera con radicalismo notable que la maternidad es incompatible con el pleno desarrollo de la mujer. Y los gobiernos tampoco van más allá de prometer ayudas (necesarias). Cuando los hijos son, socialmente, un valor añadido imprescindible y garantía de sostenibilidad económica del Estado de bienestar. Decirlo no es de ultraderechistas. Termino ofreciendo, virtualmente, a cada madre o futura madre, una modesta y hermosa flor muy ferrolana: una hortensia azulona.