Clases de antes, niños de ahora

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CÉSAR TOIMIL

En directo | Un día en los «colegios» en miniatura Aunque con envidiable esmero, los profesores que imparten la docencia en los minúsculos recintos del rural se enfrentan a espacios reducidos y deteriorados o la escasez de material

13 sep 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

A las doce de la mañana, en la escuela unitaria de Limodre -con ocho alumnos de varias edades diferentes- toca dar clase de religión. Como sólo van dos días del nuevo curso, Isabel, la profesora, está enseñando a los pequeños a cantar una canción que habla sobre lo felices que están de reecontrarse en este aula un año más. La letra que entonan con voz pícara los chavales es, en realidad, un calco de la realidad en la que viven dentro de las cuatro viejas paredes que conforman su centro educativo. Manuela, Nuria, Lidia, José Manuel o Pipe (el benjamín, que acaba de empezar) se conocían antes de llegar a la escuela, sus padres mantienen una estrecha relación con las docentes y su tutora, Isi, sabe de sobra sus nombres y gustos. Además, si lloran se conoce al dedillo la fórmula para calmar el llanto, no en vano lleva 19 años impartiendo docencia en un aula por la que han pasado algunos hermanos, numerosos primos o inclusos los propios padres de los niños actuales. A pesar de esta bucólica visión de la situación y el loable esfuerzo de los profesores, la realidad no esconde un buen número de precariedades. En Limodre, la unitaria se ubica en un aula fría, de antiguas ventanas de madera y techos altísimos que sólo dispone de un espacio mínimo para meter juguetes y libros. Isi cuenta que está intentando acondicionar otra estancia para «dar cabida al material». La escena de Limodre se repite a escasos kilómetros, en el aula de San Xoán, ya en Mugardos. En ella, una profesora que llegó por primera vez a esta escuela anteayer habla de sus quebraderos de cabeza: «Tienes que apañarte con lo que hay, está claro que aquí no tienes material audiovisual o informático como sucede en los colegios y que, a veces, incluso tienes problema para hacer fotocopias». A media mañana, los diez pequeños juegan en un recinto con arena que está pegado a su aula. En idéntica situación que los feneses, todos se conocen y conviven en un ambiente más propio de una familia numerosa que de una disciplina de colegio con lloros mañaneros incluidos. La docente no duda en señalar otro de los caballos de batalla de estos centros: «Si la profesora está mal repentinamente no hay quien la sustituya, menos mal que los padres ayudan». En ese sentido, explica que una de las soluciones a las carencias (como es la falta de un profesor de inglés) son las actividades extraescolares que organizan los progenitores. Las adscritas Ya en Maniños, la cosa no cambia y la maestra del aula indiana repite la canción: «Tenemos pocos medios». En este caso, la ventaja es que la escuela está adscrita a un colegio y los niños que van a ella son de la misma edad. En las otras, las unitarias de siempre, los de seis comparten pupitre con los de tres. Sólo con verlas, a uno se le vienen a la mente esas clases que recrea la televisiva Cuéntame cómo pasó; eso, que hay caras nuevas en paredes con muchos desconchados.