De esto sabe poco

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL

27 feb 2022 . Actualizado a las 21:17 h.

El debate, o lo que fuese, celebrado en el Congreso para la convalidación de la reforma laboral tuvo dos claros ganadores. El primero fue, por goleada, don Ramón María del Valle Inclán. La ministra Yolanda Díaz así lo confirmó calificando lo sucedido en el salón de plenos como de esperpento. Acertó. Se ve que a la titular de Trabajo se le da bien rodearse de ilustres gallegos. Llevó los versos de Rosalía de Castro ante el papa Francisco y ahora presume de ser compatriota de Valle Inclán, el inventor del esperpento, ese comportamiento tan español, particularmente de su clase política. Ya puestos, y para no desentonar en la materia, Yolanda Díaz aprovechó para anunciar que de no haber salido adelante la convalidación de la norma laboral, hubiese dimitido. Ni más ni menos. Lo anunció días más tarde y después de un fiasco de votación que pasará a la historia del ridículo de la cámara defendida por los leones Daoíz y Velarde.

Alberto Casero, el diputado popular que hizo posible tener más síes que noes votó ese día en doce ocasiones y se equivocó en cuatro. Un 30 % de error votando, que no está nada mal para ser un representante del pueblo español. Cuca Gamarra se enfrascó en aquello del error informático. «El voto sufrió una anomalía» y no reflejó la intención del diputado. La cara de la señora Gamarra se fue diluyendo poco a poco, su gesto antipático, agresivo y amenazante también, y a los pocos días se escabulló de los periodista seguramente avergonzada. Pablo Casado se lanzó al ruedo, ya que no estuvo en el hemiciclo, a proclamar que hubo pucherazo en la votación. García Egea acusó a la presidenta Batet de posible prevaricación. Curiosamente, ningún alto cargo de los conservadores se acordó de los diputados tránsfugas de UPN, Carlos García Adanero y Sergio Sayas, dos congresistas que no merecen más que la expulsión del Congreso y de su propio partido político.

El segundo ganador fue Unai Sordo. No es diputado y no participó en el debate aunque sí fue uno de los firmantes del acuerdo como representante sindical. Sentó cátedra a las puertas del Congreso calificando la pirueta retórica del diputado Rufián: «De esto sabe poco». Así es. Rufián, portavoz de ERC, se las ingenió para llenar de palabrería la esencia de su posición: voto no porque Arrimadas vota sí. El resto no importa o lo desconozco: contratos, convenios, salarios, jornadas, cotizaciones, pluses, categorías, permanencias y demás zarandajas propias de las relaciones laborales. Y es que otro gallego, Julio Camba, que esperemos pronto sea citado por la fenesa Yolanda Díaz, ya nos había enseñado que la palabra de un político es como un don que le permite simular su pensamiento, más bien escaso.