En la isla

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

01 jul 2016 . Actualizado a las 23:48 h.

El arte, en la feliz definición de Luz Pozo Garza, merece de verdad su nombre cuando nos permite entrar en contacto con el inmenso misterio que nos rodea. Un auténtico artista, con su obra, no hace que nuestro mundo sea necesariamente mejor; pero sí consigue, en cambio, que sea mucho más grande: ensanchar sus fronteras. Puesto que, conforme va creando lo que antes no existía, también nos muestra lo que, sin él, no habríamos llegado a ver en ningún momento. Un pintor, un compositor o un poeta, cuando su obra es capaz de transformar la realidad, es dueño y señor de una cualidad casi divina, en la medida en la que hace posible que exista lo que jamás habría podido existir de otra manera. Y ese milagro, a su vez, es el que permite que su tiempo se convierta en un eterno presente. Lo cual, si bien se mira, también es habitar una forma más de la eternidad, y no precisamente la menor de ellas. No, no es fácil tejer los sueños. ¿Cómo podría serlo...? Pero el prodigio, gracias a los artistas, se renueva cada cierto tiempo. También en el cine, por supuesto. Sucede a veces que un actor, al encarnar su personaje, yendo mucho más allá de lo que es una mera interpretación, para otorgarle el don de la vida, nos permite entender mejor no solo un país o una época, sino la esencia del corazón del hombre. Y eso fue precisamente lo que hizo Javier Gutiérrez con su interpretación en La isla mínima, la magnífica película de Alberto Rodríguez. El actor ferrolano, interpretando el papel de un policía perseguido por su pasado y envuelto en el infierno de sus contradicciones, nos mostró, a través del arte, el auténtico rostro de la condición humana. Hay que darle las gracias por ello.